Heidi y el señor - Capítulo 148
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- Capítulo 148 - 148 Capítulo 148 - Después de que se desatara el infierno - Parte 6
148: Capítulo 148 – Después de que se desatara el infierno – Parte 6 148: Capítulo 148 – Después de que se desatara el infierno – Parte 6 Editor: Nyoi-Bo Studio Al oír los pasos, el mayordomo se dio la vuelta para ver al Señor Nicholas viniendo hacia donde estaba:—Has hecho un trabajo maravilloso, Stanley —alabó Nicholas a su mayordomo.
—Hice exactamente lo que me pidió, amo.
—Creo que eso será todo con el Sr.
Wilford.
¿Por qué no vas a atender a los otros huéspedes que tenemos mientras yo tengo una pequeña charla antes de que acabe con él?
—le indicó Nicholas, viendo al mayordomo hacer una reverencia, y llevarse todo su equipo, con la ayuda de un carro, hacia la celda de al lado.
—¡No…no puedes hacer eso!
—tartamudeó el Sr.
Wilford asustado, con la sangre saliendo de su boca:—El Consejo no serán misericordiosos contigo si descubren que me has matado.
—Estoy seguro de que no les importará si hay una persona menos de quien preocuparse.
Estoy seguro de que hemos tenido nuestros días de gloria, y aprecio el trabajo que has hecho para mí, después de todo, en una ocasión me diste la sangre fresca de tu ganado.
Pero lo que no aprecio, es que mantuvieras a mi encantadora futura esposa en tu celda, como esclava —dijo el Señor, poniendo una mano sobre el hombro del hombre.
—¿Fu…futura esposa?
Estoy seguro de que no…
—Oh, cállate —le dijo aburrido Nicholas, mientras le apretaba el hombro —No solo la acogiste como a una esclava, sino que tampoco la dejaste marchar.
Debes ser absolutamente estúpido al pensar que te dejarían salirte con la tuya.
Así que, como estaba diciendo, tuvimos grandiosos momentos, pero todas las cosas deben terminar.
Especialmente, si son malas, y ahora mismo eres un hombre muy, muy, muy malo, Wilford.
Es hora de decir adiós —y Nicholas le apretó el hombro hasta que se rompió.
El Sr.
Wilford gritó, y cayó sobre sus pies, ya que las cadenas ya no estaban cerradas.
Apretó su hombro con una mano, parecía un poco más que confundido cuando el Señor se alejó.
Preguntándose qué estaba pasando, miró a su alrededor, hasta que un necrófago apareció justo delante de sus ojos; lo miró aterrorizado, con su voz rebotando en las paredes pedregosas.
—¡No!
¡Aléjate de mí!
¡No!
¡¡NO!!
El Señor Nicholas caminó hacia las otras celdas para ver a un anciano atado a la pared.
Él era el hombre que había engañado a Heidi para venderla al establecimiento de esclavos.
Su compañera y esposa, estaba en otra celda junto a la suya.
Sin preocuparse mucho por el hombre, se trasladó al lugar donde estaba la anciana.—Hola —la saludó Nicholas mientras la anciana escuchaba los gritos de Wilford, quien estaba siendo desgarrado.
Con las manos en los bolsillos, caminó hacia la última celda, donde estaba encerrado Dorian.
Esperó hasta que su mayordomo estuviera listo, pero algo le pareció extraño.
—Eso será todo, Stanley.
Lleva a la anciana con los lobos —le ordenó a su mayordomo.
—¿Quiere que los alimente?
—le respondió inclinando la cabeza, viendo a su amo pensar por algunos segundos antes de contestarle de vuelta:—No.
Solo átala ahí, yo iré pronto.
—Sí, amo.
—Tortúrame todo lo que quieras, pero nada va a cambiar —le dijo Dorian con una sonrisa burlona, con su cara cubierta de sangre.
Nicholas observó las múltiples heridas que tenía en su cuerpo, con la piel casi desgarrada, pero Dorian parecía estar bien.
Ambas manos del hombre estaban atadas con cadenas de hierro enganchadas al techo.
Por mucho que disfrutara torturar a la gente, Nicholas había estado ocupado atando algunos cabos sueltos con el Consejo de las brujas, y la reciente fuga de su amado Duque Wilford.
Había llegado la noticia de que Wilford había huido a algún lugar, cuando en realidad, el hombre había estado retenido en secreto en la mansión Rune, sin que nadie fuera lo supiera.
Su mayordomo había hecho un excelente trabajo torturando al hombre, y Nicholas disfrutó de la escena.
El Señor de Bonelake era un hombre meticuloso.
Siempre lo había sido, asegurándose de no ser atrapado en ninguna de sus aventuras de asesinatos.
Y luego estaba Heidi.
Él, personalmente, se había tomado su tiempo para estar cerca de ella, en vez de tener a alguien que la cuidara.
—No eres humano, ¿verdad?
—dijo Nicholas, mirándolo con interés.
Cuando una mirada de sorpresa cruzó el rostro del Duque, el Señor mostró una sonrisa de satisfacción.—Tengo un ojo muy perspicaz.
Escuché que has tenido la intención de destruirme ya hace algún tiempo.
Entonces, ¿qué quiere de mí el falso humano vampiro?
—.
Esto pareció provocar una reacción en el Duque.
Había casos raros en los que los vampiros no mostraban ningún rasgo de su naturaleza real, tenían un gen latente, lo que los hacía parecer más humanos.
Lo mismo que pasaba con la esposa de Rhys.
—¿Por qué no lo piensas bien?
Quizás obtengas una respuesta —le dijo de vuelta Dorian.
—Lo siento, no se me ocurre nada.
Así que, ¿por qué no me dices?
Soy todo oídos.
—Eres peor que el Señor de Valeria.
—Oh, vaya.
No manches mi reputación —le dijo con reprobación —Yo soy un Señor amable y sensato.
Esto hizo que Dorian se riera, y sus palabras fueron amargas:—Por supuesto que lo eres.
El príncipe blanco del Imperio.
Realmente debes haber crecido en una buena familia, con padres cariñosos que han alimentado tu ego.
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