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Heidi y el señor - Capítulo 112

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112: Capítulo 112 – Él – Parte 2 112: Capítulo 112 – Él – Parte 2 Editor: Nyoi-Bo Studio Cuando se abrió la puerta del baño, Nicholas entró en la habitación con nada más que una toalla alrededor de su cintura.

Su pelo estaba mojado, y gotas de agua se deslizaban por su cuerpo para ser absorbidas por la toalla.

Al verla despierta, caminó alrededor de la cama para ir y sentarse a su lado.

—Buenos días.

¿Dormiste bien?

—preguntó.

—Sí —contestó sin poder mirarlo a los ojos.

Nicholas, que se dio cuenta, dijo: —No hay nada de qué avergonzarse.

Especialmente por la forma en que gritaste mi nombre tan apasionadamente —dijo burlándose de ella, ante lo cual, Heidi reaccionó poniéndose aún más nerviosa.

—No lo estoy.

Simplemente no estoy acostumbrada —murmuró, antes de recorrer su cuerpo con sus ojos hasta encontrarse con los suyos.

Sus ojos eran de un tono más oscuro de rojo, tan rojo como la sangre que vio en la mazmorra.

Aquel era el hombre que no tuvo éxito en matar a Nicholas.

Nicholas no lo había matado, sino que lo había mantenido vivo para torturarlo.

—¿Cómo te sientes?

—Un poco cansada y…

sudorosa —dijo ella, sintiéndose como la sucia mientras Nicholas olía a jabón—.

Debería ir a darme un baño.

—Si hubiera sabido que te ibas a despertar antes, te habría esperado —la sangre se le subió a las mejillas, le dio una sonrisa incómoda, en respuesta a su sonrisa burlona—.

El agua está ya está caliente aquí, y no hay ninguna regla de que uno no pueda bañarse de nuevo.

Y con esa afirmación, él la levantó en sus brazos y comenzó a caminar hacia el baño.

—¡Cre…Creo que estoy bien!

¿No tienes trabajo hoy?

Heidi no había preparado su mente, y necesitaba tiempo para digerir su propuesta.

—Los dejé otro día —dijo mientras bajaba un par de escaleras, hasta que llegaron al estanque de agua.

El señor de Bonelake tenía un lujoso cuarto de baño, en el que ella nunca había puesto sus ojos.

Era grande.

Tan grande como una de las habitaciones de huéspedes, con grandes ventanales de cristal que tenían una tonalidad brumosa para no se pudiera ver desde dentro, o desde fuera.

Cuando la bajó para ponerse de pie, Heidi se quedó asombrada mirando la amplia habitación, en la que el baño se había construido en el centro.

—Tira la sábana, Heidi.

Ella había olvidado que había llevado las sábanas consigo cuando Nicholas la levantó de la cama.

Sus ojos se fijaron en ella, sin parpadear hacia ningún otro sitio, y luego ella le dijo: —¿Y qué hay de ti?

—preguntó para verlo sonreír.

Moviendo su mano hacia la toalla que se había colocado, la tiró para dejarla caer al suelo.

—Listo —el Señor Nicholas era un hombre valiente, un hombre que no tenía vergüenza de lo que le rodeaba.

Sintiendo su renuencia, dijo—: Yo entraré primero.

Se dio la vuelta, con la espalda hacia ella, mostrándole los músculos tensos de su cuerpo.

Dejando caer la manta sobre el suelo duro, Heidi se metió en el agua, sumergiendo su cuerpo en el estanque.

—Ven aquí —oyó a Nicholas hablarle, quien estaba de pie cerca de las escaleras que fueron construidas dentro del gran estanque de agua.

A su lado yacían unas botellitas junto con el jabón.

Tragando suavemente, ella caminó hasta donde estaba él, solo para ser jalada hacia delante, y sentir sus labios sobre los de ella repentinamente.

La agarró su cintura con más fuerza mientras deslizaba su lengua dentro de su boca.

Chupó sus labios inferiores para escucharla gemir, y apretar sus anchos hombros.

Una de sus manos se deslizó por la curva de su cintura hasta la tonificada parte inferior de su cuerpo, antes de empujar su dedo entre las piernas de Heidi.

—¡Nick!

—jadeó ante la repentina intrusión.

Su dedo se deslizaba lentamente hacia adentro, y hacia afuera de su sexo caliente—.

¿Qué estás haciendo?

—preguntó.

—Limpiándote, por supuesto.

Podía sentir el dolor apagado entre sus piernas, pero al mismo tiempo, algo comenzó a acumularse lentamente en la parte inferior de su abdomen, y estaba empezando a volverla loca.

Incrementó la velocidad a medida que su dedo se metía en su centro: —N…

Nick por favor…

—¿Por favor qué?

—preguntó suavemente, viendo el remolino de placer en sus ojos.

—N…

no lo hagas.

Yo…

voy a….

voy a morir —dijo ella con dificultad para respirar.

Sus palabras hicieron sonreír a Nicholas.

—No morirás a causa de un orgasmo —recalcó él, empujando su dedo más profundo, y más rápido, hasta que la oyó gritar su nombre.

Cuando su cuerpo cayó sin fuerzas, él la sostuvo con ambas manos.

Llevándola hacia las escaleras, la hizo sentarse en una de ellas, y él tomó asiento justo detrás de ella.

Vertiendo el agua que se había enfriado sobre su cuerpo, tomó la pequeña botella y vertió el líquido dentro de ella en sus manos, poniéndolas en el cabello de Heidi, y masajeándolo suavemente.

Heidi le dejó hacer su trabajo con los dedos, mientras ella se sentaba frente a él sin decir una palabra.

Era como si hubiera soltado a un animal que merodeaba a su alrededor, y no quería ser atacada en ese momento.

Al mismo tiempo, ahora mismo, sus dedos estaban siendo tiernos y cuidadosos.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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