Heidi y el señor - Capítulo 57
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- Capítulo 57 - 57 Capítulo 57 - Asesinato - Parte 1
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57: Capítulo 57 – Asesinato – Parte 1 57: Capítulo 57 – Asesinato – Parte 1 Editor: Nyoi-Bo Studio Heidi se despertó con el canto de los pájaros fuera de la ventana.
Levantando la mano, cubrió el bostezo que salió de su boca.
Empujando la manta lejos de su cuerpo, se sentó mareada.
La fiebre que tenía ayer finalmente había desaparecido y ahora se sentía mucho mejor.
Caminando hacia las puertas del balcón, las abrió con ambas manos, dejando entrar los rayos del sol en la habitación que iluminó toda la habitación.
Como su fiebre, las nubes oscuras habían desaparecido para dejar que el cielo interminable se extendiera hasta el horizonte tocando el bosque.
Al continuar caminando hacia el balcón para colocar su mano en la barandilla, escuchó al pequeño pájaro cantar con todo su corazón mientras cantaba su canción matutina.
No queriendo asustar al pajarito, se quedó allí mirándolo en silencio.
Desde que su madre, Helen, había fallecido, no había habido nadie que la cuidara.
Sus noches con fiebre siempre fueron solitarias y tenía que lidiar con eso sola mientras se ocupaba de las tareas domésticas.
Heidi no podía recordar todo acerca de anoche debido a la fiebre, pero eso no significaba que no había sentido al señor sosteniéndola en sus brazos.
Estaba segura de que no era un sueño, sin embargo, tenías dudas sobre lo que había ocurrido exactamente y cuánto era parte de su imaginación.
No fue Warren, sino Nicholas quien había venido a cuidarla después de su regreso a la mansión.
Agarrando con sus manos la barandilla, bajó la mirada al pensar en el señor Nicholas.
El pájaro que cantaba de repente se alejó aleteando del árbol.
Al oír el sonido de un carruaje y las patas de los caballos, vio al Señor y al mayordomo salir de la mansión.
El Señor Nicolás estaba vestido con un atuendo nuevo, con el pelo bien arreglado, a diferencia de la noche anterior, que estaba despeinado.
Preguntándose dónde iba el Señor, continuó mirándolo hablar con su mayordomo.
Cuando el cochero le abrió la puerta del carruaje, como si supiera que ella estaba allí, se detuvo en sus pasos para dar la vuelta y mirarla parada en el balcón.
Con una sola mirada, podía sentir su corazón saltar y latir fuertemente contra su pecho.
Se miraron fijamente el uno al otro; ambas miradas pararon el tiempo, deteniéndolo todo por un momento fugaz.
Volviéndose, le dijo algo al mayordomo a lo cual él asintió con la cabeza, haciéndole una reverencia mientras se subía al carruaje.
Cuando llegó la hora del desayuno, Heidi decidió comer en el vestíbulo en vez de quedarse encerrada en su habitación.
Warren, quien había llegado antes de que el Señor se fuera, la acompañó en la mesa a pesar de que él no comió nada, diciéndole que no tenía mucha hambre.
Sin embargo, se sentó con ella hasta que terminó su comida.
Asegurándose de que ella estuviera mejor, y disculpándose por no haber podido venir antes.
—No estoy seguro de lo que un humano debe y no debe comer durante y después de una fiebre.
Pero visité al médico antes de venir.
Me dio una lista de lo que se debe hacer, así que estarás comiendo las comidas recetadas durante unos días hasta que estemos seguros de que estás mejor —le informó Warren.
Heidi no sabía si debía darle las gracias cuando, en verdad, no estaba nada agradecida.
No sabía por qué se había vuelto tan atento tan de repente, desde que ella había regresado de Woville.
Sus intenciones eran amables, pero hacer las cosas a la perfección nunca era algo bueno.
Por ahora, se le pidió que se quedara dentro de la mansión y que no saliera a ningún lado.
Al principio pensó que estaba bromeando, pero había olvidado momentáneamente que Warren nunca bromeaba.
Él no era el señor como para hablar sarcásticamente.
Ella había pensado en visitar a Lettice, pero eso tendría que esperar.
