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Heidi y el señor - Capítulo 62

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62: Capítulo 62 – Corazon culpable – Parte 2 62: Capítulo 62 – Corazon culpable – Parte 2 Editor: Nyoi-Bo Studio Al volver a la mansión Rune, Warren se quedó una hora para hablar con su primo antes de partir hacia la residencia Lawson.

Heidi, que no tenía apetito, le dijo cortésmente al mayordomo que no podría unirse a la mesa para la cena y preferiría irse a la cama temprano porque estaba cansada.

Al haber sido invitada por uno de los parientes cercanos de Lady Venetia, trató de asegurarse de no hacer ni decir nada para ofender a alguien, por ello, se había quedado callada mientras Warren hablaba.

En aquel entonces, en Woville, deseaba tener una vida en la que pudiera vivir como las damas de la alta sociedad, pero ahora se daba cuenta de lo equivocada que estaba.

Era agotador viajar, conocer y saludar a las personas todos los días de la semana.

Era un proceso tedioso.

Respiró suavemente girando hacia el lado izquierdo de su cama desde donde podía ver el cielo.

Tapándose con la manta hasta el cuello, cerró los ojos con la esperanza de dormir, pero no pudo.

Heidi no podía deshacerse de la imagen que había visto en la mansión Meyers.

El hedor de la sangre y el cuerpo humano, que apenas había comenzado a descomponerse, comenzaba a oler a podrido.

Le traía recuerdos incómodos que estaban ocultos profundamente en su mente.

Incluso aquella noche tan tranquila podía escuchar el grito de la mujer haciendo eco en su cabeza de cuando el guardia la tiró del cabello antes reventarle la cabeza contra la pared.

El grito se hizo más y más audible en su oído hasta que Heidi abrió los ojos de par en par para detener las imágenes que intentaban salir a la superficie.

«¿Por qué alguien mataría a una persona tan pésimamente hasta el punto en que nadie podría reconocer su rostro?

¿Era para infligir miedo?

¿Pero por qué?», pensó Heidi, sentándose en su cama.

«¿Y quién era el chico que el señor Nicholas había mencionado antes de dejar la mansión Meyers?» Los miembros del Consejo se habían involucrado en el caso, pero Nicholas hizo su propia investigación a sus espaldas.

Rhys Meyers era un querido amigo del señor Nicholas, el Señor había enviado a sus perros como lobos que fueron entrenados para captar el olor para que el culpable pudiera ser atrapado mientras también estaba de guardia.

Inclinándose hacia la mesita de noche, estiró el brazo para recoger el vaso de agua.

Antes de que ella pudiera tomar un sorbo, sus ojos se posaron en el exterior de las ventanas cerradas de su habitación detrás de las cortinas cerradas.

Al principio no vio nada; las hojas crujían en el viento hasta que algo o alguien se movió en la sombra y sintió cómo su corazón saltaba de su garganta.

Alejándose de su cama, contuvo el aliento mientras trataba de ver si alguien estaba realmente ahí fuera.

Tragando saliva y dando un valiente paso hacia adelante, continuó caminando para pararse frente a la ventana cerrada.

Al no encontrar nada, cerró las cortinas.

«No hay nada que temer», se dijo Heidi.

Con los sirvientes, el mayordomo y el señor en la mansión, no tenía nada de qué preocuparse.

Las noches siguientes resultaron ser las mismas; con el misterio del asesinato que estaba sin resolverse y el día de su compromiso acercándose, Heidi se sentía inquieta.

Aunque no quería desde el fondo de su corazón no se quería comprometer con Warren, al que no pertenecía su corazón, ella siguió el proceso de preparar las cosas para su boda, como la ropa y las joyas.

No importaba cuánto había intentado cambiar las cosas, parecía inútil.

Cada vez que veía al señor, su corazón se elevaba y volaba, tratando de acercarse a él, le resultaba difícil contener sus crecientes sentimientos por él.

Ella pensó que era ridículo.

De todos los hombres, ella se había enamorado de alguien con quien no debería haberse atrevido ni a soñar, pero lo hizo.

Comprendiendo que no era algo que pudiera desaparecer de la noche a la mañana, se entregó a sí misma en el dulce y espinoso dolor del amor.

