Heidi y el señor - Capítulo 149
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149: Capítulo 149 – Después de que el infierno se desató – Parte 7 149: Capítulo 149 – Después de que el infierno se desató – Parte 7 Editor: Nyoi-Bo Studio —Debe haberte encontrado indigno como para ser su hijo.
Eras un simple humano con el gen del vampiro latente.
Debe haber sido realmente desafortunado —dijo Nicholas tratando de hacerlo enojar, disfrutando de la rabia que se apoderó de la cara de Dorian en ese momento:—No tener el amor de un padre.
Yo lo adoraba —tanto que Nicholas lo mató él mismo.
—Bueno, fue excelente hablar de nuestro querido padre.
Mi error, mi padre.
Antes de dirigirnos a donde mis mascotas, hay una última cosa que quiero hacer —Nicholas caminó para pararse cerca de Dorian, y en un instante, le sacó un ojo del cráneo:—¿Qué se siente el estar ciego de un ojo?
O tal vez de los dos —dijo tomando el otro ojo, y aplastándolo con su mano.
Después de llamar a sus hombres para desencadenar a Dorian, fue arrastrado hacia donde estaba su mayordomo.
Una vez que llegaron allí, Nicholas miró bien al hombre que había sido apaleado y vapuleado.
Sin querer darle la satisfacción de lo que Dorian había intentado hacer con Heidi, no había mencionado el asunto sabiendo bien que él solo lo golpearía como ya lo había hecho.
En vez de eso disfrutaba torturando al hombre junto con su mayordomo, probando cada pieza de metal disponible para ello.
—¿Lo oyes, Dorian?
—le preguntó Nicholas cuando los lobos ladraron ante su carne, mientras la sangre goteaba por los dos cuerpos.—Son mi posesión más preciada.
Los crié yo mismo.
Stanley, cuchillo por favor —dijo el Señor abriendo su mano para que le pusieran un cuchillo inmediatamente.
El Señor fue rápido al cortar la mano de Dorian hasta la muñeca.
Arrojándosela a los lobos, dijo:—Definitivamente, es la mano que más odio —dijo con reproche, luego miró a la señora que estaba en estado de shock, y dijo:—Deberíamos dar por terminado el día.
Ponlos a los dos ahí.
Por suerte para Heidi, ella había ido a casa de los Meyers a pasar tiempo con Lettice, y visitar la tumba de Howard, el hombre que trabajaba para la familia Curtis.
Durante la búsqueda en la mansión del Duque Dorian, el cuerpo del anciano fue encontrado pudriéndose en el jardín de Scathlok.
Con la ayuda de Nicholas, Heidi había enterrado al hombre en Bonelake junto con una ceremonia para que su alma pudiera descansar en paz.
Para cuando ella había regresado, Nicholas había disfrutado detenidamente el ver a sus lobos comerse ambos cuerpos, hasta que solo quedaron huesos.
Pasaron tres semanas, y solo el día de hoy, Nicholas había accedido a dejar que Heidi hiciera una visita fuera de la mansión de la Rune, por razones de peso.
Al volver a la mansión, fue recibida por los brazos de Nicholas, los que se enrollaron alrededor de su cintura.
—¿Qué tal estuvo tu visita?
—le preguntó Nicholas, dándole un beso en le cuello, el cual ahora mostraba la marca de su gargantilla.
—Estuvo bien.
Lettice ha comenzado a hacer jardinería en el patio trasero de la mansión.
¿Cómo estuvo tu día?
—Bastante creativo —confesó dejándola ir, para agarrar su mano y llevársela a los labios:—Te extrañé —le dijo besándole el dorso de la mano.
—Yo también —dijo con una sonrisa suave y dulce.
Caminaron unos cuantos pasos cuando Heidi volvió a hablar, esta vez con su voz un poco más baja:—¿Nick?
—¿Qué pasa?
—dijo inclinando su cabeza en duda.
—Dando un profundo respiro, dijo:—Creo que estoy lista —Nicholas la miró fijamente y luego le respondió:—Está bien.
Le pediré a Stanley que prepare el carruaje.
Cuando Heidi se fue a la habitación, la habitación que ahora compartían, Nicholas se dirigió a su sala de estudio, la que estaba siendo modificada o, mejor dicho, reconstruida, ya que todo estaba roto y destruido.
La semana que había descubierto que Heidi estaba desaparecida, sin respuestas sobre dónde podría estar, se había desenfrenado en su habitación, dejando salir su ira sobre cada uno de los objetos y muebles que podía encontrar.
