Heidi y el señor - Capítulo 47
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- Capítulo 47 - 47 Capítulo 47 - Su otra cara - Parte 3
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47: Capítulo 47 – Su otra cara – Parte 3 47: Capítulo 47 – Su otra cara – Parte 3 Editor: Nyoi-Bo Studio En una fiesta vespertina donde fue invitada toda la élite, Heidi había acompañado a Warren y una mujer, a quien ella no conocía, que acompañaba al Señor allí.
Rhys Meyers y su esposa Lettice, que formaban parte de la élite, también habían sido invitados y ahora estaban hablando con uno de los invitados en la mansión.
Lettice se dirigió hacia donde estaba Heidi y se saludaron con sonrisas amistosas, de pie y hablando entre ellas.
Las vampiros femeninas no eran tan acogedoras, pero se mantenían igual cuando se trataba de humanos de alto estatus social.
Rhys, quien estaba lejos de su esposa, vio la sonrisa en los labios de su esposa, mientras pasaba su tiempo con la prometida de Warren.
Fue bueno verla sonreír, ya que no era algo que hiciera a menudo.
Por lo general, no entretenía a las mujeres con chismes porque los humanos no hacían más que pasar el tiempo con eso, lo cual no le gustaba.
Después de un rato, caminó hacia su esposa, levantando la mano para un baile que al que ella accedió.
Heidi miró a las parejas bailando en el centro de la sala, y se quedó a un lado con un vaso de vino de uva en la mano.
Ella sonrió al ver a Rhys hacer girar a su esposa, lo que provocó una carcajada de su amiga.
Buscando a Warren, ella lo encontró hablando con un hombre con una expresión seria.
No era como si esperara que él le pidiera un baile porque si lo hiciera, no sabría cómo mover sus pies al ritmo de la música.
Viendo al Señor bailar, tuvo que darle el crédito de que el hombre se movía tan fluido como el agua.
La mujer en sus brazos era hermosa, con cabello bonito y una figura deslumbrante en un hermoso vestido.
Cuando Heidi estaba girando el vaso de cristal en su mano, escuchó una inesperada conmoción cuando con el grito de una mujer.
Al levantar la vista, vio al Señor Nicholas, torciendo el brazo de un hombre.
Su frente se arrugó preguntándose qué había pasado.
«¿Se había portado mal el hombre con la mujer con quien bailaba el Señor?» Acercándose a la escena, vio un cuchillo que ahora yacía en el suelo con una marca negra quemada.
—¿Qué pasó?
—¿Quién es el hombre?
¿El amante de la mujer?
—Pero parecía que trataba de atacar al Señor de la nada —susurraban los presentes varias razones elaboradas en la habitación.
A medida que pasaba el tiempo, el Señor no se había alejado del hombre y solo después de unos segundos ella se dio cuenta de que el hombre estaba inconsciente.
Una vez que los guardias se llevaron al hombre, vio al Señor Nicholas hablar con Warren sobre algo, a lo que él asintió antes de abandonar el lugar.
—Damas y caballeros, perdónennos por la repentina interrupción debido al intruso.
Por favor continúen con la velada —anunció el Señor Nicholas con una pequeña reverencia y salió de la habitación.
Al ver que tanto Warren como el Señor habían abandonado la estancia, Heidi hizo una pequeña reverencia hacia los Meyers antes de seguir al Señor Nicholas.
En su camino, ella notó que sangre goteaba de su mano y cuando ella trató de pedir ayuda para él, el hombre la despidió.
Al volver al carruaje, descubrió que había dos carruajes que estaban preparados para volver a la mansión.
Warren la ayudó a entrar en el carruaje delantero mientras el Señor Nicholas montaba en el otro carruaje.
El ambiente era tenso cuando llegaron a la mansión.
Warren le aseguró que todo estaba bien y que descansara bien durante la noche antes de irse a donde el Señor Nicholas había llevado al rehén.
En la mazmorra subterránea, donde el aire olía a hierro acre, Nicholas tarareaba una melodía, esperando que sus guardias encadenaran al hombre que luchaba por escapar.
Vio a Warren entrar, y su primo le preguntó: —¿Quién crees que lo envió?
