Heidi y el señor - Capítulo 111
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111: Capítulo 111 – Él – Parte 1 111: Capítulo 111 – Él – Parte 1 Editor: Nyoi-Bo Studio Nicholas miró fijamente a la pared mientras dejaba salir el humo por sus labios.
El humo tenía un olor a esencia de bosque, a diferencia del olor acre que dejaban los habanos habituales.
Los había comprado durante una subasta solo por interés.
Aunque era un fumador, no le agradaba mucho el olor que emitían los puros normales.
Se sentó apoyándose en la cabecera de la cama, con los pies cruzados y cubiertos con una parte de la manta negra, la que tapaba la parte inferior de su cuerpo, mientras que el resto era compartida con Heidi, quien dormía a su lado.
Su cara estaba ensombrecida con una expresión grave mientras fumaba otra bocanada del cigarro, antes de apagarlo en el cenicero junto a la cama.
Con el número de décadas que habían pasado, él nunca había pensado que se encontraría en un día así; al menos, no en ese estado.
Mirando a su costado, a la mujer que ahora estaba profundamente dormida, con delantera presionada contra el suave colchón, le movió su cabello hacia atrás, el cual le dificultaba ver su rostro.
En el pasado, una vez que estaba despierto, nunca dejaba que ninguna mujer compartiera su cama.
Ya fuera que las despertaba para que volvieran a tener relaciones sexuales o para que salieran de la habitación, y que el mayordomo pudiera ocuparse del resto, al poner a las mujeres alguna de las habitaciones para huéspedes, ya que le parecía una molestia.
Pero con Heidi, lo único que quería hacer ahora era despertarla para que pudieran reanudar lo que estaban haciendo anoche.
Pero su expresión de felicidad no le permitía hacerlo.
Justo después de que hubieran terminado la segunda ronda, ella cerró sus ojos cansada, y se quedó dormida.
Los ojos de Nicholas captaron la marca de esclava en su espalda, y cuando fue a tocarla, ella tembló de frío para acurrucarse más cerca de la almohada.
Desde que la había conocido, en ese segundo, Nicholas sabía que había algo sobre Heidi.
Cuanto más tiempo pasaba con ella, más intrigante la encontraba.
Él sabía que ella había estado escondiendo algo, algo que no era capaz de expresar, ya que sus actitudes siempre eran cautelosas.
La forma en que se movía, la forma en que hablaba, siempre era cuidadosa.
Incluso con sus francas contestaciones hacia él, ella era precavida.
De entre todas las cosas, él nunca hubiera imaginado que ella pudiera ser una esclava.
El pasado de Heidi no le importaba.
No era nadie para cuestionarlo, cuando el suyo estaba manchado con sangre.
Era un procedimiento del establecimiento de esclavos que, una vez que un esclavo era vendido, el amo le daba a él, o a ella, una marca temporal, o les ponía un collar para identificar a quién pertenecía.
Por supuesto, Heidi no tenía ninguna de las dos cosas, ya que se crio en la casa de los Curtis, pero él no sabía cuándo los Curtis la habían acogido.
Sería una mentira el decir que la familia no estaba consciente de dónde había venido porque, con la información que recibió del chico de la pala, Heidi había vivido con la familia desde siempre.
La única razón por la que le había pedido a su mayordomo que fuera a buscar al muchacho era porque sabía que obtendría la información que estaba buscando.
No le tomó mucho tiempo entender cuál era la situación.
También había algo más que había descubierto.
Cuando la tregua se había preparado, se propuso que una dama de Woville se casaría con Warren.
En lugar de la mujer de la foto, que en realidad era Nora Curtis, Heidi había llegado en su lugar.
La familia Curtis no debió haber estado preparada para enviar a su propia hija, a una tierra dominada por los vampiros, y, por lo tanto, habían enviado a Heidi, pensó Nicholas.
La primera vez que visitó Woville después de venirse a Bonelake, sus ojos tenían una expresión dolorosa.
En ese momento, él lo había ignorado, ya que no era su problema, pero ahora, el problema de Heidi se había convertido en su problema.
Suspiró al pensar en ello.
Debería haber sabido que las cosas se pondrían difíciles una vez que uniera su alma con la de ella.
Debió haber esperado hasta que el asunto de Mythweald se resolviera, pero se le había acabado la paciencia.
No quería que nadie se la arrebatara, y no había forma de saber cuándo Heidi podría escapársele.
Ayer había sido un asunto totalmente diferente.
Él se lo había dejado claro, y, aun así, ella había escapado hábilmente de la criada para encontrar al niño, en el caso de que él lo hubiera encadenado en la mazmorra.
Como escuchó alguna vez decir a los humanos, más vale prevenir que curar.
No se arrepentía de su decisión.
Nunca lo hizo.
Era muy raro que se arrepintiera de algo en la vida, pues hacía lo que le complacía, sin tener en cuenta los sentimientos de los demás.
Aunque Nicholas y Heidi estaban unidos ahora, no significa que no le preocupara.
Una cosa que había aprendido era que nada era para siempre.
Las cosas cambiaban, y la gente también.
Con el tiempo, se había dado cuenta de algo sobre esa hermosa mujer, quien había logrado apoderarse de su oscuro corazón.
Heidi era una de aquellas que tenía una fuerte voluntad.
Podría haber sido por el tiempo que pasó en el establecimiento de esclavos, ya que era lo mismo con su mayordomo, y también, porque estaba influenciada por su personalidad.
Inclinándose, puso un tierno beso a un costado de su sien.
Cuando Heidi se despertó a la mañana siguiente, su cuerpo se sentía si hubiera sido bien empleado la noche anterior.
Ella hizo un gesto de dolor al sentarse.
El cielo estaba brillante y despejado después de la lluvia del día anterior.
La habitación no tenía reloj como para saber qué hora podría ser, y se preguntó si era porque el tiempo no era de importancia para un vampiro de sangre pura.
Nicholas no estaba en ninguna parte de la habitación, pero al oír más cuidadosamente, oyó el agua correr en el baño.
Tirando de las mantas negras para cubrir su frente, todavía podía sentir su cuerpo vibrar con lo que ella y Nicholas habían hecho la noche anterior.
Sintiéndose avergonzada, cerró los ojos por lo que había pasado.
—No pensaste que eso sería suficiente para satisfacerme, ¿verdad?
—preguntó.
Heidi, que finalmente tuvo la oportunidad de respirar después de que su visión volviera a ella, sintió sus ojos abrirse de par en par.
Al principio, ella había pensado que él estaba bromeando, y le había expresado su opinión.
—Estás bromeando.
Pero ese no parecía ser el caso, ya que él cogió una de sus piernas, acariciando su pantorrilla con sus labios pecaminosos, y le preguntó con una mirada lujuriosa: —¿Alguna vez he bromeado contigo?
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