Heidi y el señor - Capítulo 35
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- Capítulo 35 - 35 Capítulo 35 - La hora del té - Parte 3
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35: Capítulo 35 – La hora del té – Parte 3 35: Capítulo 35 – La hora del té – Parte 3 Editor: Nyoi-Bo Studio Heidi escuchaba el tic-tac del reloj mientras estaba acostada en su cama.
Escuchaba el reloj y el viento que entraba en la habitación a través de las ventanas que había abierto antes de meterse a la cama.
No podía conciliar el sueño a pesar de haberse ido a la cama temprano.
Se dio la vuelta hacia la ventana para ver el hermoso cielo nocturno, donde centelleaban las estrellas.
«¿Cuántos días serían antes de que estuviera casada con el Sr.
Lawson?» Parecía que el hombre siempre estaba ocupado con su trabajo ya que raramente se le podía encontrar en la mansión, aunque no era su mansión, sino la del Señor Nicholas.
Sentándose derecha, tomó la jarra de agua para darse cuenta de que estaba vacía.
Bajándose de la cama, se puso la bata alrededor de su camisón, dirigiéndose a la cocina para conseguir un poco de agua.
Tomando agua en la cocina, y llevándose un vaso con ella en vez de la jarra, Heidi volvió de puntillas sobre el frío piso de mármol cuando escuchó un ruido en el vestíbulo.
Preguntándose qué era, fue al vestíbulo solo para sentir sus ojos expandirse con lo que vio.
El Señor estaba con una mujer, quien tenía su espalda contra la pared mientras ambos se besaban abiertamente en la boca.
Sus manos estaban en los glúteos de ella.
—Espiar es un mal hábito —dijo el Señor, sus ojos un poco deslumbrados por la lujuria.
No era la escena o la hermosa mujer, sino la mirada que el Señor poseía.
Sus ojos negros y perdidos, su cabello despeinado, y sus labios pálidos pero rojos.
La mirada en sus ojos había hecho que su corazón se hundiera.
—N-No era mi intención, solo me tropecé con la escena —respondió ella, viendo a la mujer enrollar sus manos alrededor del cuello del Señor.
—¿En serio?
—dijo Lord Nicholas tomando a la mujer en sus brazos.—Sin embargo, aquí estás todavía de pie, mirándonos.
Traviesa.
—le dirigió una sonrisa maliciosa, lanzando sus ojos sobre su figura, haciendo que Heidi frunciera el ceño.
Al mirar hacia abajo, ella se dio cuenta de que su bata se había soltado, dejando ver el bulto de sus pechos.
Sus orejas se pusieron rojas, y de inmediato se ajustó la bata.
—Lamento decirte esto, pero no tengo interés en verte mostrar tu extraño…
—movió sus manos tratando de encontrar la palabra correcta:—Pasatiempo.
Y creo que deberías dejarlos en el dormitorio en vez de presumir de ellos cuando hay más personas en la mansión.
—¿Quién es esta chica, Señor Nicholas?
—balbuceó la mujer en los brazos del Señor Nicholas, levantando su cabeza para ver a Heidi.
Era evidente que la mujer se había pasado de tragos, por lo cual apenas podía pararse sobre sus dos pies.
—¡Ya tiene una chica!
Pensé que había dicho que yo era la única —le habló a Nicholas manteniendo su voz baja.
—Ella es una invitada.
No tienes que preocuparte por ella — dijo Nicholas, pero eso no impidió que la bella mujer mirara a Heidi.
—Se ve como una simplona —comentó la mujer.—Tienes razón.
Heidi no estaba interesada en discutir con una mujer borracha, y en vez de eso, optó por ignorarla mientras miraba al Señor Nicholas.—Milord —le habló dulcemente con una sonrisa —Por favor sé más cuidadoso.
Que tengas buenas noches — dijo inclinándose y dejándolos solos.
Cuando llegó a la habitación, la cerró antes de entrar a la cama, sin molestarse en quitarse la bata.
«Qué vergüenza», pensó Heidi para sí misma mientras la escena regresaba a su mente.
Ella se había tropezado con ellos y para cuando había procesado lo que vio, el Señor la había atrapado antes de que pudiera escaparse de allí.
