Heidi y el señor - Capítulo 123
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- Capítulo 123 - 123 Capítulo 123 - Recuerdos pintados - Parte 3
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123: Capítulo 123 – Recuerdos pintados – Parte 3 123: Capítulo 123 – Recuerdos pintados – Parte 3 Editor: Nyoi-Bo Studio —¿Estás hablando de la esposa de Rhys?
—¿Lo sabes?
—le preguntó Heidi para verlo asentir.
—Eso explica la bufanda alrededor de tu cuello.
No hay nada que yo no sepa cuando se trata de Bonelake.
No es una bruja negra, por lo que no hay nada de qué preocuparse —afirmó —el universo es imperfecto.
Cosas que piensas que son buenas, pueden volverse malas, y las que son malas pueden volverse buenas.
Por lo tanto, siempre es mejor mantener los ojos y los oídos siempre abiertos.
Subiendo a la sala de piano, tanto Heidi como Nicholas tocaron las teclas, tomando turnos.
Era uno de esos momentos que Heidi apreciaba, y quería seguir apreciando dentro de su mente.
Desde que Nicholas le había hablado sobre su pasado, las cosas habían cambiado.
A diferencia de aquel hombre arrogante y maquinador al que ella había llegado conocer, ahora lo veía bajo una luz diferente.
Quizás no era la luz, sino las tinieblas las que lo ensombrecían.
Ella no podía llegar a entender el dolor por el que debió haber pasado, cuando esa gente mató a su madre.
«No, no sólo la mataron, sino que también la hicieron pedazos.
¿Quién podría imaginar que el señor de Bonelake, quien llevaba una sonrisa serena y caballerosa, había sido testigo de algo tan espantoso en su infancia?» Ella deseaba poder quitarle ese dolor, y aliviarlo, pero el hombre no lo sentía.
Heidi no estaba segura de si lo había sido sellado, hasta encerrarlo, o si había desaparecido con el tiempo, reemplazando el dolor por aquello en lo que se había convertido hoy en día.
—¿Esta es una nueva?
—preguntó Heidi, levantando una nueva partitura que había sido añadida al manojo de hojas.
—Lo es, pero no es mía —dijo él, mientras continuaba tocando las teclas tranquilamente.
—¿A quién pertenece?
—Mirando más de cerca, Heidi se dio cuenta de que los trazos eran más oscuros y desordenados en comparación con las otras partituras que había en la habitación.
Inclinándose hacia su lado, Nicholas le susurró:—Las robé —dándole una sonrisa.
—Lo creería —le sonrió ella de vuelta para escucharlo reír.
—Debo ser un hombre muy particular ante tus ojos.
—No hay duda sobre eso —le dijo Heidi, poniendo la partitura una vez que él terminó de tocar.
Cuando Nicholas empezó a tocar la partitura, le habló: —Se dice que un hombre que trabajaba en el teatro, se enamoró de una mujer de un alto estatus, un estatus que él no habría imaginado.
Se decía que era un hombre valiente, un hombre que se atenía a su palabra, y a su orgullo, un hombre que era bueno.
Cuando conoció a la mujer, se enamoró perdidamente de ella, sin darse cuenta del sueño que estaba persiguiendo cuando tenía que afrontar la realidad.
Curiosamente, la mujer le correspondía.
Se juntaban en secreto, en el jardín del balcón, así como también detrás del teatro, y en el cobertizo de los caballos.
Sin embargo, cuando el secreto se supo, se le ordenó al hombre mantenerse alejado de la mujer.
Pronto, fue falsamente acusado y ejecutado bajo la ley —Nicholas narraba la historia, sin levantar su cabeza, sino tocando las teclas como si estuviera bien familiarizado con el tema.
—¿Fue el padre de la chica el que le tendió una trampa?
—le preguntó Heidi con el ceño fruncido.
—No lo sabemos.
Puede, o no, haber sido cierto —dijo, encogiéndose de hombros —Se dice que antes de que fuera ejecutado, se le concedió un deseo y el hombre pidió un piano.
Un piano para tocar con todo su corazón para la chica a quien no pudo ver, ya que le había llegado la noticia de que se había suicidado.
Dicen que estas son las últimas piezas que creó antes de su propia muerte.
—Es una historia muy deprimente —le comentó ella, viendo la mano de Nicholas extenderse para ella.
—Bueno, ¿qué puedo decir, cariño?
No todas las historias de amor son como la nuestra.
—¿Y cómo es la nuestra?
—lo probó Heidi para que hablara sobre eso.
Nicholas entrelazó y apretó sus dedos con los de ella.
—La nuestra — dijo mientras inclinaba su rostro hacia ella.
