Heidi y el señor - Capítulo 129
- Inicio
- Heidi y el señor
- Capítulo 129 - 129 Capítulo 129 - Llegada del fantasma - Parte 2
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo
129: Capítulo 129 – Llegada del fantasma – Parte 2 129: Capítulo 129 – Llegada del fantasma – Parte 2 Editor: Nyoi-Bo Studio Heidi sabía que sin importar lo mucho que ella supiera sobre su doloroso pasado, el peso que había llevado durante todos estos años probablemente no cambiaría.
Él era del tipo de hombres, que cubría sus cicatrices detrás de esa hábil máscara que había desarrollado a lo largo de los años, y que ahora se había fusionado con él como una parte más de él.
Quizás nunca entendería la gran profundidad que conllevaba, pero lo menos que podía hacer era ofrecerle su mano, para que él supiera que ella estaba allí.
Y aunque no pronunciaron, ni compartieron ninguna palabra, Nicholas le dedicó una suave sonrisa, como si supiera lo que Heidi quería decir.
Inclinándose hacia adelante, Heidi plantó un beso sobre sus labios.
Se recostaron uno al lado del otro, con las piernas entrelazadas, mientras descansaban sobre sus costados.
—Pronto seré llamado para apoyar a los hombres que luchan contra las brujas en Mythweald.
¿Estarás bien en mi ausencia?
—dijo Nicholas, con sus dedos jugando con las puntas de su cabello.
—Estaré bien —dijo sonriendo ante su preocupación —Stanley está aquí, también Lettice.
Estaré bien —.
Heidi aún tenía problemas llamándola Emma, y tal vez Lettice siempre sería Lettice para ella.
—¿De verdad?
—murmuró Nicholas.
—¿Timothy y Rhys se unirán a ti en Mythweald?
—le preguntó Heidi, oyéndole murmurar en respuesta.
—Timothy sí, pero creo que Rhys se quedará aquí.
Necesitamos a alguien que se asegure de que todo vaya como debe ser cuando esté en el Sur.
Hay algo que quería decirte —dijo Nicholas, pasando su dedo desde el hombro de Heidi hasta sus dedos, solo para cogerlos mientras se los llevaba a los labios, besando el dorso de su mano:—Ya hablé con Reuben sobre el pequeño cambio que le hemos hecho a la tregua, en donde Warren cederá su posición, lo que se anunciará una vez que el problema con las brujas se normalice en el Imperio del Sur.
Podemos organizar una boda, Heidi —declaró.
—¿De inmediato?
—Nicholas asintió con la cabeza —¿La gente no nos cuestionará al respecto, después de escuchar el cambio repentino?
—Dijo Heidi, apenas pudiendo contener sus pensamientos sobre lo que sus parientes tendrían que decir sobre él.
—¿De verdad crees que me molestan las opiniones innecesarias de la gente?
—levantó su ceja interrogantemente:—Tú tampoco deberías hacerlo.
La gente lo escuchará, lo hablará, y se olvidará de ello después de un tiempo.
Dos días después, Heidi estaba en el cobertizo de los caballos alimentando al cordero con hierba fresca que había recogido personalmente en el bosque, cuando oyó un par de pasos que se acercaban hacia ella.
Cuando se dio la vuelta, no había nadie más que un sirviente de la mansión recortando los arbustos del jardín.
Volviendo a lo que estaba haciendo, continuó alimentando al cordero, cuando escuchó que alguien le hablaba de la nada.
—Parece estar muy encariñada con el cordero —sobresaltada, miró a su alrededor para ver que no había nadie, de nuevo.
«¿Estaba alucinando?
No, no podía ser, había dormido lo suficiente el día de hoy».
—¿Quién está ahí?
—preguntó ella, levantándose de las cuclillas.
—Señorita Heidi —un hombre saltó de un árbol, desempolvando sus ropas.
Heidi dio un paso atrás con cautela mientras miraba al hombre cuidadosamente.
Sus curiosos ojos grises se reflejaban en los de ella.—Por favor, no parezca asustada.
Soy Malphus Crook y estoy aquí por el Señor Nicholas Rune.
—¿Qué está haciendo en un árbol en vez de el vestíbulo?
—le preguntó suspicazmente.
—El Señor aún no ha vuelto, y prefiero sentarme afuera que en espacios los cerrados.
Me hace sentir muy sofocado —contestó el hombre llamado Malphus, y cuando pasó su mano sobre la parte delantera de su camisa, ella notó que se formaba una mancha oscura.
—Creo que está sangrando —señaló Heidi, dejando de lado la cautela con la que se había estado protegiendo:—El mayordomo es muy hábil.
Él puede ayudarle a arreglarlo antes de que llegue el Señor Nicholas.
El hombre le dedicó una mirada pensativa, con sus ojos firmes, la miró fijamente antes de que acceder a su ayuda.
Llevando al hombre adentro, Heidi le pidió a Stanley que la ayudara a curar la herida del hombre.
Ella se paró a un lado, viendo al mayordomo enrollar el vendaje alrededor del estómago del hombre.
La herida parecía estar curándose, pero ella se preguntó por qué no la había tratado.
—Malphus Crook —el Señor Nicholas había llegado al vestíbulo.
—¡Señor Nicholas!
—Heidi vio al hombre ponerse de pie, mientras dejaba el vendaje suelto en la mano del mayordomo:—Se ha pedido su presencia inmediatamente en Mythweald —sus palabras estaban llenas de urgencia.
—De acuerdo.
Stanley —dijo Nicholas mirando a su mayordomo —Prepara el carruaje y avisa al Sr.
Rufus y al Sr.
Meyers.
—Sí, amo —el mayordomo hizo una reverencia, y miró al hombre que estaba sentado en el sofá:—Le pediré a una doncella que arregle lo que falta.
—Eso no será necesario.
Puedes irte —le ordenó el Señor a su mayordomo.
Heidi miró a Nicholas, desconcertada del porqué pediría que el hombre no fuera atendido.
—Sí, amo —el mayordomo se inclinó de nuevo, llevándose la caja de primeros auxilios con él mientras salía de la habitación.
—No te preocupes, cariño.
Él no morirá.
Él ya está muerto —respondió Nicholas cuando se dio cuenta de la mirada confundida que recibió de ella.
Heidi miró al hombre para verle asentir con una malévola sonrisa.
El mayordomo preparó el carruaje como se le pidió.
Poniendo el equipaje necesario que requeriría el Señor, trajo el manto que su amo necesitaría.
Todo este tiempo, Heidi se había sentado en silencio con el hombre en el vestíbulo.
Cuando el Señor y Malphus estaban listos para partir, Heidi no pudo resistirse a preguntarle al Señor cuándo regresaría.
—No debería tomar más de una semana.
Quizás necesite ir a visitar al Consejo antes de dirigirme aquí —le informó él.
—Que tengas un buen viaje —le deseó Heidi.
—Stanley —dijo el Señor mirando a su mayordomo, recibiendo inmediatamente una respuesta:—Sí, Señor —y así, el carruaje abandonó la mansión de Rune para dirigirse a la ciudad principal del Imperio del Sur.
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com