Leer Novelas
  • Completadas
  • Top
    • 👁️ Top Más Vistas
    • ⭐ Top Valoradas
    • 🆕 Top Nuevas
    • 📈 Top en Tendencia
Avanzado
Iniciar sesión Registrarse
  • Completadas
  • Top
    • 👁️ Top Más Vistas
    • ⭐ Top Valoradas
    • 🆕 Top Nuevas
    • 📈 Top en Tendencia
  • Urbano
  • Fantasía
  • Romance
  • Oriental
  • General
Iniciar sesión Registrarse
Anterior
Siguiente

Heidi y el señor - Capítulo 147

  1. Inicio
  2. Heidi y el señor
  3. Capítulo 147 - 147 Capítulo 147 - Después de que se desatara el infierno - Parte 5
Anterior
Siguiente

147: Capítulo 147 – Después de que se desatara el infierno – Parte 5 147: Capítulo 147 – Después de que se desatara el infierno – Parte 5 Editor: Nyoi-Bo Studio En el tiempo inicial que había pasado en el establecimiento, Heidi había esperado que Nicholas viniera a buscarla rápidamente, pero a medida que pasaba más tiempo allí, la esperanza a la que se aferraba había empezado a disiparse con el paso de los días.

Sin importar lo valiente que había tratado de ser, se había asustado al saber las consecuencias que tenían los esclavos cuando no escuchaban a los guardias.

Sintió los brazos de Nicholas apretarse alrededor de su cuerpo, acercándola a él tanto como pudiera, mientras lo oía inhalar.

No podía describir lo contenta y segura que se sentía en este momento.

Él había venido por ella finalmente, no importaba cuándo, pero había venido, y eso era todo lo que ella necesitaba.

La forma en que la sostenía ahora mismo, apreciándola en silencio a través de su abrazo, le daba la impresión de que tenía miedo de dejarla ir.

Ella lo abrazó de vuelta, enroscándose en sus brazos.

A pesar de que él no hablaba de ello, ella podía sentir sus emociones pasar a través de ella.

Le hizo pensar en el gran susto que debió haberle dado considerando el hecho de que había encadenado al pie de su cama.

Sin preocuparse más por eso, ella preguntó: —¿Cómo me encontraste?

—Uno de los sirvientes de Rhys te vio en el mercado hace dos días —ante el pensamiento de que Heidi podía haber sido puesta como un objeto para subastar, Nicholas rechinó los dientes con ira —¿Pasó algo mientras estabas allí?

Heidi negó con su cabeza:—No —dijo echándose hacia atrás para darle una sonrisa —Pero lo maté —su voz era baja al decir esto.

—¿Cómo te sientes al respecto?

—Yo…

—No te juzgaré, Heidi.

¿Cómo te sentiste después de matarlo?

¿Te arrepientes de haber matado a esa persona?

—le preguntó, midiendo su expresión mientras le ponía un mechón de pelo detrás de la oreja.

Heidi posó sus ojos en los botones de su camisa:—No lo sé…tal vez, no estoy arrepentida al respecto.

—Entonces, ¿por qué veo la preocupación que hay en tus ojos?

¿Estás preocupada de lo que yo piense de ti?

—cuando ella levantó los ojos para encontrarse con los suyos, el Señor se rió —Creo que fuiste muy valiente en ese momento al haber matado al hombre tú mismo.

Y si no lo hubieras hecho tú, yo lo habría hecho por ti, así que no te preocupes, mi dulce y querida niña.

Tocó la cadena que le rodeaba el tobillo y se abrió de golpe.—No huyas de mí, Heidi —susurró sobre los labios de ella —Te aceptaré en cualquier forma, cualquier día y a cualquier hora sin ninguna duda.

Seré tu aliado, hasta que la vida me convierta en polvo —dijo Nicholas, lo que le trajo a Heidi lágrimas a sus ojos.

Empezó a llorar las lágrimas que había estado reteniendo todo este tiempo; la presa finalmente se rompió, y Nicholas le acariciaba la cabeza, escuchando silenciosamente su hipo, hasta que se desvaneció.

Después de que Heidi comiera, Nicholas la llevó a su baño, dejándola sentada en el agua.

Una semana, y se había debilitado.

Frunció el ceño cuando vio los huesos que sobresalían de su cuerpo.

Fue cuando le dio la vuelta que sus ojos se oscurecieron.

Había una marca similar a la un látigo, la cual le atravesaba su espalda desnuda.

—¿Quién te hizo esto?

—Heidi podía sentir las olas de furia que provenían de Nicholas.

