Heidi y el señor - Capítulo 56
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- Capítulo 56 - 56 Capítulo 56 - Calidez - Parte 3
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56: Capítulo 56 – Calidez – Parte 3 56: Capítulo 56 – Calidez – Parte 3 Editor: Nyoi-Bo Studio Después de que pasaran varios minutos desde que el mayordomo se hubiera ido, Heidi continuó mirando fijamente al techo de su habitación.
La lluvia seguía cayendo sin parar, camuflando todos los sonidos, incluso el reloj al que ya se había acostumbrado.
Aunque ahora tenía frío y estaba somnolienta, estaba feliz de haber contraído el resfriado y que evitara el que fuera a la fiesta que se celebraba esta noche.
Había estado nerviosa y asustada desde que Warren lo había mencionado.
Claro, Warren era un buen hombre, pero no podía decir lo mismo de su madre, o de los conocidos de su madre.
Ahora se sentía asustada y vulnerable.
Antes de venir a Bonelake, no tenía mucho de qué preocuparse.
Su familia no era amable, ni tampoco estaban preocupados por ella.
Sabía que nunca conseguirían a un hombre para que ella se casara, y eso lo hizo más fácil al saber que podía irse cuando fuera el momento adecuado.
Se preguntaba dónde estaría su felicidad.
Ella había deseado ser feliz, pero parecía que no importaba dónde la buscara, no existía.
Incluso con los ojos cerrados, una sola lágrima se deslizó desde su ojo para seguir bajando por su piel y desaparecer en la superficie de la almohada.
Cuando los abrió esta vez, encontró a alguien sentado sobre la cama.
—Estás de vuelta —susurró mirando a Nicholas que estaba con una camisa blanca y pantalones negros.
—Así es.
Parece que tu fiebre ha empeorado —comentó mirando sus ojos llorosos —Aguanta un poco más mientras voy a pedirle a Stanley que vaya a buscar al médico —dijo cuando Heidi lo detuvo, tomándole la mano.
—No, no lo hagas.
Sólo necesito descansar y un poco de calor —dijo débilmente, pero el hombre la escuchó.
—Creo que has estado descansando desde esta mañana.
Tu habitación no tiene suficiente calefacción —respondióél, mirando alrededor de la recámara.
—Hmm —respondió ella con una pequeña sonrisa.
—Ven aquí—la ayudó a pararse y la colocó sobre su regazo, acercándola hacia él.
—¡¿Qué – Qué estás haciendo?!
—preguntó alarmada.
—Manteniéndote caliente —contestó impasible.
—No, no me refería a eso.
Vuelve a ponerme de vuelta —luchó débilmente antes de que fuera arrastrada de vuelta a sus brazos.
—Has estado temblando desde que llegué.
Ahora, quédate quieta antes de que te congeles.
—Pero…
—Shh…
—Señor Nic- — se le impidió hablar más ya Nicholas le había tapado su boca con la mano.
En poco tiempo, sintió que era levantada en sus brazos y llevada directamente a su habitación.
—¿Dónde me estás…?
—Me di cuenta de algo —la interrumpió—Parece que has perdido peso.
¿El compromiso con Warren ha puesto en riesgo a tu salud?
—dijo pateando la puerta para abrirla, y cerrarla con su pierna.
Yendo hacia el sillón que estaba puesto frente a la chimenea, Nicholas se sentó en él con Heidi en brazos.
Tenía demasiado frío, y cansancio como para discutir con él.
Los músculos de su cuerpo se sentían como si hubiesen sido arrojados por una montaña, aunque ella nunca lo había experimentado.
El calor que venía de la chimenea se sentía bien ante el clima frío.
Después de que los segundos pasaran como minutos, Heidi preguntó:—¿Por qué estás haciendo esto?
—¿No tenías frío?
—la cuestionó de vuelta.
—No es eso lo que quise decir —dijo acomodándose y sintiendo su mano presionando su cabeza para que ella pudiera inclinarse sobre su pecho.
—Entonces, ¿qué quisiste decir, querida?
—le preguntó suavemente haciendo que su corazón se detuviera un instante.
Ella sabía que no era un término de afecto porque ella lo había oído usarlo antes muchas veces.
El problema era que antes no la afectaba, pero ahora sí.
Tanto, que pensar en él creó un dolor en su pecho.
Ella había decidido evitarlo por un tiempo para poder acomodarse con sus nuevos sentimientos encontrados hacia él.
Pero su situación actual no la ayudaba en nada.
Más bien, sólo lo potenciaba.
Tirándose hacia atrás para mirarlo a los ojos, dijo:— Siempre me molestas.
Siempre haces lo que te place.
Sin preocuparte por lo que la otra persona, o personas, van a pensar.
¡¿No sabes que soy la prometida de tu primo hermano?!
—dijo y resopló después de dejar salir sus pensamientos de una sola vez.
—Ya, ya —le frotó la espalda suavemente —No deberías hablar tanto a ese ritmo.
¿Olvidaste que eres una persona enferma en estos momentos?
—le reprochó en voz baja.
Heidi le oyó hablar.—Siempre hago lo que me place.
Y hablando de la prometida de Warren, me importa poco si lo eres o no.
Tal vez sea por el hecho de que yo te conocí antes de que él lo hiciera.
La mujer que conocí en una noche fría y lluviosa, quien tenía una labia muy propia.
—No te entiendo.
—No tienes que hacerlo —le respondió de vuelta, entonces ella bajó sus ojos a la manta que la cubría.
—¿Está la calefacción lo suficientemente caliente?
—le preguntó y ella murmulló en acuerdo.
—Pero no entiendo por qué estás sentado conmigo —le dijo dirigiéndole una mirada antes de agachar su cabeza para ponerla de nuevo sobre su pecho.
—No te equivoques conmigo.
Esta noche tengo frío debido a la lluvia.
—A pesar de eso, te siento cálido —murmuró ella.
Una hora más tarde, cuando el mayordomo llegó a la habitación del Señor con su bebida, como de costumbre, abrió la puerta solo para abrir los ojos en asombro ante la vista.
Preguntándose si sus ojos lo estaban engañando, los frotó ambos con su mano libre, pero la escena aún seguía igual.
—¿Qué estás haciendo holgazaneando en la puerta, Stanley?
—le preguntó el Señor Nicholas al mayordomo al sentir su presencia.
—Su bebida —el mayordomo le dio el vaso a su amo antes de pararse al lado de él:—¿Quiere que le agregue más leña, amo?
—le preguntó suavemente.
—Sí, eso estaría bien.
Mientras estás con eso, tráeme el libro de la sección seis que puse en el estante de la biblioteca —ordenó Nicholas.
—Enseguida, amo —Stanley inclinó la cabeza, dejando de la habitación.
Mientras bajaba las escaleras y entraba en la cocina, una amplia sonrisa se abrió paso en sus labios.
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