Heidi y el señor - Capítulo 42
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- Capítulo 42 - 42 Capítulo 42 - El amable señor - Parte 3
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42: Capítulo 42 – El amable señor – Parte 3 42: Capítulo 42 – El amable señor – Parte 3 Editor: Nyoi-Bo Studio La música y el baile, juntos formaban una historia.
Todos y cada uno de los sonidos resonaron a través de los instrumentos hasta la pared y luego de regreso, su cuerpo zumbando junto con él.
Estaba familiarizada con algunos de los instrumentos que se estaban tocando y la música que creaban era conmovedora.
Podía sentir la piel de gallina formándose en su piel mientras seguía escuchando.
En todo el tiempo sus ojos no se habían alejado del escenario.
Por otro lado, el Señor Nicholas se sentó con una cara de póquer al lado de Heidi.
No era la primera vez que asistía a una historia musical.
Era un visitante habitual del teatro.
Cuando un sirviente entró preguntando si les gustaría beber algo, se volvió hacia Heidi, para ver que los artistas en el escenario tenían toda su atención.
Agitando la mano para despedir al sirviente, vio una pequeña sonrisa formada en sus labios.
Era como traer a un niño al teatro por primera vez, lo que era una visión inusual para el Señor.
La mayoría de las veces, él estaba acompañado por mujeres que estaban acostumbradas.
Para gente como él, esto era una forma de matar el tiempo habitual, aparte de cazar animales como lo hacían los humanos.
«Los seres humanos eran un grupo de simplones que se dejaban llevar fácilmente por las palabras y la acción», pensó mirando el escenario.
Cuando conoció a Heidi, al principio, esperaba que ella fuera como muchas otras mujeres que había conocido.
No era que ella no pudiera dejarse llevar y no era una tarea difícil para él probarlo.
Disfrutaba de sus reacciones cuando se burlaba de ella, lo cual le recordaba a un pequeño y nervioso animal que a veces consideraría prudente ignorar sus palabras.
Cuando el Señor Nicholas y Heidi bajaban las escaleras desde el palco, un par de vampiros saludaron al Señor Nicholas.
—Esperaba encontrarlo aquí, milord —dijo la mujer que venía a pararse frente a él con una pequeña reverencia.
—¿Y a qué debo este honor?
—le preguntó el Señor Nicholas a ella, con una expresión amable que sostenía la mirada de la mujer.—Lamento mucho no haber podido llegar al baile que su padre había organizado.
—¡Por favor, no se disculpe!
Escuché de mi hermano que no estaba en el Imperio, sino que viajaba esa semana.
Estamos muy contentos de tener un señor que trabaja duro —sonrió.
—Habla muy bien de mí, lady Bethany —dijo el Señor.
Al oír su nombre, las mejillas de la dama se pusieron rojas.
—Mi hermana dice la verdad, milord.
De hecho, somos afortunados de tenerlo como nuestro señor —dijo el hombre e inclinó la cabeza.
Cuando Heidi escuchó el intercambio de palabras, ella notó que la gente de Bonelake tenía a su Señor en alta estima.
Las palabras fueron amables pero cuidadosas al mismo tiempo.
Respetaban a su señor, todos y cada uno que hacía contacto visual le habían hecho una reverencia al hombre antes de pasar.
El Señor Nicholas era un caballero con las damas, respondiendo a sus preguntas cortésmente.
Escuchando pacientemente a sus súbditos, asintiendo con la cabeza de vez en cuando y respondiendo a las preguntas.
Estaba cumpliendo el papel de ser un señor perfecto.
El hombre tenía un comportamiento tranquilo, pero sus ojos eran oscuros y dominantes, lo que trazaba la línea entre él y las personas que intentaban acercarse a él.
Ahora estaban parados junto a su carruaje mientras el Señor Nicholas hablaba con un conocido suyo.
Se hablaban sin referirse el uno al otro con sus títulos.
El hombre llamado Tim debía ser una persona cercana al Señor Nicholas al oír que se refería al Señor como «Nick».
—¿Y quién podría ser esta joven?
—se volvió hacia Heidi el hombre con el que el Señor Nicholas estaba hablando.
—Perdóneme.
Soy Heidi Curtis —dijo Heidi y se inclinó ligeramente.
—Buenas noches, señorita Curtis.
Soy Timothy Rufus.
No creo haberla visto antes —dijo, tomando su mano y besándole el dorso.
—No lo has hecho.
Si no, ya sabrías su nombre —intervino el Señor Nicholas, haciendo que el hombre sonriera tímidamente.
—Tiene razón, milord.
Señorita Curtis, si no le importa, me gustaría invitarla a mi mansión para tomar el té mañana.
Y al Señor Nicholas también —invitó Timothy a ambos.
Heidi estaba cansada y quería quedarse en la mansión que ir y mostrar una sonrisa que no sentía para extraños mañana.
Miró al Señor y, en el momento justo, él dijo: —Tendremos que pasar, Tim.
La Srta.
Curtis y yo estamos ocupados mañana.
¿Quizás en otra ocasión?
—dijo el Señor Nicholas y estrechó la mano del hombre.
—No hay problema en absoluto.
Buenas noches, señorita Curtis, Nick.
Cuando el carruaje llegó a la mansión Rune, Heidi estaba medio dormida pero despierta.
Cuando entraron en el salón principal y antes de caminar a sus respectivas habitaciones, Heidi comenzó: —Gracias por esta noche, señor Nicholas.
La pasé muy bien en el teatro —le agradeció ella, para verlo sonreír.
—No lo menciones.
Fue un placer —respondióél.
Luego se excusó por el día, murmurando buenas noches al Señor Nicholas y Stanley, a quien vió en su camino a su habitación.
Al verla desaparecer de su vista, habló:—Tu corazón muestra muchas cosas.
—¿Milord?
—preguntó Stanley, colocando su mano sobre su corazón, echando un vistazo a su señor hacia su corazón y de vuelta a su señor.
Al ver que su señor no le había respondido, preguntó:—¿Quiere que envíe a alguien para esta noche?
—Sí, por favor, hazlo.
Mis colmillos han estado ansiosos por morder a alguien por algún tiempo —exhaló el Señor Nicholas, quitándose el abrigo y entregándolo a su mayordomo.—Es la desgracia de ser un vampiro de sangre pura.
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