Se había vuelto loco cuando todos los esfuerzos que había hecho para encontrarla no habían tenido ningún resultado fructífero.
—Amo —Stanley, quien estaba arreglando los muebles en la habitación, se acercó a él.
—Prepara el carruaje.
Heidi y yo volveremos mañana —le ordenó Nicholas a su mayordomo.
Tras unas horas de viaje, Heidi salió del carruaje para mirar las paredes que rodeaban los edificios de dentro.
Sintió a Nicholas apretar suavemente su mano para animarla, y sonrió, agradecida de que él estuviera con ella.
Al volver a la mansión Rune, había deseado no volver a este terrible lugar, pero había algunas cosas que necesitaban ser resueltas, y en el fondo, sabía que si no lo hacía ahora, lo recordaría siempre.
No podía huir de lo que había pasado, y todo lo que podía hacer, era enfrentarse a sus pesadillas.
—Sabes que no tienes que hacerlo —le habló Nicholas, parado al lado de ella.
—Lo sé —dijo asintiendo con la cabeza —pero creo que necesito un cierre.
Cuando las puertas se abrieron al establecimiento de esclavos, caminaron hacia adentro.—Necesito hablar con el guardia jefe sobre algo.
¿Por qué no te adelantas?
Estaré cerca —dijo Nicholas.
Heidi empezó a caminar a través del edificio, caminando por los pasillos donde los esclavos estaban encerrados en las celdas.
Ella, quien había estado caminando antes con la ropa de esclava, ahora caminaba con un vestido elegante por los mismos pasillos, donde había estado tan solo hace tres semanas.
Después de llegar a la celda que contenía una cara familiar, la de su hermana.
Nora saltó para ponerse de pie, y pararse cerca de los barrotes.
—¡Oh, Dios mío!
¡Hermana!
¡Por fin estás aquí!
—dijo Nora llorando, con lágrimas llenándole sus ojos al pensar que finalmente estaba siendo rescatada.—Estoy tan contenta de poder verte al fin.
—¿Cómo has estado?
—le preguntó Heidi preocupada.
—Yo…no lo sé.
Este lugar…
este lugar no está bien.
Por favor, sácame de aquí pronto.
Quería hablar contigo antes, pero el Señor no me dejaba.
Nadie me deja —dijo lamentándose.
—No te preocupes, Nora.
La vida mejorará pronto —le dijo consolándola.
—¡Gracias!
¡Gracias!
Sabía que vendrías a por mí —dijo su hermana mientras se limpiaba las lágrimas.
—Había tenido la intención de venir aquí —dijo Heidi.
Miró el estado en que se encontraba su hermana, la ropa andrajosa que llevaba y los moretones que se le habían empezado a formar en la frente, y en el brazo izquierdo.
Nunca deseó que algo así le pasara a su hermana, pero después de enterarse por Nicholas de que su hermana había enviado hombres para matarla, y que en su lugar, habían matado a una doncella en la mansión de los Meyers, fue la gota que colmó el vaso.
—¿Dónde están los guardias?
¿Cuánto les tomará venir y abrir esta maldita cerradura?
La gente aquí es muy estúpida, e insolente.
Quiero decir, pueden hacer cualquier cosa —el estado de ánimo de Nora ya había empezado a alegrarse ante la idea de salir del establecimiento.
—Lo siento, Nora —se disculpó Heidi, obteniendo una mirada desconcertada de parte de su hermana —No vine aquí para llevarte conmigo.
—¿Qué…?
—murmuró Nora —¡¿A qué te refieres con eso?!
Somos hermanas, ¡se supone que debes ayudarme!
—Si realmente hubieras pensado en nosotras como hermanas, este día nunca habría llegado.
Cavaste tu propia tumba, Nora —dijo Heidi, dando un paso atrás cuando Nora intentó sacar su brazo a través de las barras de hierro.
—¡¡Heidi, por favor!!
No me hagas esto.
¡Por favor, no me dejes aquí!
¡Moriré de verdad!
—su hermana sollozó y cayó al suelo:—¡No!
—Espero que disfrutes estas paredes hasta que alguien sienta que vales lo suficiente como para comprarte.
Mejor tú que yo, ¿verdad, hermana?
—le dijo Heidi, y sonrió, repitiendo las palabras que Nora había usado con ella.
Su sonrisa contenía tristeza, antes de hacer oídos sordos a las súplicas de su hermana, de alejarse de la celda, y del establecimiento.