Heidi y el señor - Capítulo 50
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- Capítulo 50 - 50 Capítulo 50 - Alma solitaria - Parte 3
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50: Capítulo 50 – Alma solitaria – Parte 3 50: Capítulo 50 – Alma solitaria – Parte 3 Editor: Nyoi-Bo Studio Cuando regresó, pudo escuchar a las cuatro mujeres, incluida su futura suegra, hablando en un tono no tan silencioso.
—Debes tener cuidado con las mujeres de esa clase.
Las chicas de esa clase te exprimirán todo el dinero.
¿Viste la forma en que estaba a punto de discutir?
—rió una de ellas.
—¿Qué puedo decir?
Es mala suerte.
Nunca esperé casar a mi único hijo con un patético humano sin antecedentes.
—¿Por qué no romperlo entonces?
—El bastardo de mi sobrino nos puso en esta situación.
Y si no fuera por el dinero y el consejo ofrecido por el Consejo…
—dijo Venetia y les dedicó una sonrisa cansada.—Tendré que aguantar tal cosa hasta llegado el momento.
—Debe ser difícil para ti.
Pero no te preocupes, siempre puedes mostrarle el lugar donde pertenece —se rió la mujer.
—Oh, ya lo sé.
Las mujeres cambiaron de tema al ver a Heidi entrar, dedicándole unas sonrisas falsas e insignificantes.
Las cosas empeoraron cuando las mujeres vampiro comenzaron a ignorar a la pobre chica, absortas en su conversación y dejándola sola.
Al final empezó a ser sofocante.
Ahora entendía cómo se sentía Lettice entre este tipo de personas.
Warren no había vuelto y Heidi ya no podía soportar la incomodidadde la situación con las mujeres arrogantes.
Finalmente, cuando tuvo que irse, Venetia le dedicó una sonrisa aristocrática y la despidió como si no pudiera esperar para volver a verla.
Pero eso no impidió que las amigas de la mujer profundizaran en su historial.
Venetia era una mujer que no aprobaba que nadie la desobedeciera bajo su techo.
Incluso, aunque haya enviado su carruaje personal para que la chica pudiera regresar a la mansión Rune, eso no significaba que ella la hubiera enviado con el carruaje correcto.
Era un viejo carruaje que se rompería antes de que ella siquiera alcanzara la mansión.
«Eso le enseñará una lección», pensó la vampiresa.
La rueda del carro, tal y como se esperaba, se rompió; debido a eso, tuvo que ser detenido para reemplazar la rueda.
Heidi estaba parada fuera del carruaje, dándose calor con los brazos debido al frío aire nocturno, mirando al cochero que intentaba arreglarlo.
El carruaje había sido detenido en medio de la nada y la noche era oscura y la preocupaba.
Pensando que esto era lo que el futuro le deparaba, se dio cuenta de que su vida nunca cambiaría.
Ella nunca sería necesitada por nadie, y le vino un pensamiento a la mente.
Nunca tendrá un lugar al que pertenecer y esto hizo que cuestionara la obra de Dios.
—¡Oh!
—Al escuchar la exclamación del cochero, se inclinó para ver qué pasaba.
—¿Qué pasa?
—preguntó ella.
—Lady Curtis, la rueda no se va a arreglar.
Los hombres colocaron mal la rueda del carromato —no podía creer que su suerte hubiera empeorado.—Iré a buscar ayuda, por favor, espere aquí—dijo el mitad vampiro, inclinándose cortésmente.
—¡Espere!
¿Señor?
—lo llamó ella, viéndolo caminar hacia la carretera de donde venían.—¿Amable Señor?
—volvió a llamarlo, y no recibió respuesta a excepción del ulular de los búhos posados en los árboles.—Oh, Dios —dijo preocupada, mirando alrededor hacia árboles altos y oscuros por los que estaba rodeada.
No había ni un solo alma o carruaje, ni casas dentro del bosque.