Afortunadamente, Warren se quedó con ella, ayudándola con sus estudios, de los que Stanley se ocupaba normalmente.
Warren era más clemente que el mayordomo principal, tomándose su tiempo para asegurarse de que entendiera las cosas.
Antes del mediodía, ambos dieron un paseo por la mansión.
Con todas las pinturas que colgaban de las paredes, Warren le presentó cada una de ellas.
—Se ven muy realistas —murmuró ella pasando su mano sobre una de las pinturas.
—Aunque tienen siglos de antigüedad, la pintura sigue intacta.
Fue realizado por uno de los pintores famosos de la época, un mitad vampiro.
Tenía talento, ¿verdad?
—Le preguntóél para verla asentir con la cabeza.
—Es un talento, el capturar a una persona en un solo cuadro de lienzo.
Caminaron por el pasillo, girando a la derecha se encontró con otra pintura que estaba colocada en el extremo final.
Ella no era experta en eso, pero podía adivinar por las diferentes y variadas pinceladas de color que se usaron en ella, que no era el mismo pintor que había pintado las pinturas anteriores por las que habían pasado.
Era una pintura que correspondía a una mujer extremadamente hermosa, una belleza que nunca había encontrado en la vida real.
«¿Era real?», se preguntó Heidi para sí misma.
Sus largos mechones marrones caían como una cascada por su hombros hasta la altura de su cintura.
Tenía una sonrisa delicada.
No era grande, pero algo faltaba en la imagen.
Como si la pintura no hubiera sido terminada.
No se mencionaba ningún nombre debajo de la pintura.
—¿Quién es ella?
—preguntó Heidi, dando un paso más cerca de la pintura para verla mejor, y a los ojos de la mujer.
—Ella es Lady Louise Perone.
Es la madre del señor Nicholas.
«¿Ella era su madre?», pensó Heidi, que no se lo podía creer.
Por supuesto que había un ligero parecido entre ellos, pero la dama tenía un encanto y aire de dulzura que el señor usualmente tenía solo cuando salían.—Es hermosa —murmuró, y se dio vuelta hacia Warren:—¿Qué le ocurrió?
—Ella nunca había oído acerca sus padres, nunca eran mencionados, por lo que no sabía nada de ellos.
—Ni siquiera yo estoy muy seguro.
Aunque soy su primo, pasaron años después de que yo naciera.
Así que no estoy seguro, pero escuché que fue una muerte trágica —dijo Warren mirando la pintura junto con ella.—Nadie habla de ello.
—¿A qué te refieres?
—le preguntó, arrugando sus cejas ante la duda.
—A pesar de que Nicholas es el señor, nadie en la familia habla de Lady Louise.
Mi madre era su hermana menor y no habla sobre ello.
Aunque muchos vampiros de sangre pura han muerto, mis parientes no hablan acerca de ella.
Y personalmente, creo que es muy grosero meter tu nariz en asuntos ajenos, por lo tanto, nunca traté de averiguarlo —confesó con franqueza, y ella asintió con comprensión —También creo que hay algunas cosas en las que no deberíamos ahondar.
Porque en este mundo, hay cosas que no seríamos capaces de manejar, o siquiera mirar.
Es por eso que es aconsejable ser ignorante.
—¿El Señor Nicholas la pintó?
—Así es.
Nicholas es un pintor muy habilidoso.
¿Te gustaría ver algunas de sus obras?
—le preguntó Warren con una sonrisa, desviando su atención a otro tema.
—Por supuesto —dijo ella, dándole una última mirada a la dama, y volteándose para seguir a Warren.
Al llegar a una amplia habitación, encontró varios atriles con un lienzo aferrado a cada uno y que ya estaban llenos de colores.
Estaba sorprendida de que el Señor Nicholas en verdad fuera bueno en eso.
Las pinturas abarcaban desde paisajes hasta objetos como tazas de té.
Sonrió cuando vio una pintura del mayordomo sosteniendo una manzana cerca de sus mejillas.
Cuando la campana de un pueblo cercano sonó fuertemente, Warren dijo: —Regresaré en unas cuantas horas, Heidi.
Por favor, en cuídate mucho hasta entonces —le deseó al marcharse.
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