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Heidi y el señor - Capítulo 126

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126: Capítulo 126 – Necrófagos de la muerte – Parte 3 126: Capítulo 126 – Necrófagos de la muerte – Parte 3 Editor: Nyoi-Bo Studio Cuando llegó la hora del almuerzo, fueron conducidos a una sala abierta que tenía amplios ventanales de vidrio, los cuales tenían pinturas que se asemejaban al arte que se hacía en algunas de las iglesias.

Eran asientos mixtos, pero como la Sra.

Scrimgeor tuvo que alimentar al bebé, se fue de la sala, por lo que el Sr.

Scrimgeor terminó sentándose al lado de Heidi, y en el otro lado se encontraba Warren.

La comida comenzó como de costumbre, con la sala llena de conversaciones entre vampiros y humanos que fueron invitados a la comida, y a la celebración.

Durante la comida, Heidi estaba escuchando algo que Warren le estaba diciendo, cuando sintió que una mano le rozaba el costado del muslo.

Pensando que era algo que sucedió por error, no le prestó atención, hasta que la mano terminó por posarse sobre su muslo.

Sintió que su pulso decaía cuando el Sr.

Scrimgeor movió su mano hacia arriba y hacia abajo lentamente.

Sin saber cómo evitarlo, sin hacer una escena, dejó caer su cuchara a propósito e inventó una excusa para levantarse de la mesa.

A medida que todos terminaban de almorzar, Heidi se aseguró de quedarse lo más lejos posible del hombre.

Heidi no sabía cómo reaccionar cuando el Sr.

Scrimgeor se acercó a hablar con ella, con una sonrisa en su rostro, como si nada hubiera pasado.

—Señorita Heidi, no terminó su comida —le dijo el hombre rápidamente —Esperaba que pudiéramos conocernos más durante la comida.

—Preferiría no tener conocerle de esa manera, Sr.

Scrimgeor —las palabras de Heidi fueron rápidas, dejando a la mujer a su lado pasmada, ya que no estaba consciente del contexto.

La mujer se excusó para ir a buscar un trago, dejando a los dos ahí parados en compañía del otro.

Estaban en la parte de la mansión donde no habían muchos invitados.

—No hay nada por lo que estar avergonzada.

—En el caso de que no lo haya notado, gentil señor, no tengo el mismo interés que usted.

Y si me me permite decirlo, no creo que le hará ningún bien a su familia tampoco.

—¡Vaya, qué encantadora eres!

—dijo con una risita el Sr.

Scrimgeor, con sus claros ojos rojos mirando intensamente hacia los de ella —Quizás digas eso ahora, pero vivir una eternidad con la misma persona, va a cansar a tu marido.

Es una práctica habitual en la alta sociedad, el complacerse.

Tengo un acre de tierra privado que tiene una casa de campo.

La haré pasar un buen rato —Heidi se alejó sutilmente de él cuando dio un paso adelante.

—Gracias por su invitación, pero como ya le dije, no estoy interesada.

No en un hombre que no tiene virtud —dijo Heidi, entrecerrando sus ojos, mirándolo con desagrado.

—Ja, ja.

Eso sí es gracioso, Señorita Heidi —dijo el hombre riendo antes de volver a mirar su cuerpo de arriba hacia abajo —Creo que te estás olvidando de que estás rodeada de vampiros, y no de sacerdotes.

La virtud no es algo que deberías pensar en asociar con nosotros.

—Eso lo decidiré yo misma.

Ahora, si me disculpa…

—No hemos terminado de hablar —el hombre la detuvo colocando su mano en el brazo de Heidi con una sonrisa en su cara.

El hombre no solo era desvergonzado, sino también insistente, siguiendo sin entender, que ella no estaba interesada en lo que sea que él pensaba:—Aún no nos hemos llegado a conocer y tú ya te estás yendo…

El sonido de su mano golpeando la cara del hombre resonó por el amplio espacio, atrayendo a los invitados que estaban a su alrededor.

Había sido una bofetada con la mano abierta, la que dejó una marca roja en su mejilla.

El hombre parecía sorprendido, sin moverse durante unos segundos hasta que se dio cuenta de lo que había pasado.

Habiendo sido criado y consentido en una familia adinerada, era la primera vez que era abofeteado por una mujer, más aún, por una humana.

—Tu audacia debe ser valorada —dijo él, apretando el agarre de su mano, cuando de repente, alguien le puso la mano encima al Sr.

Scrimgeor, y ese alguien no era nadie más que el mismo Señor, quien estaba parado detrás del vampiro.

