Heidi y el señor - Capítulo 118
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- Capítulo 118 - 118 Capítulo 118 - A sangre fría - Parte 1
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118: Capítulo 118 – A sangre fría – Parte 1 118: Capítulo 118 – A sangre fría – Parte 1 Editor: Nyoi-Bo Studio La flecha voló sibilante en línea recta, golpeando la bellota que estaba colocada en el tocón del árbol, cogiéndola con fuerza antes de golpear el árbol que estaba detrás de ella.
Nicholas caminó hacia el tocón y colocó otra pequeña bellota sobre él.
Comparado con el estilo de caza habitual del señor, en donde el objeto siempre era un animal, él optó por utilizar las cáscaras de bellota por el bien de Heidi, sabiendo bien que no sería capaz de disparar su flecha en un animal aún.
—¿Todos los vampiros son tan buenos cazando?
—preguntó a Nicholas mientras sostenía su propio arco cerca de su pecho.
Era el arco que Warren le había regalado.
—Esa es una sobreestimación que los humanos tienen de los vampiros.
Nacemos con fuerza inhumana, y fuerza vital, pero si un vampiro no trabaja y práctica, será como cualquier otro ser mortal.
Se trata de trabajar duro.
Ten —dijo entregándole la flecha.
La última vez había salido a cazar con Nicholas y los demás, había tenido suerte al dar justo en el blanco, pero no estaba segura de poder darle a la cáscara de bellota que yacía enfrente de ella.
Poniéndose en una posición, no muy lejos del objetivo, levantó el arco y flecha, intentando apuntar, cerrando uno de sus ojos mientras mantenía el otro sobre la bellota.
Cuando soltó la flecha, voló en otra dirección, haciendo que entrecerrara los ojos.
—Las primeras veces siempre son más complicadas.
Inténtalo de nuevo —escuchó a Nicholas animarla, quien ahora estaba parado, apoyando su espalda sobre un árbol.
Heidi cogió una nueva flecha en su mano, poniéndola contra el arco mientras intentaba apuntar.
Respirando hondo, revisó dos veces, pero parecía que tenía razón.
La vez anterior había sido pura suerte, o quizás hoy no era su día.
Dándose la vuelta, vio a Nicholas dándole una sonrisa antes de que empujara su cuerpo contra el árbol, levantándose y recogiendo una flecha del bulto que yacía en el suelo, y caminó para pararse detrás de ella.
—Empecemos desde el principio, ¿está bien?
—dijo él, levantando su mano que sostenía el arco, él colocó ambas manos sobre sus hombros, girándolos ligeramente hacia la izquierda.
Pero las manos de Nicholas no se detuvieron para descansar allí.
Viajaron hasta su espalda, empujándola suavemente.
Una de sus manos se dirigió a su estómago.
—Mételo.
Sus palabras rozaron la oreja de Heidi.
Con el quieto sonido del bosque que los rodeaba, Heidi sintió cada nervio de su cuerpo cobrar vida.
Su cuerpo traicionero escuchaba y respondía a sus palabras, en vez de dejarla concentrarse en el objetivo que se suponía que debía golpear.
Cuando su nariz se acurrucó en su oreja y en su cabello, ella le habló con una voz dulce, la que salió medianamente sin aliento: —Eres un maestro muy malo.
—Eso es cruel —contestó divertido—.
Lo estabas haciendo bien cuando Warren te estaba enseñando.
—¿Es eso una queja lo que oigo, milord?
—sonrió, sin apartar la mirada de la bellota.
—¿Y qué si lo es?
Soy mejor maestro que Warren en muchas cosas.
Mantén tu mano firme sobre la flecha —le mordió la oreja y ella respiró con fuerza—.
¿Qué puedo decir?
—la sostuvo en sus brazos—.
Eres tan deliciosa que no puedo evitar tener un mordisco —dijo riendo al final, y luego le dijo que soltara la flecha, y lo hizo, dándole a la cáscara de bellota.
—Vaya, sí golpeó —murmuró sorprendida.
—Por supuesto que sí.
Nunca fallo un blanco —escuchó a hablar a Nicholas por detrás, mientras se alejaba de ella para recoger las flechas que yacían en el suelo—.
Vamos ahora.
Todavía tenemos que recoger la cena.
Ella lo siguió mientras caminaban.
En algunos lugares del bosque, los árboles habían crecido por todas partes, por lo que Heidi tuvo que caminar detrás de Nicholas para seguir su ritmo.
Eso le permitió admirar la ancha espalda del hombre, que se estrechaba en su cintura.
Había pasado un tiempo desde que habían pasado tiempo juntos, y ahora mismo, se sentía maravilloso.
Si tan solo el tiempo pudiera detenerse, pensó Heidi mientras miraba a Nicholas.
Su pelo negro se movía con la brisa que rozaba suavemente la tierra, y cuando él se volteó por un momento para verla, levantó su mano para poder coger la de ella.
Su corazón se apretó en su pecho, y la sonrisa en la cara del señor decía que él notó su reacción.
—¿Cuándo empezaste a aprender tiro con arco?
—preguntó curiosa.
—Hace muchas décadas.
Creo que fue después de que empecé a vivir con mi padre —contestó, empujando la rama que obstaculizaba su camino.
Al recordar que él le había dicho que había matado a su padre, se preguntó qué había pasado para que él tuviera que matar a su propio padre.
¿Había una razón para ello o mató al hombre sin una?
Con la personalidad del señor de Bonelake, era difícil decir qué era, pero ella quería saber más sobre él.
—¿Puedo preguntarte algo?
—dijo ella.
—¿Hmm?
La miró mientras caminaban uno al lado del otro.
—¿Por qué mataste a tu padre?
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