Heidi y el señor - Capítulo 103
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103: Capítulo 103 – Intenciones – Parte 3 103: Capítulo 103 – Intenciones – Parte 3 Editor: Nyoi-Bo Studio Cuando Heidi bajó de su carruaje, notó que el carruaje que Nicholas había usado por la mañana estaba ahora debajo del cobertizo, lo que indicaba que estaba de vuelta en la mansión.
Heidi debería haberse ido a su habitación, pero en vez de eso, sus pies la habían llevado hacia la habitación del Señor para hablarle sobre las cosas que ella aún no le había dicho.
Sabía que era tarde, pero tendría que decirle en algún momento u otro porque eventualmente se enteraría.
Él había creado una unión de almas, y sabiendo bien cómo la gente de allí trataba a los esclavos, ella tenía miedo de cómo se lo tomaría.
A pesar de todo ese miedo que llevaba consigo, continuó abriéndose camino hacia la habitación del Señor.
Lista para llamar a la habitación, levantó la mano, pero se detuvo al ver que la puerta estaba ligeramente abierta.
Empujando un poco la puerta, su garganta se secó al ante la vista de lo que estaba en frente de él.
El señor estaba sentado en la cama, con la espalda hacia ella, y una mujer estaba acostada a su lado, yaciendo inmóvil en la cama.
La mujer era una doncella de la mansión.
Las sábanas de Nicholas estaban negras, y era difícil saber si era sangre lo que había humedecido una parte de la sábana, la que era visible desde donde estaba.
Sintiendo su presencia en la habitación, el vampiro de sangre pura se dio la vuelta, con los labios ensangrentados, y los ojos que parecían desenfocados.
Francamente, Heidi no sabía cómo sentirse al respecto.
Él había matado a su doncella por sangre, quien ahora yacía en la cama con una expresión vacía en su rostro, mientras el señor parecía tranquilo.
—¿Adónde fuiste?
Me enteré por una de las doncellas que ambos, Stanley y tú, se fueron a mediodía a visitar a alguien.
Han pasado cuatro horas desde que te fuiste —aseveró, levantándose de la cama y limpiando los labios con el dorso de su mano.
Heidi no podía quitar su mirada de la persona muerta en la habitación, y sintió su corazón estremecerse.
Con el cuerpo muerto, su mente le volvió a hablar.
—Tú la mataste —murmuró Heidi, moviendo su mirada de vuelta hacia él—.
¿Por qué?
Nicholas pudo ver la nube de miedo en sus ojos mientras se tomaba su tiempo para hablar: —Tenía hambre —y luego añadió—: Es mucho más complejo de lo que aparenta.
—Por favor, explícamelo entonces —dijo ella, intentando comprender por qué él mataría a alguien si era sólo para saciar su sed.
—Cuando los pensamientos de hundir mis colmillos en tu piel pasan por mi mente, no puedo contener la necesidad de beber sangre.
Mis antojos han aumentado —las respuestas de Nicholas a sus preguntas siempre habían sido muy directas—.
La doncella estaba muy dispuesta, aun cuando sabía cuáles, y cómo terminarían siendo las consecuencias.
No tenía intención de matarla.
—No me importa que tomes mi sangre —dijo ella.
Escuchando eso, el señor rio.
—Si yo fuera tú, no estaría tan dispuesta.
Ven —dijo él, llevándola afuera, y lejos de su habitación—: ¿No te preocupa que termine tomando más de lo que se supone que debería?
—¿No sería mejor?
Que fuera yo en lugar de alguien más.
Detuvo sus pasos para mirarlo a los ojos.
—¿Qué haría yo sin ti?
—dijo él levantando la mano, frotando la piel de un lado de su frente con el pulgar que tenía suciedad.
—¿Es que una vida no es importante para ti?
—Lo es.
Sólo si es algo que considero que tiene algún valor —respondió—.
Deberías entender que la vida de un vampiro es muy diferente de lo que un humano puede comprender.
Las palabras de Nicholas gravitaban en su mente esa noche cuando se fue a la cama.
Indirectamente, era su culpa que la doncella hubiera muerto.
No entendía por qué él se negaba a beber su sangre ahora, cuando ya la había probado.
En los días siguientes, el señor entablaba breves conversaciones con ella durante las comidas, y las horas restantes, él desaparecía de su vista para estar encerrado en su estudio, o en su habitación.
Ella no sabía por qué, pero sentía que la estaba evitando, y ella se sentía afectada por ello.
Ella no había hecho nada malo, nada de lo que él pudiese estar consciente como para estar lo suficientemente enfadado, y evitarla tan sutilmente.
Ella era la que tenía derecho a estar enfadada con él por asesinar a la criada.
Quizás se sentía culpable al respecto, pensó Heidi.
Pero era de Nicholas de quien estaba hablando aquí, y la palabra culpa no se asociaba con el hombre.
Sentada en el salón, suspiró, sin poder leer el libro que había estado tratando de leer.
Se preguntaba si las cosas habían ido demasiado rápido entre ellos.
Ella había ido a su habitación para hablarle sobre ella, pero las cosas sólo se habían vuelto confusas.
Recordó lo que había pasado ayer por la mañana cuando Warren apenas había llegado a los pasillos de la entrada de la mansión.
—¿Qué es esto?
—preguntó Heidi al ver la gran caja rectangular que tenía en sus manos.
¿Era otro vestido de parte de Venetia?
Como leyendo su expresión, Warren dijo: —No es de mi madre.
Es de mi parte —dijo él, dándoselo a ella.
El señor, que estaba siendo acompañado por el mayordomo, estaba a la vista ya que venían a saludar a Warren.
—¿Qué es eso que tienes ahí contigo, primo?
—preguntó con una sonrisa el Señor Nicholas.
—Es un equipo de tiro, con arco para cazar.
Heidi fue muy buena dando en el blanco la última vez que fuimos a cazar —entonces se volteó para hablar con Heidi—.
Pensé que te gustaría tener tu propio arco y flecha, en lugar de pedir prestados otros la próxima vez que vayamos a cazar.
—Gracias por ser tan considerado al respecto.
Lo usaré bien —agradeció Heidi, tomando la caja en sus manos.
—A propósito, iba a ir a visitar el orfanato ahora.
¿Te gustaría venir?
Solamente si quieres, por supuesto —dijo, añadiendo la última línea.
—Sí, me encantaría ir allí contigo —dijo sonriendo, dando un pequeño vistazo al señor mientras lo decía, cuya mirada estaba clavada, con una sonrisa, en Warren.
Heidi había pensado que provocaría algún tipo de reacción en Nicholas, pero no hizo nada.
En vez de eso, el hombre los vio y le dijo: —Por favor, diviértanse mucho, y envíenles amor a los niños de mi parte.
Heidi se recostó en la silla en la que estaba sentada, reflexionando sobre ello.
Al oír que tocaban la puerta, vio que era Timothy, quien sostenía dos vasos llenos de vino en la mano.
—Espero que no estés ocupada como para tomar una copa —dijo entrando en la habitación—.
Nick está ocupado con algo más en las mazmorras ahora mismo, y pensé que era un buen momento para compartir un trago contigo.
—¿Qué es esto?
—preguntó ella tomando la copa que él le entregó.
—Es un buen vino de lo que adquirí en el mercado negro el día de hoy.
Está hecho de flores salvajes, así que al principio te puede parecer un poco extraño —advirtió él, tomando un sorbo de su propio vaso y tarareando en aprobación.