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Heidi y el señor - Capítulo 31

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31: Capítulo 31 – Esclavitud – Parte 2 31: Capítulo 31 – Esclavitud – Parte 2 Editor: Nyoi-Bo Studio El Señor Nicholas, quien estaba sentado con las piernas cruzadas una sobre la otra, miraba a la chica con sus labios ligeramente levantados, y le parecía divertido cómo se ponía nerviosa con cada segundo que pasaba.

No le tomó tiempo comprender que ella no estaba acostumbrada a este tipo de ambiente.

Notó algo más mientras miraba a Heidi con ojos aburridos, a pesar de que fuese lo contrario.

Al principio pensó que a ella le gustaba cubrir su cuerpo debido a su carácter modesto, pero luego observó que los vestidos que eran de hombros descubiertos eran ignorados o apartados hacia un lado cuando se los traían.

Ella escogía vestidos que le llamaban la atención y, curiosamente, los devolvía cuando se daba cuenta que mostraban sus hombros o su espalda.

—Señora, ¿por qué no se prueba estos?

No podrá decidir a menos que se los pruebe.

—¿Aquí?

—Sí, milady —le dijo la dueña educadamente a Heidi, dirigiéndola hacia la gran cabina con cortina que estaba en la misma habitación que el Señor Nicholas y los otros.

—Ah- — comenzó solo para ser interrumpida.

—Estaremos esperando al otro lado.

Ahora, dejaré que se cambie y mientras tanto traeré al sastre aquí para ver si es que los vestidos necesitan algún ajuste — y diciendo esto, la dueña de la tienda se fue.

Con un suave suspiro, cerró la cortina, asegurándose de que no hubieran espacios abiertos.

Ella nunca había ido a tiendas antes, así que no estaba segura de si esta era la rutina normal de la élite cuando se trataba de comprar ropa.

Decidiendo ir con la corriente, se sacó el vestido que tenía puesto antes de ponerse el que había llevado con ella.

Saliendo, ella se paró en frente de ellos.

—¡Oh!

Le cabe —se escuchó el comentario sarcástico de una de las empleadas a quien la dueña le dirigió una mirada severa, haciendo que la joven mujer cerrara la boca inmediatamente.

Heidi estaba contenta de que el vestido le quedara bien ya que no era tan delgada como las demás mujeres en la habitación.

Había estado preocupada, pero estaba contenta de que le cupiese.

Entonces, la dueña aclaró su garganta para hablar:—No creo que este necesite ninguna modificación, Srta.

Curtis.

¿Por qué no se prueba el resto?

— preguntó, y Heidi asintió.

Después de mirar al Señor que estaba hablando con una empleada, se dio la vuelta para volver detrás de la cortina cerrada.

«Ciertamente, el Señor Nicholas era muy popular entre la población femenina», pensó Heidi.

Ella repitió el proceso de cambiarse de vestido para mostrárselo a la dueña y volver, lo cual había hecho que la piel alrededor de su cuello se pusiera roja debido a la fricción con la tela.

Ella notó entremedio que el Señor ya no estaba en su asiento.

Cuando por fin terminó de ponerse los vestidos que habían sido escogidos, ella escuchó la voz de la dueña en el otro lado.

—Srta.

Curtis, al Señor Nicholas le gustaría que se probase este —dijo la dueña con la voz un poco entrecortada.

—Gracias — dijo Heidi extendiendo sus manos para verlo, dándose cuenta que, de hecho, era un vestido simple.

La parte de arriba era blanca, con las mangas con corte de farol, y desde la cintura hacia el suelo era de color azul con dos capas abajo.

Para su alivio, el escote subía hasta el cuello.

Una vez que estuvo lista, pasó su mano sobre la falda que era tan suave como una pluma.

Cuando salió, el Señor Nicholas estaba de vuelta en su asiento, y al verla, una mirada de satisfacción volvió a su rostro.

Sus ojos profundos y manchados de rojo la miraron, asimilando el vestido que usaba hasta que sus ojos se clavaron en su cara, la cual se había vuelto un poco roja.

—¿Qué opinas, querida Sibyl?

—preguntó el Señor Nicholas, levantándose de su asiento para pararse frente a Heidi.

—Creo que se ve encantadora, milord —respondió Sibyl, sosteniendo sus manos juntas y con una mirada ansiosa en su rostro.

—¿Verdad que sí?

— respondió sin hablarle a nadie en particular mientras miraba a Heidi, quien lo miraba con sus ojos marrones de cierva.

Ella no sabía a qué estaba jugando el Señor, pero la mirada que le dirigía estaba haciendo que su pecho se sintiera intranquilo.

Al principio, ella había apuntado su mirada hacia las otras personas en la habitación, pero cuando comenzó a hablar, sus ojos automáticamente se fijaron en él.

Cuando dio un paso hacia adelante, por fin pudo apartar su mirada antes de que empezara a arder en llamas.

Ella aún podía sentir sus ojos cuando se dirigió al mayordomo:—Stanley, por favor trae los otros artículos que he pedido y prepara el carruaje para que esté listo —luego le habló a ella con su suave voz de siempre —¿Nos vamos, milady?

No es necesario que te vuelvas a cambiar.

El Señor dijo algunas bromas con la dueña antes de que salieran de la tienda.

—¿A dónde vamos?

—preguntó con curiosidad cuando el señor la llevó a otra calle.

—A una pequeña excursión.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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