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Heidi y el señor - Capítulo 145

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145: Capítulo 145 – Después de que se desatara el infierno – Parte 3 145: Capítulo 145 – Después de que se desatara el infierno – Parte 3 Editor: Nyoi-Bo Studio —Gracias, Nicholas.

La última ciudad que me recomendaste estaba bien.

Su servicio fue notable.

Lionel me informó sobre el Lago.

¿Cómo va eso?

—El trabajo está casi listo.

Los ríos de alrededor deberían ser seguros en dos días —informó Nicholas.

Durante el tiempo en que Nicholas había ido a Woville en busca de Heidi, nuevos problemas habían surgido en Bonelake.

Un poco menos de una docena de personas habían muerto en el río, que no estaba lejos de donde se encontraba el mismísimo Lago de los Huesos.

Un pequeño túnel había sido creado, y debido a esto, algunas almas fallecidas habían comenzado a pasar a través de él, atacando a cualquiera que se introdujera demasiado dentro del río.

Era el mismo río en el que Heidi se había caído una vez.

Después de que la noticia llegara a la mansión Rune, el mayordomo había contactado tanto con su amo, como con el Sr.

Warren.

Las brujas blancas que se disfrazaban de sacerdotes blancos, fueron llamadas al lugar, conjurando rituales de hechizos, sellando completamente el túnel que había sido creado.

—Me alegra oír eso.

Enviaré a Killian para que le eche un vistazo, una vez que esté listo —.

Al llegar a la puerta, se detuvieron, y Nicholas giró el pomo de la puerta de madera tallada, abriendo la habitación donde estaba sentada una mujer atada a una silla.

Ante el sonido de la puerta abriéndose, y al ver al Señor de vuelta en la habitación, la mujer pareció asustarse, como si viera a un fantasma que le succionaría el alma.

El miedo se desbordaba en cada bocanada de aire que ella tomaba y exhalaba.

El hombre del Consejo le dedicó una mirada suspicaz.

No sabía por qué parecía asustada, cuando no había señales de ningún ataque contra ella.

Parecía ilesa, y su vestido estaba limpio:—¿No es esta la hermana de la Srta.

Curtis?

—Ciertamente lo es.

Esta es Nora Curtis, y, Srta.

Curtis —dijo el Señor Nicholas sonriéndole a la mujer —Este es el hombre a la cabeza del Cosejo.

¿Por qué no le dices lo que me dijiste a mí?

La mujer abrió la boca, pero parecía que solo murmuraba, y que tenía problemas para hablar.

Seguro, le habían hecho ni un solo rasguño, pero habían cosas mucho peores que una persona podía experimentar además de la tortura física.

Nora era una niña mimada, lo que hizo que fuera fácil romperla.

Desde que había llegado a Bonelake, el Señor la había atado muy cerca de donde deambulaban los lobos, lo que era suficiente para infundir el horror, y el miedo de ser devorada.

Nicholas la había hecho presenciar a personas ser comidas por los lobos, quienes no habían sido otros que los mismos guardias.

Como si no fuera suficiente, uno de los necrófagos compartía su habitación, comiéndose las sobras humanas en frente de ella.

—Es momento de que hable, Srta.

Nora.

Si no lo hace, las cosas se volverán terribles para usted —los ojos de Rubén la recorrieron, esperando a que de su boca saliera una oración coherente.

—Yo…¡yo lo siento!

—dijo Nora, explotando en llanto.

Junto con eso, Nora contó todo lo que había ocurrido hasta ahora.

La forma en que su tío cambió a Heidi por ella, y el plan que debía ocurrir.

Le hicieron preguntas, y una dócil Nora respondía a todo, ante el miedo de lo que podría pasar si no lo hacía, ya que el brillo en los ojos del Señor la aterraba.

Después de que el interrogatorio tuviera lugar en una parte de la mansión, y de que el concejal abandonara la mansión, al otro lado de esta, donde se encontraba la habitación del Señor, una Heidi inconsciente, que había estado durmiendo durante horas, se despertó con la visión borrosa.

Con las cortinas cerradas y la chimenea que ardía intensamente, era difícil adivinar que el cielo aún estaba claro.

Cuando se sentó en la cama, sintió un dolor, como de ardor, en la parte de atrás de su cuerpo, lo que le hizo recordar el cuero que había besado su piel.

A medida que los recuerdos empezaron a aparecer, el corazón de Heidi empezó a latir fuertemente, tan fuerte, que ahora podía oírlo muy claramente en sus oídos.

Recuerdos fugaces de sangre y de un cuerpo, aparecieron frente a sus ojos, mezclándose con los dolorosos gritos que escuchó en el establecimiento.

Lo que había hecho se repetía en su mente una y otra vez, y a medida que pasaban los segundos, el pánico impactó su mente.

Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, y por instinto, Heidi saltó de la cama lista para correr.

Pero antes de que pudiera llegar a las puertas cerradas del balcón, sintió que algo la tiraba de los pies, impidiéndole ir más lejos.

El tintineo de sonidos, que antes no había sentido, ahora hicieron conocida su presencia.

Sus pies habían sido atados con cadenas fijadas al pie de la cama.

—¿A dónde crees que vas, cariño?

—dijo la voz de Nicholas desde una esquina de la habitación.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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