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Heidi y el señor - Capítulo 110

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110: Capítulo 110 – Cueva de zorro – Parte 6 110: Capítulo 110 – Cueva de zorro – Parte 6 Editor: Nyoi-Bo Studio A Nicholas no le gustaba el hecho de que hubiera algo más, aparte de su unión de almas, que hubiera sido marcado en la piel de su mujer.

Ahora entendía por qué se había enfadado cuando los esclavos eran maltratados.

Haber sido una esclava fue lo último que se le hubiera ocurrido, aunque no es que le importara.

Al ver a Heidi cubrir la parte superior de su cuerpo con ambas manos, demasiado tímida para soltarlas, la giró cuidadosamente.

No había necesidad de apresurarse, ya que la noche era joven, pero al mismo tiempo, su paciencia se había perdido hacía mucho tiempo.

A pesar de todo, la dejó adaptarse a su tiempo.

—Perdiste más peso del que pensaba —lo escuchó murmurar mientras le daba un beso en el hombro—.

Necesito pedirle a Stanley de que se asegure que estés bien alimentada.

—No quiero estar gorda… La última palabra desapareció en un suspiro cuando Nicholas la besó en un costado del cuello.

Rodeándola con sus brazos, la empujó de vuelta contra su pecho.

—Tú nunca estuviste gorda, cariño —dijo cubriéndola de besos en sus hombros.

Heidi sintió su nariz recorrer su cuello, cuando de repente, le dio la vuelta para estar frente a frente.

Su cara se ponía más roja con cada segundo que pasaba.

Los ojos de Nicholas no bajaron por su cuerpo, sino que la miraron fijamente a los suyos.

Él había cogido sus dos manos entre las suyas, y le entregó otro beso hasta que se sintió perdida sin él.

Heidi sintió cómo la guiaba hacia él, mientras no soltaba sus labios, besándola continuamente con la misma pasión.

A medida que él se inclinaba, ella llegó sobre la cama, subiéndose él, sujetando su cintura.

Él succionó y mordió sus labios, dejándola sentir el pinchazo de uno de sus colmillos, el cual acababa de rozarle los labios.

Asimilando el cuerpo de ella, el que era exhibido para que él lo viera, Nicholas tocó sus labios con uno de sus dedos, el cual se movió pasando por su garganta y entre su pecho, haciendo que su aliento se detuviera en su garganta.

Continuó bajando para ver cómo su estómago se hundía con placer, mientras su aliento se agitaba, hasta que se detuvo justo encima de su ropa interior.

Heidi pudo ver que sus ojos se habían vuelto oscuros.

Con él sin camisa, ella se tomó su tiempo para admirar los músculos que había perfeccionado en su cuerpo.

Cuanto más abajo iban sus ojos, más rápido comenzaba a latir su corazón en su pequeño pecho.

Heidi dio un profundo respiro cuando el dedo que se había ido hacia abajo comenzó a retroceder hacia donde había comenzado.

Cuando introdujo su pulgar en la boca de ella, presionando su lengua, se inclinó hacia abajo, poniendo su cuerpo en acción, antes de capturar su boca en la de él.

Sus manos se retorcían en las sábanas debajo de ella en el momento en que sus labios lentamente bajaron por su garganta, y luego por sus clavículas.

Al igual que sus labios, que habían comenzado a actuar en el cuerpo de ella, sus manos también comenzaron a deleitar su cuerpo con placer.

Una de sus manos se abrió pasado hacia sus pechos, y lo apretó, oyendo su gemido.

Heidi cubrió los labios de su boca instantáneamente ante la voz que acababa de salir.

—¿Qué estás haciendo?

—escuchó preguntar a Nicholas—.

No cubras tus gemidos.

Déjame oírlos —dijo con mucha paciencia.

Le quitó las manos de su boca con fuerza, para besar sus labios antes de bajar por su pecho, y darle una pequeña lamida a su pezón, para recibir un audible jadeo de parte de ella.

Su lengua húmeda lamió su pezón un par de veces antes de enrollar su boca alrededor del botón excitado, el cual había empezado a endurecerse debajo de su tentadora boca.

Su otra mano se dirigió hacia el otro seno, enrollando el pezón con sus dedos mientras continuaba succionando su otro seno.

Cambiando de pecho, le dio igual atención al otro.

Heidi gritó de placer cuando Nicholas le mordió ligeramente su pezón antes de lamerlo suavemente.

Sus labios besaron su estómago, y cuando llegó a la última prenda que tenía puesta, él la miró para ver que no había signos de resistencia.

Con la forma en que ella lo miraba ahora mismo, con ojos ansiosos y vidriosos, él sintió como ella se apoderaba de su corazón en ese momento.