Él tenía la daga hecha de ceniza que desapareció hace unos años.
—Pobre, ni siquiera pudo apuñalarme —dijo Nicholas y miró hacia su mano, que lentamente se estaba curando.—¿Empezamos?
—dijo mirando al hombre completamente encadenado.
Nicholas caminó dentro de la celda y se quedó allí mirando al hombre sin una palabra, pasaron unos segundos que luego se convirtieron en minutos en silencio.
—Si vas a matarme, ¡terminemos con esto!
—habló el hombre agitado, mientras empujaba a través de las cadenas.
—No puedo matarte cuando ni siquiera sé por qué me atacaste, a menos que no estés bien arriba —le habló Nicholas al hombre con voz tranquila, con la suave sonrisa todavía en sus labios.
Conseguir la daga no era fácil y con el olor del hombre frente a él, era un vampiro convertido, medio vampiro.
—¿Por qué no me lo dices y veré cómo puedo reducir tu castigo por la traición que has cometido contra tu Señor?
Esto hizo que el hombre riera amargamente antes de escupir en el suelo.
—No eres mi Señor.
Alguien como tú no puede ser uno.
Matar a hombres y mujeres sin arrepentimiento…
¡Déjame ser libre y vengaré a mi familia!
—resonaron las cadenas, los sonidos resonaban en la celda vacía.
—Hmm, no creo que te recuerde.
¿De quién estás hablando?
—inclinó Nicholas su cabeza dubitativamente, poniendo al hombre furioso.
—¡¿Cómo te atreves a olvidar lo que hiciste?!
¡Soy el hijo menor de Earl Perronne!
¡Cómo te atreves a asesinarlos y comportarte como si no supieras nada al respecto!
—Ah, lo recuerdo —respondió el señor, como si hubiera comprendido algo y comentó:—Él sabía lo que le iba a suceder, especialmente después de estafarme.
—Libérame de estas cadenas.
No descansaré en paz hasta que cumpla mi venganza.
¡Escúchame bien!
¡Te enfrentarás a las mismas consecuencias!
Te mataré con mis propias manos —gritó el hombre:—¿Piensas que, solo por la fachada que pones la gente no sabrá la verdad?
¡¿Por qué no te deshaces de ella y muestras tu verdadero rostro?!
¡No eres más que un cobarde!
El señor suspiró pellizcando el puente de su nariz con los dedos.
Despúes se rió entre dientes, seguía riendo en voz alta antes de que su expresión se volviera amarga.
—Mi paciencia se está agotando, por lo que sería inteligente por tu parte, decir de dónde has sacado la daga o quién te la dio —preguntó Nicholas.
Warren habló cuando escuchó al hombre encadenado burlarse de la pregunta.
—No parece tener ganas de hablar.
Deberíamos dejar que se calme para que entienda en qué lugar está, antes de que lo interroguemos más —sugirió su primo, viendo la locura en los ojos del hombre frente a ellos.
Todos los vampiros convertidos no eran estables, y este parecía ser un caso inestable.
—Eso ya no importa —al escuchar al Señor hablar, el hombre lo interrumpió.
—¿Me vas a matar?
—preguntó el hombre con una sonrisa en su rostro:—¿Arrancar mi corazón?
¿O desgarrar mi cuerpo?
Ustedes, vampiros de sangre pura, son tan fáciles de leer.
Después de que yo muera, habrá alguien más que te dará cazará.
—¿Quieres decir que el cazador va a ser cazado?
—preguntó Nicolás con interés.
—Así es.
Espera hasta que llegue ese momento —la amenaza del hombre cayó en saco roto.—¡Así que mátame!
—Deja de tratar de obligarme a matarte.
No voy a matarte —dijo Nicholas, pasó su mano por las herramientas expuestas en la mesa.—Realmente no me complace escuchar que me categorizas con el otro grupo de vampiros sangre pura.
Tienes razón, yo no soy un vampiro agradable.
Soy un vampiro de sangre pura desquiciado para gente como tú—dijo recogiendo una hoja de sierra oxidada que se había vuelto roja y naranja en su mano y con una sonrisa agradable en su rostro caminó hacia el hombre encadenado.
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