Heidi sintió sus ojos posarse en los labios de Nicholas mientras se acercaba más y más, sintiendo pesada su respiración —Es emocionante y excitante.
Un romance prohibido que no se suponía que tendría que haber tenido lugar —dijo cerrando el espacio entre sus labios, besándola con la cantidad adecuada de presión.
Pronto, sus manos se encontraron en su cabello, besándola como si le fuese la vida en ello, teniendo que sostener su cabeza cuando se tiró hacia atrás, debido a que ella se veía ligeramente desorientada.
Ella sentía escalofríos cuando él le cubría con pequeños besos ensu cuello y detrás de la oreja.
—Duerme conmigo esta noche —le oyó susurrarle al oído.
Esa noche, Heidi accedió a las palabras de Nicholas, su cuerpo había comenzado a desear su cercanía.
En la cama de Nicholas, Heidi arqueaba su cuerpo al momento que él introducía sus dedos en ella, de forma profunda, hacia adentro, y hacia afuera.
Mientras, él la miraba resistirse al placer, y a dejar ir la vergüenza frente a él.
Ella se quedó sin aliento cuando su dedo llegó muy profundo.
Acostumbrándose a la sensación, abrió los ojos debido al placer que se estaba acumulando, cuando vio a Nicholas mirándola, con sus ojos arremolinados debido a la lujuria, mientras que su rostro aún mantenía una expresión tranquila, haciendo que se sintiera tímida mientras se cubría la cara con su mano.
—¿Por qué te estás tapando la cara?
—le dijo Nicholas frunciendo el ceño, alejando su mano de su cara para ponerla sobre la cama.
—¡Deja de mirar!
—habló ella avergonzada.
—Vaya.
Creo que ya hemos pasado ese punto, y es ridículo —señaló él.
Acelerando la velocidad de sus dedos, la vio perderse una vez más, con sus palabras volviéndose incoherentes a medida que volaban los segundos, hasta que sintió su orgasmo.
Mientras ella bajaba de las nubes, lo atrapó en el acto de lamerse sus dedos, limpiándolos con una mirada oscura y seductora.
—Ni…Nicholas —dijo tartamudeando cuando él le puso el otro brazo en la cama para que ella no se escondiera de él —Pensé que querías dormir conmigo —ante sus inocentes palabras, Nicholas sonrió.
—Desafortunadamente, no puedo pedirle a Stanley, o a ninguna otra persona que te eduque en este asunto, así que asumiré la responsabilidad de ello.
Cuando dije que quería que durmieras conmigo, significaba que…
Ha pasado un tiempo desde la última vez que te tuve, y ahora mismo, estoy deseando poder devorar cada centímetro de ti hasta que te quedes dormida.
¿Es sencillo, no?
—dijo inclinando la cabeza.
Desplazándose sobre su cuerpo, donde su camisón había sido levantado, y el frente había sido abierto para sus ojos, fue bajando lentamente.
Jugando con ella, como lo haría un gato con un ratón, no dejaba que sus labios la tocaran, sino que los dejó flotar sobre ella, complacido con la forma en que sus latidos aumentaban y se estremecían.
Los párpados de Heidi estaban medio cerrados y medio abiertos, junto con sus labios, que se encontraban separados y esperando a ser tocados por él.
Cuando Nicholas empezó a tirarse hacia atrás, Heidi le siguió como un imán, escuchando una pequeña risa de parte de él.
—Paciencia, mi saltamontes —murmuró inclinándose hacia adelante, y esta vez, besándola sin más demora.
Heidi sintió como sus dedos se encogían, y su talón se deslizaba hacia atrás desde su posición, mientras él se apropiaba de su boca, acogedora y cálida, mientras introducía su lengua dentro de ella.
De forma juguetona, volvió a besarle los labios, y luego le dio un beso en la frente que duró más que los demás:—Te amo, Heidi.
Quédate aquí —le susurró.
—No me voy a ir a ningún lado —le dijo mirándolo a los ojos, viendo cómo la preocupación permanecía detrás de esos ojos oscuros, y rojos, que parecían casi negros.
—Lo sé —yacía acostado de lado, y la jaló para abrazarla entre sus brazos:—Haré que Stanley y los otros cuiden de ti mientras estoy en Mythweald.
—Está bien —dijo asintiendo con la cabeza, sintiéndolo poner su barbilla sobre su cabeza:—Aunque si tuviera que irme, no tengo adónde ir —contestó ella sin pensar, recibiendo un murmullo en respuesta.
Era egoísta de su parte pensar de esa manera, pero Nicholas se alegró de que Heidi no tuviera otro lugar a donde ir.
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