—Le pediría que no sea hostil con nuestra invitada, Scrimgeor.

De lo contrario, tendré que tomar el asunto en mis manos —.

El Sr.

Scrimgeor se mostró descontento.

No queriendo crear otra escena, le sonrió al Señor, soltando la mano de Heidi.

—Mis disculpas —dijo el hombre, inclinándose, mirando a Heidi, y luego dándose vuelta para entretener a sus otros invitados.

Ella dejó salir un suspiro, para luego escuchar a Nicholas preguntar:—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —dijo tocándose el brazo para sentir una leve punzada de dolor en su piel, que estaba cubierta por las mangas largas de su vestido.

Volviendo a la mansión Rune, junto con Nicholas y Warren, ella caminó alrededor de la mansión y pasó tiempo con el cordero en el cobertizo de los caballos, del cual se había encariñado.

Volvió al interior de la mansión, a medida que avanzaba la noche, trayendo consigo la oscuridad, Heidi deambuló por los pasillos de la mansión que no eran de uso frecuente.

Caminando por los pasillos escasamente iluminados, se paró frente al gran retrato, donde la luz de la luna entraba por la ventana de su lado.

Louise Perone, la madre de Nicholas se veía aún más hermosa bajo la luz de la luna.

Preguntándose si podría haber más cuadros de ella en la sala de pinturas, Heidi se dirigió hacia allí.

Empujando la puerta que estaba ligeramente entreabierta de par en par, entró en la habitación.

Sus pies se dirigieron en dirección a donde había varios lienzos apilados en la esquina.

Acercándose, comenzó a mirar las piezas una por una.

Había muy pocos escenarios, o pinturas de paisajes, y más obras de un arte que ella no entendía.

Al encontrar una pintura de su madre, ella sonrió mirándola.

Era una pintura donde Louise estaba en una cocina, cocinando algo en el fuego.

Los colores eran oscuros y apagados, pero algo sobre la pintura le dijo que no era imaginación, sino un recuerdo de cuando Nicholas era un niño pequeño.

Mientras miraba las otras pinturas, se encontró con algo que nunca se hubiera imaginado.

Todas los cuadros eran pintados sobre grandes tableros, pero ésta ponía en escena la masacre que tuvo lugar años atrás.

Era una habitación donde un niño pequeño estaba sentado en la esquina, con el suelo pintado de rojo a su alrededor.

Era una pieza detallada que fue pintada con diferentes tonos de rojo.

Mientras seguía mirándola, oyó un sonido como de un chasquido, lo que hizo que levantara la cabeza para mirar a la sombra con la que se que había encontrado antes en el jardín, parada no muy lejos de ella.

Con el pánico llenando su mente, sintió que el aire fue succionado de su cuerpo.

Sus manos se tornaron frías, y se entumecieron mientras miraba fijamente a la huesuda criatura que se encontraba bajo el harapiento manto negro.

De repente, oyó otro sonido como de un chasquido, pero esta vez viniendo de la puerta y vio a Nicholas parado allí.

Cuando su mirada se dirigió de nuevo hacia la criatura, descubrió que no estaba en ninguna parte.

—¿Qué…qué era eso?

—le preguntó mientras entraba en la habitación.

—Ese es un necrófago —le respondió Nicholas.

Sus ojos cayeron sobre el lienzo que estaba sosteniendo, y tomándolo de sus manos, lo miró antes de ponerlo en el suelo.

—¿Necrófago?

¡¿Qué estaba haciendo aquí?!

—le preguntó Heidi con preocupación.

—No te preocupes, cariño.

Son míos —le dijo dándole una sonrisa:—No te harán daño, no a menos que yo se los pida.

De vuelta en la mansión Scrimgeor, el Sr.

Scrimgeor estaba en su baño privado pensando en lo que había pasado después del almuerzo.

Pasó su mano sobre su mejilla donde la humana le había dado una bofetada.

Mientras se limpiaba en la bañera, una sombra se deslizó lentamente dentro de la habitación para pararse frente al hombre, quien tenía los ojos cerrados.

La sombra levantó su mano; con sus manos huesudas de esqueleto apuntando hacia el pecho del hombre.

Cuando el Sr.

Scrimgeor abrió los ojos para abrir la llave de agua caliente, fue demasiado tarde, ya que el demonio introdujo su mano dentro de su pecho, mientras él gritaba a todo pulmón, hasta apretar su corazón y dejándolo estallar dentro de su pecho sin dejar ninguna marca en el exterior.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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