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Heidi y el señor - Capítulo 109

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109: Capítulo 109 – Cueva de zorro – Parte 5 109: Capítulo 109 – Cueva de zorro – Parte 5 Editor: Nyoi-Bo Studio Nicholas se había puesto furioso una vez que había visto la cama hecha de esa forma en la habitación de Heidi.

El primer pensamiento que había pasado por su mente era que ella había huido.

Lejos, para seguir al hombre, y deseó haberlo matado para evitarse tantos problemas.

Los pies humanos sólo podían llevarle una cierta distancia, y con la lluvia que había caído tan fuerte, no había forma de que uno pudiera salir del bosque.

Las emociones lo habían inundado ante la idea de que ella desapareciera.

Había buscado entre la espesura de los árboles, hasta que encontró su reloj de bolsillo, el cual se podría haber caído cuando ella entró en la cueva.

Nicholas había estado frenético hasta el momento en que la había encontrado, recordando que la última vez que surgieron estas emociones fue cuando su madre murió.

Heidi miró a Nicholas, viendo sus emociones desnudas ante sus ojos.

Enojo, amor, miedo, tristeza, ella las vio todas, aunque solo fuera por un momento fugaz.

—Confío en ti….

más que en nadie en quien haya puesto mi confianza, pero temo por lo que venga —habló mirando hacia abajo para ver aparecer los zapatos de Nicholas frente a ella.

—No lo sabré si no me dices qué es lo que te está preocupando —escuchó decir a Nicholas.

—He querido decirte algo desde hace ya mucho tiempo —comenzó Heidi, mirando en todas partes, menos hacia él—: Yo no soy quien tú crees que soy.

No soy la hija de un Curtis —y respirando hondo, juntó todo el coraje que pudo reunir y dijo—: Yo era una esclava antes de que la familia Curtis me acogiera.

Desafortunadamente, los truenos tronaron al mismo tiempo, haciendo eco con su sonido a través del vasto bosque.

Nicholas se quedó allí parado, mirándola con seriedad y ella no sabía si había escuchado lo que acababa de decir.

Abrió su boca para hablar, pero Nicholas la asustó cuando la jaló en un abrazo.

—¿Te parece bien que sea una esclava?

—preguntó ansiosamente.

—No.

Vamos a la bruja más cercana y veamos si podemos quitar la marca de la unión que te he puesto —dijo él, y Heidi tuvo que parpadear para devolver las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos, las que lo hicieron de todos modos, mezclándose con las gotas de lluvia que caían sobre su cara—.

¿Era eso lo que esperabas que dijera?

Niña tonta —reprendió con una dulce voz—.

¿No te dije que eso me es indiferente?

Seguirás siendo la persona que he escogido.

Heidi no podía creer que la hubiera aceptado tan fácilmente.

Ella lo miró fijamente, con mucho más amor que antes, y él no se perdió la adoración en sus ojos.

—En serio, tienes que aprender a escuchar lo que digo.

Volvamos ahora —dijo tomando su mano en la suya.

Ella obedeció en silencio, y sin decir una palabra, se dirigieron a la mansión.

Cuando Nicholas y Heidi llegaron a la mansión, ambos estaban empapados desde la cabeza hasta la punta de sus pies.

Nicholas no había soltado la mano de Heidi, ni siquiera después de haber llegado a la mansión.

En lugar de llevar a Heidi a su habitación, o de soltarle la mano, la llevó a su habitación y la hizo sentarse en la silla.

Nicholas le dio una toalla seca para que pudiera secar su cabello, y lo hizo con incomodidad, preguntándose si Nicholas estaba siendo cuidadoso al mantenerla a la vista, para que así no volviera a escabullirse justo bajo su nariz.

Su ropa estaba mojada y no había manera de que se secara en pocos minutos.

Levantándose, se dio la vuelta solo para encontrarse cara a cara con Nicholas sin camisa.

Rápidamente, miró hacia otro lado mientras el rubor empezó a aparecer en su cara.

—Debería ir a cambiarme de ropa —dijo ella a punto de ir a la puerta, pero Nicholas le tomó la muñeca justo a tiempo.

—Pasa la noche conmigo —dijo él, sin ningún rastro de humor en sus ojos.

Heidi abrió su boca, pero no le salió la voz.

Su cara se puso roja mientras él esperaba su respuesta.

—Está bien…

—respondió finalmente, sintiendo cómo Nicholas la jalaba de su muñeca hacia él, quitándole el cabello mojado de su cara.

Muy lentamente, él se inclinó hacia adelante, agachándose para besarla en los labios.

Lo que comenzó como un pequeño beso, se convirtió en uno apasionado y acalorado mientras él empujaba su lengua dentro de su boca, frotando una con otra.

Una de sus manos presionaba la parte baja de su espalda, mientras dejaba que la otra se enredara en su cabello.

Heidi sintió que el aire escapaba de su cuerpo ya que Nicholas no dejaba ir su boca, para seguir besándola profundamente.

Ella lo sintió tirar de la parte de atrás de su cabello, lo que sólo hizo que abriera más su boca, dándole un mejor acceso hacia ella.

Para cuando él se movió hacia atrás, su visión trató de volver a estar en orden.

Nicholas pasó su dedo por encima de sus grandes labios, que ahora parecían hinchados.

Aparte del golpeteo de la lluvia contra las ventanas de la habitación, Heidi podía oír su respiración irregular después de aquel beso.

La forma en que Nicholas la miraba en ese momento la hacía sentirse tímida.

Era como si ella fuera todo su universo, y sus ojos no encontraran nada más que a ella.

No sabía por qué dio un paso hacia atrás, pero cuando lo hizo, él se apresuró a ponerla de vuelta en sus brazos.

—¿Ya estás retrocediendo?

Ni siquiera he empezado aún —susurró al lado de su oído con una pequeña risa.

Nicholas parecía diferente ahora; por supuesto que era él, pero ella nunca antes había experimentado a ese Nicholas sexualmente atractivo, tratando de atraerla dentro de su cueva.

—¿Estás asustada?

—dijo él, recorriendo con su dedo la columna en su cuello—.

Date la vuelta para mí, cariño.

Hábiles y experimentados, sus dedos bajaron el cierre de la parte de atrás de su vestido.

Colocando ambas manos a cada lado de sus hombros, empujó el vestido fuera del camino, el que ocultaba debajo, su pálida piel.

La respiración de Heidi se detuvo cuando el vestido que llevaba cayó al suelo, y ella yacía de espaldas frente a él con nada más que una prenda interior que cubría sus glúteos, que también estaban mojados.

Ella sintió un escalofrío cuando sintió los labios de Nicholas en su espalda, donde la marca del establecimiento de esclavos estaba grabada en su piel.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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