Asegurándose a sí misma de que sus sentimientos eventualmente cambiarían como las estaciones.

—Me estoy retirando del juego —dijo la señora Margery al lado de Venetia, cerrando sus cartas para ponerlas en la mesa.

—Eso es muy rápido, Margery.

Parece que esta partida será mía —se rió Venetia, sacando una carta de la baraja y reemplazándola con una que ella no quería.

—Parece que sí—respondió la señora Margery.

Heidi había sido llamada a la casa de uno de los tíos de Warren junto con Venetia y los demás para pasar el tiempo jugando a un juego de cartas llamado «rum».

Se alegraba por la existencia de las cartas, ya que no habría sabido qué hacer si tuviera que sentarse en otra reunión con solo escuchar a las personas alardear sobre sí mismas.

—¿Qué hay de ti, Heidi?

Aún no has dejado caer tu carta.

Espero que no estés abandonando el juego tú también —dijo Agnes, sentada frente a ella, que era prima tercera de Warren y del señor Nicholas.

Ella era un vampiro normal como sus padres.

Parecía estar en los inicios de los treinta, su pelo rojo y ondulado estaba atado en un alta cola de caballo caía en cascada por su hombro hasta llegar a su cadera.

Al revisar sus cartas, Heidi tomó la decisión de echar la carta de sus manos sobre la mesa con una sonrisa.

Cuando Heidi finalmente ganó la partida, ella escondió la sonrisa que amenazaba con aparecer en sus labios.

La mujer llamada Blois, a quien había conocido en la mansión de Lawson, también estaba en la mesa de juego.

Al tener un complejo de superioridad, no le sentó bien que la chica le ganara en el juego.

Blois se giró hacia ella para ser más hostil pero la chica lo apartó como si no fuera nada.

—Eres muy buena en esto —comentó Agnes desde su asiento.

Tomó un vaso lleno de sangre cuando un sirviente entró al jardín para servirles las bebidas.—¿Quién te enseñó a jugar?

¿Tu hermano?

—preguntó ella.

—Sí—asintió Heidi con la cabeza, antes de volver la vista hacia sus cartas, a pesar de que aún no fuera su turno.

Era mentira que Daniel le había enseñado a jugar.

No creía que se lo tomarían bien si contaba la verdad de que había aprendido a jugar al rum en las calles de su ciudad donde los hombres a menudo se sentaban fuera de las tabernas, jugando y apostando cualquier cosa.

—¿No se comprometen Warren y Heidi el próximo mes?

¿Has examinado todos los preparativos?

—se volvió Margery, para preguntar a Venetia con preocupación.

—Todo ha sido preparado.

Los miembros del Consejo han tratado de hacerlo rápido y han asumido la mayor parte de la responsabilidad de la ceremonia.

Es un día importante después de todo.

Y luego está Nicholas, atento a que pase este calvario.

A decir verdad, tengo muy poco que hacer —dijo Venetia sonriendo a su cuñada Margery.

—¿De verdad?

—preguntó la mujer frunciendo los labios.—Al principio no entendía cómo el Consejo podía enviar a la chica aquí sola.

Sin madre o hermana que la acompañen, pero es bueno saber que él está cuidando de la chica porque el Consejero Principal se lo ha pedido.

Después de todo, él tiene sangre espesa —algunas de las mujeres asintieron con la cabeza mientras Heidi se preguntaba si el término «piel gruesa» fue reemplazado como sangre espesa.

—¡Sé a lo que te refieres!

Todos estábamos muy preocupados —dijo otra pariente, conteniendo un desprecio oculto en sus palabras, arreglándose la falda después de cruzar las piernas.—La gente nunca cambia.

Es la mala sangre.

—Por lo que veo, no hay nada de qué preocuparse —agregó Agnes seriamente y luego miró a Heidi, dejando de lado su expresión seria para sonreírle a la joven.—Heidi, espero que cuides bien de Warren.

Puede ser un poco lento pero es un buen hombre.

—Lo haré—forzó Heidi una sonrisa en sus labios.

—Eso es verdad.

Todo va a salir bien —levantó Venetia su vaso y las demás hicieron lo mismo antes de beber la sangre y, en el caso de Heidi, agua.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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