Heidi y el señor - Capítulo 105
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- Capítulo 105 - 105 Capítulo 105 - Cueva de zorro - Parte 1
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105: Capítulo 105 – Cueva de zorro – Parte 1 105: Capítulo 105 – Cueva de zorro – Parte 1 Editor: Nyoi-Bo Studio Lettice, quien estaba sentada junto a Heidi en el carruaje, vio a la mujer sacar el reloj de bolsillo que llevaba consigo, abriéndolo con una vuelta para ver la hora, antes de volver a ponerlo en el lado izquierdo de su abrigo.
El esposo de Lettice, Rhys, tenía trabajo con el Señor Nicholas y, por lo tanto, la había llevado a la mansión de Rune para que pudiera discutir el trabajo con los otros hombres.
Su marido era un hombre sobreprotector que no hablaba mucho de su aversión hacia los humanos, pero estaba claro que no le gustaba que ella se mezclara con ellos.
Especialmente la gente de la sociedad baja.
Rhys había sido criado en una casa llena de vampiros de pura sangre.
Su familia rechazaba a los humanos y fue un milagro cómo la habían aceptado.
El milagro siendo una unión de almas.
El carruaje se dirigía en dirección a la ciudad, con el caballo tirando del carro pulido en medio del bosque.
Ella miró a los dos guardias que estaban sentados frente a ellos.
De los dos, sólo uno era de ella, y el otro fue asignado para cuidar de su amiga, quien era bastante nueva, ya que usualmente no tenía guardias a su alrededor.
Atrás en la mansión, antes de que se fueran, Lettice se había preguntado si el Sr.
Lawson finalmente había puesto una marca en Heidi, pero no había ninguna en su cuello.
Las marcas puestas por los vampiros variaban una de otra, como la de ella, que parecía una mordedura de vampiro, aunque con la poca cantidad de uniones de alma creadas en la sociedad vampírica, pocas de ellas tenían diseños alrededor de su cuello.
El mayordomo había sido rápido en enviar un guardia con ellas, en el momento en que las mujeres habían decidido visitar la iglesia en la ciudad contigua.
Cuando se bajaron del carruaje, Lettice vio algo que no hubiese esperado ver.
Pudo ver aparecer una marca en el cuello de Heidi, pero la marca no pertenecía a Warren Lawson.
Heidi, quien estaba cepillando la parte de abajo de su falda, dijo: —¿Sabías que los sacerdotes de aquí son todos brujas blancas?
Nunca pensé que sería así porque en Woville…
—paró de hablar cuando miró a Lettice y la encontró mirando fijamente a su cuello.
—Has creado una unión de almas —escuchando el susurro de Lettice, Heidi se cubrió rápidamente el cuello con su mano, en donde estaba el nombre.
Con lo que había aprendido de Nicholas, la marca iba a permanecer oculta, pero que apareciera de la nada, era algo para lo que no se había preparado.
Lettice sacó su pañuelo y lo puso alrededor del cuello de Heidi para cubrir la marca.
Heidi no sabía qué decir.
Al no saber qué decir en el momento, Heidi sugirió: —Vamos a la iglesia.
Y ambas mujeres se dirigieron hacia la iglesia, junto con los dos guardias siguiéndolas de cerca desde atrás.
Heidi había llevado a Lettice a la ciudad para poder hablar, y preguntarle sobre cosas que no podía preguntar a nadie más.
A veces los libros no tenían las respuestas a tus preguntas, y Lettice era la que podía responderle.
Se conocían desde hacía poco tiempo, pero Heidi sabía que podía confiar en la mujer cuando se trataba de guardar un secreto.
Una vez que tomaron sus asientos, con los guardias que estaban sentados en la parte de atrás, Lettice finalmente preguntó: —¿Era el Señor Nicholas de quien estabas enamorada?
—Sí —respondió Heidi, asintiendo con la cabeza.
Luego le explicó cómo se habían desarrollado las cosas entre ellos, desde la primera vez que había conocido a Nicholas, hasta ahora.
Lettice escuchó a Heidi hablar con una línea contorneada entre sus cejas, asintiendo ocasionalmente.
—¿Lo han conversado entre tú y Warren?
Heidi negó la cabeza: —No lo hemos hecho.
Ni siquiera estoy segura de qué decir, porque hay ocasiones en que parece que Warren está cumpliendo con su papel como mi prometido.
No sé qué decirle más que seguir la corriente, como Nicholas me ha pedido.
Warren era el educado de siempre, llevándola a salir de vez en cuando, a la ciudad, o a visitar a su madre y parientes.
Nicholas no había hablado al respecto, por lo tanto, ella misma concluyó que eran las órdenes del Señor dadas a Warren.
—Si no hubiera visto la marca de la unión de almas, habría pensado que él te estaba seduciendo —confesó Lettice con franqueza.
Ella había oído de su marido cómo el señor había matado a muchas mujeres en la cama, y Heidi era una querida amiga suya.
No quería que el señor la matara—: ¿Qué vas a hacer con la marca?
—Probablemente tendré que preguntarle a Nicholas sobre esto.
Dijo que no aparecería, al menos hasta que los conflictos en el sur estallaran, pero lo ha hecho y no sé la razón.
¿La unión de almas afecta de forma diferente para cada individuo?
—preguntó.
—Tal vez lo hace.
No podemos decir nada con certeza, ya que nadie las ha investigado en profundidad.
El universo es un agujero negro sin fondo.
No importa cuánto uno intente alcanzar el conocimiento, aún habrá cosas que no entendemos.
Estoy segura de que el Señor Nicholas tendrá respuestas para esto.
Estoy feliz de que finalmente hayas unido almas con el hombre de quien te enamoraste —dijo Lettice, quien le dio una alentadora sonrisa a Heidi.
—Gracias por entender —sonrió de vuelta, antes de mirar al sacerdote quien se inclinó ante ellas mientras pasaba.
—¿Visitas a menudo la iglesia?
—En ocasiones.
Me gustan los sonidos de las campanas.
Me dan esperanza.
—Sabes que huir ya no es más una opción —dijo Lettice en voz baja, para ver a Heidi suspirar.
Lettice había escuchado una buena parte de lo que Heidi había experimentado con su familia directamente de ella, así como también el hecho de que una vez había intentado huir de su familia, lo que resultó ser un fracaso.
—Lo sé —respondió con una pequeña sonrisa.
Ella no planeaba huir, al menos no desde que se había unido con el Señor.
Había encontrado el amor, un lugar al que pertenecer, pero tenía miedo del futuro.
—¿Qué es lo que estás esperando entonces?
—preguntó Lettice, mirando a Heidi quien había cerrado los ojos para escuchar el sonido de las campanas.
—Aceptación —dijo Heidi, expulsando sus palabras—.
Cada vez que reúno el coraje para ir a decírselo, algo siempre nos interrumpe, y termino no diciéndoselo.
—Todo estará bien —prometió.
La rubia mujer no sabía exactamente qué tipo de aceptación estaba buscando Heidi, sin embargo, la apoyaba—: Ten confianza, Heidi.
Estoy segura de que todo saldrá bien.
—Sí —asintió con su cabeza.
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