No sabía si era por la ropa interior blanca y limpia que ella llevaba, pero le recordó a una historia que había leído hacía unas décadas.

Se trataba de un hombre que robó, y escondió, las alas de un ángel para que ella pudiera quedarse con él para siempre.

Si Heidi fuese ese ángel, pensó Nicholas para sí mismo, no sólo las robaría, sino que también quemaría las alas para que ella no tuviera ningún otro lugar a donde ir sino hacia él.

Heidi sintió como enganchaba sus dedos a ambos lados de la prenda, bajándola con un rápido movimiento.

Demasiado tímida para mirarlo a los ojos, ella miró hacia la chimenea que estaba encendida.

Dando una pequeña mirada al hombre que parecía Dios, ella lo vio levantar sus pies de la cama, y besarle el tobillo, como si estuviera adorando su cuerpo como a su templo.

A medida que sus labios se avanzaban hacia arriba, él besó y chupó su muslo.

Ella no se hubiera esperado que él la mordiera allí, y cuando lo hizo, gritó de dolor, levantando su cuerpo de la cama antes de volver a caer.

—Ni…Nicholas —tartamudeó avergonzada cuando él le separó las piernas para que así pudiera ver lo que yacía entre ellas—.

¿Qué hay de ti?

—preguntó de repente, queriendo distraer, e intentando prolongar lo que estaba por venir.

—¿Yo?

—ladeó su cabeza ante ella antes de que una sonrisa perezosa apareciera en sus labios—: Esta noche, solo se trata de ti.

No tienes que preocuparte por eso.

Él se inclinó para besar la parte interna de su muslo, antes de que sus labios se posaran sobre su sexo húmedo, a lo que ella gimió su nombre.

Él lamió y sondeó su lengua dentro su sexo caliente, lamiendo el jugo que había empezado a fluir.

Su respuesta fue un aire fresco dentro en ambiente contaminado de él, y cada sonido que pasaba a través de sus labios, lo deleitaba.

Él tocó su clítoris antes de empujarlo lentamente hacia adentro, viendo cómo se retorcía.

Heidi cerró sus ojos mientras el dedo de Nicholas entraba en ella.

Con su dedo que se movía dentro y fuera de ella a un ritmo constante, ella se sintió totalmente avergonzada de verlo a él, mirándola con una expresión excitada en su cara.

Pasó un tiempo antes de que él agregara un segundo dedo.

Cuando sus dedos se movieron más profundamente que antes, ella cerró sus ojos, con su boca se abierta en un silencioso grito de placer.

Oyendo el traqueteo de la ropa, los ojos de Heidi se abrieron para ver a Nicholas, quien se había deshecho del resto de su ropa, mientras él se cernía sobre ella con su grueso astil que se había endurecido con la excitación.

Volviendo hacia arriba, la besó mientras sus manos trazaban las curvas de su cintura.

Tirándose hacia atrás, le dijo: —Déjame satisfacer tus necesidades, así como también las mías.

El corazón de Heidi latía con fuerza dentro de su pecho cuando colocó su virilidad frente a su candente núcleo, que se agitaba en la necesidad.

Cuando sintió que lo empujaba hacia adentro, ella gritó, retorciendo sus manos en las sábanas.

—Shh —susurró Nicholas en su oído—.

Es sólo la primera vez.

Mejorará, te lo prometo —habló suavemente.

Él no se movió, y esperó a que ella se adaptara a él estando dentro de ella.

Cuando sintió que finalmente estaba lista, lentamente se salió, y luego volvió a empujar hacia adentro.

Cuando se trataba de la unión de alma, era solo hasta cierto punto que un hombre podía resistir, y la paciencia de Nicholas se rompió a medida que sus movimientos comenzaban a acelerarse.

Heidi no se dio cuenta cuando el dolor se había convertido en placer.

Con cada empujón y golpe, ella gritaba su nombre, una y otra vez hasta que su garganta se secó.

La mirada que tenía Nicholas mientras embestía contra ella, la excitó aún más de lo que ya estaba.

Nunca había sabido, hasta ahora, que algo así existía; el lugar donde uno podía encontrar el cielo.

—¡Nick…!

—gritó su nombre mientras su cuerpo se arqueaba en la cama cuando él finalmente liberó su orgasmo dentro de ella.

Heidi sentía que su cuerpo se había agotado, pero ese no parecía ser el caso cuando se trataba de Nicholas, ya que su hombría se endureció de nuevo al ver a Heidi acostada debajo de él.

Sus ojos se abrieron de par en par.

Él le dio una sonrisa maliciosa mientras le besaba el cuello.

—No creíste que eso sería suficiente para satisfacerme, ¿verdad?

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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