Sin saber cuándo volvería el cochero, decidió caminar en lugar de esperar al hombre.
Enojada, se abrió paso por el sendero del bosque, sin preocuparse por el peligro que acechaba detrás de las sombras.
Mientras caminaba, sus únicos acompañantes fueron el viento que soplaba ocasionalmente, los grillos escondidos en la hierba y los búhos que ululaban de vez en cuando.
Al escuchar el sonido de los cascos de los caballos desde una gran distancia, no se dio la vuelta y, en cambio, siguió caminando sola.
—¿Planeas caminar todo el camino hasta la mansión?
Heidi no respondió a la pregunta del señor Nicholas.
Se sintió emocionalmente agotada y en algún lugar herida.
Estar sola en el bosque había agregado combustible a su alma solitaria.
—¿Sabes que estás caminando en la dirección equivocada?
El Señor Nicholas había estado en la mansión preparando unos papeles cuando su pájaro, Toby había venido a entregar un mensaje antes de que Warren entrara a trompicones en la mansión, diciendo que el carruaje en el que viajaba Heidi se había averiado y que no estaba en ninguna parte.
Tanto él como Warren habían salido en busca de la chica.
Teniendo a Toby como su mascota, era más fácil detectar a la chica que se había desviado del camino de vuelta.
—No me importa.
Déjame en paz —murmuró, dando pasos rápidos mientras el señor desaceleraba el caballo para que coincidiera con su ritmo.
—Vamos, Heidi.
Este no es el momento para jugar juegos, ya se ha hecho de noche.
No seas una niña —suspiró con voz tensa.
—¡No quiero volver ahora mismo!
—gritó ella.
Cuando la chica se dio la vuelta, vio lágrimas de enojo cayendo por sus mejillas.
Al darse cuenta de que algo había sucedido en la mansión de su tía para que ella estallara, él cuidadosamente midió la expresión de Heidi.
—Bien —continuó caminando con ella, él sobre su caballo blanco y Heidi caminando en el suelo en silencio absoluto.
Al ver que ella se había calmado después de unos minutos, dijo su nombre para llamar su atención.
—¿Heidi?
—Hmm —fue la única respuesta que recibió y ella se giró para mirarlo.
—Ven conmigo —la convenció, y antes de que ella pudiera rechazarlo, dijo:—Te llevaré a un lugar que podría fascinarte.
Al oír esto, se detuvo en seco, e incluso en la oscuridad pudo ver que el borde de sus ojos se había hinchado.
Tenía curiosidad por saber qué le había sucedido para que llorara.
No dejaría pasar el tema sin averiguarlo.
—No iremos a la mansión de inmediato.
Te doy mi palabra —le dio la mano para que ella la tomara.
Después de pensar un poco, ella colocó su pequeña mano en la suya y él la agarró para que pudiera sentarse frente a él, sobre el caballo.
Heidi no estaba segura de a dónde la llevaba, pero cuando finalmente llegaron a un lugar lleno de grandes rocas negras, se volvió para mirarlo.
Ella lo sabía.
La había traído aquí para asesinarla como había descrito que lo haría hace mucho tiempo.
Solo cuando él la obligó a seguirlo alrededor de las rocas grandes, ella vio algo que nunca antes había presenciado.
La niebla cubría el suelo como una corriente de agua.
La niebla humeante iluminó la tierra.
Algunos lugares estaban oscuros, mientras que otros estaban iluminados…
La niebla en algún punto entre el gris y el azul, se difundía y se arremolinaba en las piedras negras cerca de ellos.
Queriendo echarle un vistazo más de cerca, dio dos pasos hacia adelante antes de que la detuviera el Señor por el brazo.
—Un poco más cerca y no sabes si regresarás —le advirtió.
—¿Qué es este lugar?
—preguntó Heidi con curiosidad, al ver un poco de humo que se acercaba a ellos para en seguida evaporarse.
—Esto, milady, es un lago —respondió casualmente.—Se lo conoce como el Lago de los Huesos.
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