A la mañana siguiente, Heidi salió temprano a la ciudad para ir a la iglesia de la que había hablado el mayordomo, la cual no estaba lejos de la mansión.
No había casi nadie a la vista.
Debido al clima despejado, los rayos del sol pasaban a través de los vitrales, pintando hermosos colores en las lavadas paredes blancas.
Se sentó en uno de los bancos, con una mano sosteniendo a la otra sobre su regazo, y con los ojos cerrados, rezó en paz.
Sintió su corazón calmarse por el resonante sonido de la campana.
Al regresar a la mansión, se le pidió que se uniera para tomar el té afuera en el jardín.
Al llegar al lugar, vio al Señor Nicholas, Warren, su madre Venetia, y la mujer que había visto el día anterior con el Señor.
—Buenos días, Heidi.
Por favor, toma asiento — la saludó Warren.—¿Cómo estuvo tu visita a la ciudad?
—Estuvo bien, gracias por preguntar.
Gracias —le agradeció a la doncella que le entregó la taza de té—La iglesia es muy hermosa, pero no encontré a ningún sacerdote allí.
—Escuché que tienes asignada una tutora.
¿Cómo va eso?
—le preguntó Venetia con un tono desinteresado.
—Estoy aprendiendo muchas cosas nuevas —le respondió diplomáticamente.
Aunque en realidad no era así, ella no quería quejarse, ya que habían pasado solo dos semanas desde que llegó la tutora y ella sabía que los tutores eran caros.
Lo sabía porque una vez su familia había pensado en conseguir un tutor para Nora, pero al final no lo pudieron pagar.
—Me alegra escuchar eso.
No queremos que pierdas tu tiempo.
Hmm —le dijo la mujer a Heidi con una mirada penetrante.
Ella no lo sabía, pero la madre de Warren era intimidante.
«No, no se trataba solo de eso», pensó Heidi ahí sentada con ellos; parecía que a pesar de que había dicho que sí al matrimonio de su hijo, no estaba feliz de que fuera una humana con quién se casara.
Mientras sus ojos divagaban, se encontraron con los ojos color avellana de la mujer que la había estado observando desde que llegó.
—Creo que no nos hemos visto antes.
Soy Frances Kennedy — dijo presentándose la mujer.
—Yo soy Heidi Curtis —le sonrió Heidi de vuelta.
Al parecer, la mujer no recordaba que ya la conocía.
Después de una frívola charla en la que Heidi mantuvo sus pensamientos para sí misma por el tiempo restante allí, finalmente se levantaron para acompañar a la Srta.
Kennedy a la salida.
Warren había entrado, dejando que Venetia y el Señor hablaran mientras caminaban delante de Heidi y Frances.
—Escuché que eres la futura novia del señor Lawson.
¿Cuándo será la boda?
—le preguntó Frances.
—No hemos escogido fecha aún, pero debería ser dentro de dos meses.
—Qué suertuda eres, ¿no?
Aquí estamos las solteras intentando establecernos, y una mujer como tú ha conseguido un hombre tan apuesto como él —comentó la mujer.
—Estoy segura que encontrarás tú también a un buen hombre así—le dijo Heidi con una sonrisa tensa.
—Por supuesto, lo haré.
Pero, ¿qué fue lo que hiciste?
—Frances detuvo a Heidi de la mano —Si me pudieras dar un poco de ideas, eso sería muy amable de tu parte.
¿Cómo seduciste a Warren?
Para quedarte a un hombre así.
Vaya, y tú – quiero decir, te ves tan…pálida y común.
Me refiero, no de esa forma por supuesto pero -.
—Srta.
Kennedy —la interrumpió Heidi —Tal vez si dejara de acostarse y abrirse de piernas a cualquier hombre que pasa, podría encontrar a un hombre decente.
Tal vez.
Y por favor, para hablar sobre mí, primero mire a su horrendo ser en el espejo.
Estoy segura de que ni siquiera un espejo puede lidiar con su estado actual —Heidi no espero una respuesta y se dio la vuelta para regresar a la mansión.
Había intentado ser civilizada con la mujer, pero ella se lo estaba buscando.
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