Heidi y el señor - Capítulo 125
- Inicio
- Heidi y el señor
- Capítulo 125 - 125 Capítulo 125 - Necrófagos de la muerte - Parte 2
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo
125: Capítulo 125 – Necrófagos de la muerte – Parte 2 125: Capítulo 125 – Necrófagos de la muerte – Parte 2 Editor: Nyoi-Bo Studio Heidi vio a Warren volteando la cabeza hacia otro lado, y miró de nuevo para ver a Nicholas que ya la estaba mirando.
Ella no sabía qué hacer ante esta situación.
Ella había pensado que no sería extraño estar cerca de Warren, pero la verdad es que era incómodo en ese momento.
Como si no fuera lo suficientemente evidente, escuchó a Nicholas hablar: —¿Por qué están ahí parados los dos?
—señaló él —Creo que ya lo tienen todo arreglado entre vosotros.
Apreciaría que ambos siguieráis el juego ahora, sin crear ninguna sospecha una vez que lleguemos a la mansión de Scrimgeor.
El viaje hasta la casa de los Scrimgeor duró menos de una hora, conduciendo el carruaje a través de los pueblos y el bosque.
Heidi se sujetó la parte delantera de su vestido cuando se bajó del escala del carruaje, mientras el cochero estaba de pie a un lado.
La casa estaba situada en medio de otras casas, con grandes paredes que la cubrían y protegían.
Por su aspecto, y la sensación que tenían, Heidi podía decir que estas casas, en la vasta colonia, pertenecían a la alta sociedad.
Colocando su brazo alrededor del de Warren, entró en la casa.
Ella vio los rostros familiares que había conocido en estos últimos meses.
Familiares, amigos, y conocidos.
La señora de la casa, quien llevaba al niño recién nacido, saludó a Heidi.
—No nos pudimos presentar el día en que os prometisteis, amigos—dijo la Sra.
Scrimgeor, disculpándose.
—Por favor, no se disculpe, Sra.
Scrimgeor.
Con la cantidad de invitados que teníamos, habría sido difícil para Heidi recordar cada nombre y cada rostro —respondió Warren.
—Así es —concordó Heidi con una sonrisa:—Tiene un niño hermoso.
¿Cómo se llama?
—le preguntó Heidi, inclinándose hacia el pequeño bebé, dándole su dedo al niño para que lo agarrase.
—Decidimos nombrarlo en honor a mi abuelo, Abraham.
—Ruby, aquí presente, adora a su abuelo, y él hace lo mismo.
Ella pensó que sería algo para recordar, y conservar —añadió el Sr.
Scrimgeor, antes de dejar que sus ojos recorrieran Heidi arriba y abajo:—Así que la Señorita Curtis.
He oído que su tío trabaja en la exportación de mercancías.
—Sí.
Mi padre trabaja para él en el negocio.
Es algo que han establecido, y expandido, después de la muerte de mi abuelo —contestó Heidi, sin darse cuenta de que Warren, sutilmente, se acercó más cerca de ella.
—Para los humanos, es algo importante.
Esperamos que podamos hacer uso de ello en el futuro —dijo el hombre, dedicándole una media sonrisa, antes de ir a saludar a los otros huéspedes que habían llegado.
—Heidi, ¿te gustaría algo de beber?
—le ofreció Warren, ya que él iba a por algo para beber.
A la gente de Bonelake no le gustaba el clima cálido, ya que eran personas que crecieron viviendo el lado más frío del clima.
—Estoy bien —y asintiendo, Warren la dejó con la Sra.
Scrimgeor.
—¿Puedo?
—preguntó Heidi, tomando al niño recién nacido en ambos brazos; ella afirmó la cabeza del bebé, mientras lo miraba con fascinación.
El bebé la miró con inteligentes ojos azules, lo que le hizo preguntarse si estaba más consciente y en sintonía con su entorno en comparación que un bebé humano.
El primer hijo de los Scrimgeor, que también era un niño, se acercó a su madre, pidiéndole algo que le susurró al oído.
—No, cariño, no puedes tomarlo.
Ya no es nuestro, ¿cierto?
—y mientras el niño se volteó y salió corriendo, la madre habló en voz alta, con la esperanza de que su hijo la escuchara:—No te alejes demasiado, Heath —y suspiró.
—Los niños son siempre complicados, ¿verdad?
— dijo una mujer de pelo rubio que entró en el círculo.
Mirando a Heidi, se presentó:—Yo soy Charlotte Valentir, tú debes ser Heidi Curtis.
Eres el tema de algunos de los chismes que andan por ahí entre las mujeres, pero no te lo tomes a mal.
—Por supuesto, la gente siempre es curiosa —mirando su contagiosa sonrisa, Heidi le sonrió de vuelta a la señorita.
—¿Es cierto que enviaste al muchacho a otra escuela?
—le preguntó el Sr.
Scrimgeor a Charlotte.
La pregunta hizo que Charlotte suspirara antes de asentir tristemente con la cabeza.
—Echaré de menos al chico a mí alrededor, pero creo que será bueno para él.
Corvus piensa que lo consiento demasiado —dijo la madre con los ojos humedecidos, lo cual hizo sonreír a Heidi mientras escuchaba su conversación.
Esto invocó pensamientos en ella, preguntándose si tendría el privilegio de tener hijos propios con Nicholas.
Mirando hacia donde estaba Nicholas, su corazón saltó cuando sus ojos se encontraron con los de ella, y con timidez, volvió a mirar a las dos mujeres que la acompañaban.
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com