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Heidi y el señor - Capítulo 141

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141: Capítulo 141 – Delitos – Parte 2 141: Capítulo 141 – Delitos – Parte 2 Editor: Nyoi-Bo Studio Era el hombre que había conocido una vez en una fiesta que se celebraba en su mansión.

Él era el hombre que poseía todo el poder en el establecimiento de esclavos.

Si ella pudiese hablar con él, el hombre la podría dejar ir.

—¡Por favor, déjeme hablar con él!

—le rogó Heidi al guardia jefe.

—La perra debe haber perdido la cabeza.

Enciérrala en solitario en el segundo nivel —ordenó el guardia en jefe.

—¿El segundo piso?

—¿Dije otra cosa?

Necesito interrogarla.

Ve ahora, y enciérrala.

Como si la semana no fuera mala…—la voz del guardia jefe desapareció cuando dejó la habitación.

—¡Por favor, dígale al Sr.

Wilford que soy Heidi Curtis!

¡La prometida de Warren Lawson!

Por favor, dígale eso.

¡No soy una esclava!

—.

Sus palabras fueron desesperadas en el momento en el que el guardia vino a encadenarle las manos y las piernas.

Este era el mismo guardia al que había empezado a notar desde el día anterior, y sabía que si había alguna posibilidad de que los guardias la escucharan, él parecía ser el único que lo haría, ya que había expuesto sus emociones sin saberlo:—Por favor, te lo ruego —le suplicó para escuchar al hombre suspirar.

Una vez que una persona del mundo exterior entraba en el establecimiento como esclava, siempre perdían la cabeza diciendo tonterías hasta que aprendían a enfrentarse a la realidad.

—Tienes que estar callada si no quieres que tu castigo se alargue —le dijo el guardia, arrastrándola hacía el oscuro edificio, y llevándola por las escaleras, encendió la antorcha de uno de los lados, antes de empujarla a la celda en ese piso desolado.

—¡¿Por qué es tan difícil que alguien aquí pueda transmitir un solo mensaje?!

—preguntó frustrada.

—Los esclavos dicen muchas mentiras.

Soltando palabras absurdas para escapar de este agujero.

Ahora cállate, antes de que te llene la boca con sangre de animal, o peor, de sangre humana —le dedicó una mirada grave y cerró con llave la puerta de la celda en la que estaba, mientras se quedó parado de espaldas hacia ella.

Heidi cerró los ojos, exhalando suavemente.

Pensando con qué podría convencer al guardia, apretó los dedos formando un puño.

—¿Así es como le hablaste a ella también?

—le preguntó Heidi, diciendo sus palabras en voz baja, lo suficiente para que el hombre las escuchase, pero no para cualquiera que los hubiese intentado escuchar a escondidas.

Sin obtener una respuesta, ella continuó hablando:—¿Le mentiste sobre cómo te sentías?

¿Para que así ella pudiera tener una vida mejor?

—No pienses que solo porque no te he levantado la mano, no lo sea capaz de ello.

Será mejor que te calles —le gruñó él.

—Pero eso no cambia el hecho de que la mataste en el momento en el que le dijiste esas palabras —al ver al guardia darse la vuelta con rabia, cerró la boca.

—¡Calla la maldita boca!

Otra palabra, y te arrancaré esa preciosa lengua —le dijo amenazándola pobremente, antes de salir de la celda, dejándola sola.

El lugar estaba tranquilo al no haber ninguna otra persona que pudiera sentir en las otras celdas.

El único sonido que podía oír, era el sonido de su propia respiración.

Al mojarse el labio inferior, le palpitó por el dolor, atrajo sus dedos hacia él e hizo un gesto de dolor ante el posible corte que debió haberse producido cuando el guardia jefe le dio una bofetada en la cara.

Heidi se preguntaba si alguna vez podría salir de ese lugar.

Ella esperaba que Nicholas apareciera, sin embargo, no sabía si había regresado a Bonelake después de la batalla que se suponía que iba a ocurrir, para la cual había sido llamado.

«¿Estaría bien?» El pensar sobre su bienestar la preocupaba, y se preguntaba si esa era una de las razones por la que no había ido a buscarla.

«Pero, ¿cómo podría saberlo siquiera?» El imperio era un lugar vasto, y si no era Bonelake, podría haberse ido a cualquier parte.

Su suerte era tan agria, que incluso un limón se intimidaría ante ella.

Durante mucho tiempo, ella había intentado huir, para ahora ser atrapada y arrojada a algo inesperado.

Sin embargo, esta vez no estaba segura de si podría escapar, y el pensamiento en sí mismo la angustió.

Los minutos habían pasado desde que el guardia, que ella había intentado persuadir, la había dejado, solo para volver después, pero esta vez, acompañado no venía solo.

Por un segundo, contuvo la respiración cuando vio al hombre que estaba parado frente a ella, junto a los guardias, pero Heidi sonrió con esperanza.

—Sr.

Wilford, soy Heidi.

Heidi Curtis, la prometida de Warren Lawson.

Nos conocimos en su mansión —le recordó, solo por si la había olvidado, a lo que él le sonrió.

—¡Por supuesto!

La Srta.

Curtis, ¿por qué, y cómo entró aquí?

—preguntó con curiosidad y sorpresa.

Los costados de sus ojos se habían arrugado un poco, mientras una ola de alivio cubría a Heidi al saber que la reconocía.

—Estaba de regreso a la mansión Rune, cuando una pareja de ancianos me recogió, y terminé aquí sin saberlo —explicó Heidi, viéndole asentir con la cabeza comprensivamente.

Después de presenciar su interacción, y darse cuenta del malentendido que se había provocado, el guardia fue a abrir la cerradura, cuando de pronto vio al Sr.

Wilford levantar la mano, dejando tanto al guardia, como a Heidi, en total confusión:—Eso no será necesario —dijo el Sr.

Wilford, con su tono despojado de la expresión amistosa que había tenido hace unos segundos —Mis disculpas, Srta.

Curtis, pero no puedo liberarla, ya que ha sido clasificada como una esclava sin un amo o ama.

Es un infortunio que se haya tropezado con esto, pero si quiere salir libre de aquí, necesita ganarse un postor que la compre.

Y estoy seguro de que nos beneficiaremos de su oferta, ya que es una mujer de gran valor.

—Está bromeando —dijo Heidi.

No podía creerlo.

Iba a mantenerla aquí para así poder ganar dinero con la oferta que hicieran por ella.

Pero ese no era el problema aquí.

Antes, ella era una don nadie cuando la subasta por ella iba a tener lugar, pero por las palabras de Wilford, parecía que estaba planeando invitar a la alta sociedad, para ser testigos y recaudar fondos.

—No lo estoy, querida.

Un hombre de negocios se toma su profesión muy, pero que muy en serio.

Todos los hombres y mujeres, así como los niños de diferentes edades que son traídos aquí, son exclusivamente míos una vez que son vendidos por dinero.

Si me permite recordarle, usted es un bien que ha sido vendido y traído aquí.

Espero que disfrute su tiempo aquí —dijo el Sr.

Wilford, quien comenzó a caminar en la dirección por donde había venido, con los guardias siguiéndolo de cerca.

Cuando chasqueó los dedos para llamar la atención, el guardia jefe vino rápidamente:—No dejemos a ningún bien sin controlar, ¿de acuerdo?

No queremos que los postores piensen que no lo hemos revisado todo —sonrió el viejo de burlonamente, sus labios doblándose al formarla.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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