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Heidi y el señor - Capítulo 60

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60: Capítulo 60 – Asesinato – Parte 4 60: Capítulo 60 – Asesinato – Parte 4 Editor: Nyoi-Bo Studio Tocaba lenta y continuamente, moviendo los dedos y presionando las teclas sobre el piano de cola.

Sus ojos mirando hacia arriba y hacia abajo, desde la partitura de piano que estaba puesta en frente de ella.

Era una composición pequeña, pero sus dedos trataban de estar en todas las teclas a la vez, a medida que pequeños tonos de música surgían del instrumento.

―Eso es todo por ahora ―dijo con una mirada tímida.

―Tus dedos están demasiado rígidos ―respondió, con sus ojos en los dedos de ella ― necesitas relajarlos.

Mira mis dedos ―y ella lo hizo, viéndolo tomar sólo la parte izquierda de las teclas.

Sus movimientos eran como agua fluyendo en el río.

Si fuese posible, Heidi podría escucharlo tocar todo el día y toda la noche, pero el hombre no la dejó disfrutar de él tocando música.―Stanley tiene el hábito de empezar con cosas que son difíciles.

Vamos a enseñarte algo más simple.

Sigue mis dedos.

Después de media hora, el señor Nicholas la dejó estar, mientras él tocaba las teclas arbitrariamente.

―Gracias por esa noche ―dejó escapar Heidi de golpe haciendo que sonara mal, dando un significado completamente diferente.

―¿De cuál estás hablando?

―una sonrisa se formó en sus labios con las palabras que decía.

―Ella despejó su garganta y dijo:―Yo…me refería al día en que estaba enferma.

―¿A esa te referías?

Y yo que pensaba que no recordaría de algo que sí quería ―la molestó, viéndola ponerse más nerviosa, sin mirarlo a los ojos para ver las teclas blancas:―¿Qué pasa?

Te has vuelto menos habladora ―observóél.

Si fuera como antes, Heidi tendría algo que contra argumentar, como una niña.

Ella se habría enojado con él por sacarla de su cama solo para ponerla en su regazo.

Sin embargo, ella no lo entendía, con esa personalidad que no podía descifrar.

Pero ese no era el problema aquí; el problema era que ella estaba desarrollando sentimientos por él.

Se dio cuenta de que era difícil para ella estar enfadada o irritarse con él.

Desde hacía unos días, ella disfrutaba inconscientemente de esos pequeños y cortos momentos.

Ella tenía que controlar los latidos de su corazón cuando él estaba cerca, porque sabía que un vampiro de sangre pura tenía un muy buen oído cuando se trataba de escuchar cosas.

―¿Heidi?

―dijo él su nombre, apartándola de sus pensamientos.

Su mano se deslizó a través de la hebra de pelo liso a un lado de su cabeza ―Te ves bonita ―le dijo como cumplido antes de tocar el piano como si no hubiera dicho nada en absoluto.

No importaba cuánto quisiera ocultarlo ahora, no podía.

Se alegró de que la música que fluía en la habitación estuviera camuflando su palpitante corazón.

«Es perfectamente normal reaccionar ante alguien que te gusta», pensó Heidi para sí misma, «pero esto no era normal».

La amarga realidad era que ella se iba a casar con un hombre que era el primo del hombre por el cual tenía sentimientos.

Iba a ser familia del Señor Nicholas una vez que se casara con Warren.

Y mientras el pensamiento se hundía dentro de su cabeza, también lo hizo su corazón.

Aunque a ella le gustase el Señor, eso no significaba que él tuviera los mismos sentimientos.

Ella sabía que esperarle era como esperar a que el infierno se congelara: era imposible.

Descifrar sus acciones no le haría ningún bien.

Al señor le gustaba molestarla de vez en cuando, y eso era todo.

No había nada más.

En los días que vinieron, Heidi se aseguró de mantener su corazón quieto y no dejar que temblara cuando el Señor estaba alrededor.

Si le era posible, incluso trataba de evitarlo pensando que era la mejor opción hasta que sus sentimientos se calmaran y volvieran a la realidad.

Mientras ella estaba pendiente de todo lo que involucraba a Warren, ella ignoraba al Señor.

Sabiendo que era lo correcto, intentó incluso visitar a Venetia, quien no era de su agrado, haciendo que Nicholas levantara sus cejas ante la noticia.

Nicholas, por otra lado, nunca se había sentido tan obviamente ignorado.

Al principio había pensado que era su temperamento pasajero ante algo que había dicho, pero no lo parecía.

Estaba tan acostumbrado a tener su atención cuando quisiera, que de repente sintió que las cosas no iban como él quería, y lo irritaba, incluso aunque no lo quería admitir ante él mismo.

Disfrutaba de sus pequeñas bromas, pero de repente ella se había vuelto sumisa, sin tomar represalias por nada de lo que decía.

Ella lo esquivaba y lo evitaba cuidadosa y cortésmente, pero él era un hombre perspicaz como para no darse cuenta.

Sentado ahora en su estudio, se rió entre dientes.

«Era bueno que fuera diferente.

De esta forma, solo hacía las cosas más interesantes», pensó para sí mismo.

Un día cuando Warren, Venetia, el Señor Nicholas y Heidi estaban en marcha después de visitar un pueblo, Toby, el cuervo mascota del Señor Nicholas graznó mientras iba sentado sobre el carruaje.

La cara de Nicolás se ensombreció profundamente al escuchar el graznido del cuervo.

—Da la vuelta, nos dirigimos hacia la mansión Meyers —le ordenó al cochero repentinamente.

—¿Qué pasó?

—preguntó Warren.

—Ha habido un incidente —habló Nicholas con voz rígida, sin elaborar más en el asunto.

Heidi no estaba segura de lo que era el « incidente» del que el señor había hablado, pero parecía que algo serio había ocurrido.

Lettice era una querida amiga suya y estaba preocupada por ella.

Cuando llegaron a la mansión Meyers, parecía que se había formado una pequeña multitud.

Saliendo del carruaje, y siguiendo a Warren y al Señor, Heidi entró en la mansión Meyers.

Ni el Sr.

Meyers ni su esposa estaban alrededor para ser vistos.

El mayordomo principal, como si esperara su llegada, les llevó por el pasillo y los corredores para detenerse en una habitación donde unos pocos guardias estaban parados frente a la puerta.

Cuando entraron en la habitación, Heidi se quedó boquiabierta, levantando su mano para cubrirse la nariz y la boca impactada.

Una mujer tendida en el suelo en su propio charco de sangre, su cara aplastada hasta quedar en un estado irreconocible.

El estómago de la persona fue apuñalado varias veces debido a lo cual, se podían ver sus órganos claramente.

Esto hizo que subiera la bilis en la garganta de Heidi.

La sangre estaba salpicada por toda la pared.

Un jarrón estaba roto y los fragmentos de vidrio reflejaban el sol que se ponía.

«¿Era Lettice la mujer?»,pensó Heidi horrorizada, con sus manos temblando.

Pero al escuchar a alguien sollozar en la habitación, encontró a Rhys sosteniendo a su esposa en sus brazos y frotando su espalda suavemente.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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