—El guardia…que murió —murmuró ella, incapaz de decir las palabras «al guardia que maté».

Aún le parecía difícil creer que ella lo había hecho.

—Ya veo —Nicholas cerró los ojos mientras su mandíbula se apretaba.

Deseaba haber llegado antes para destrozar al hombre con sus propias manos.

—Siento tu ira…

—Eso es porque estoy furioso —dijo Nicholas, mientras Heidi se volvía para mirarle.

Algo indescifrable acechaba dentro de sus ojos, su cara parecía grave, y su postura un poco rígida.

Ella sonrió.

Esta vez, ella fue la que puso ambas manos a cada lado de sus mejillas y lo besó en los labios:—Estoy bien.

Algunas cosas no se pueden deshacer, y todo lo que podemos hacer es mirar hacia adelante, esperando que todo mejore.

Exactamente después de una semana, los juicios se llevaron a cabo en la corte del Consejo.

El Duque Dorian Scathlok fue llamado frente a todo el Consejo, ya que había tratado de interferir con la tregua que fue impuesta por el Consejo.

También fue condenado por trabajar con las brujas negras, en un esfuerzo por crear estragos en los Imperios creando mitad vampiros, cuya transformación no había ido bien, resultando en vampiros trastornados que eran considerados no aptos para vivir debido a su naturaleza volátil.

También se reveló que él fue responsable de matar a un miembro del Consejo, y de esa forma, potenciar aún más la división entre los humanos y los vampiros.

Raymond Curtis fue acusado culpable de haber participado en el plan del Duque, y del difunto Señor Norman del Sur.

El tribunal del Consejo tenía su propio castigo, y su propia prisión.

Aunque el tío de Heidi fue enviado a la prisión, el Consejo consideró oportuno que el Duque fuera enviado a Bonelake, como se había prometido.

La mazmorra, que estaba situada no muy lejos de la mansión de la Rune, resonaba con gritos de dolor y agonía.

Después de mucho tiempo, la mazmorra estaba copada.

Con el número de personas que estaban involucradas en enviar y mantener a Heidi allí, el número de invitados había aumentado.

—¡Aaah!

—gritaba el hombre al que le clavaron un cuchillo en el estómago.

—Este es un cuchillo muy especial que el maestro me había regalado después de haberle servido durante un año.

Pensé que debería ser el momento oportuno para usarlo —decía Stanley, el mayordomo de la mansión Rune, menos preocupado por el número de gritos que salían de la boca del hombre gordo —Pero eso no es lo que hace que te arda la piel.

¿Ves esto?

—levantó un frasco, que parecía relleno de agua contaminada —Esta es una de mis creaciones raras.

He querido usarla, pero casi nunca tenemos humanos aquí.

Es muy rara…

—¡Te mataré!

¡Pequeño miserable!

—le gruñó el hombre, para ver luego al mayordomo levantarle el dedo.

—¡Ah-ah-ah!

Sr.

Wilford, usted olvida que yo no soy la víctima y usted no es el torturador.

Es todo lo contrario.

Espero que les guste lo siguiente —y con eso, el mayordomo le clavó otro cuchillo, sacando sangre de la boca del hombre.

El mayordomo llevaba un delantal blanco, el que ahora estaba salpicado de sangre.

Su pelo estaba atado con su habitual cola de caballo.

Tararareaba mientras sumergía otro cuchillo en la frasco:—Es un absoluto privilegio estar haciéndole esto a usted.

Después de todo, siempre he soñado con saldar nuestras cuentas.

El Sr.

Wilford se rió de forma oscura:—¿Por qué aún te persigue el hecho de ser violado en el confinamiento de la celda antes de que fueras vendido?

—Estás equivocado —dijo Stanley, sacando el cuchillo de su cuerpo —Yo de hecho disfruto el ser tomado por hombres.

Es una fan-ta-sí-a.

—¡¡Aaah!!

—gritó el hombre, sacando sangre por boca antes de caer en el suelo.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

Anterior
Siguiente
  • Inicio
  • Contacto
  • Política de privacidad

© 2025 LeerNovelas. Todos los derechos reservados

Iniciar sesión

¿Perdiste tu contraseña?

← Volver aLeer Novelas

Registrarse

Regístrate en este sitio.

Iniciar sesión | ¿Perdiste tu contraseña?

← Volver aLeer Novelas

¿Perdiste tu contraseña?

Por favor, introduce tu nombre de usuario o dirección de correo electrónico. Recibirás un enlace para crear una nueva contraseña por correo electrónico.

← Volver aLeer Novelas

Reportar capítulo