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Heidi y el señor - Capítulo 84

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84: Capítulo 84 – Sociedad oscura – Parte 4 84: Capítulo 84 – Sociedad oscura – Parte 4 Editor: Nyoi-Bo Studio Durante toda esa horrible experiencia, Warren no soltó la mano de Heidi.

Quedó impactada cuando la esclava finalmente se quitó la ropa delante de todos los invitados.

Ella pudo sentir la vergüenza de la mujer serle arrebatada.

Un camino de lágrimas bajaban por sus ojos.

Al final de la velada, Heidi estaba sin palabras.

No sólo vio a la mujer desnudarse por la fuerza, sino que también fue testigo de cómo golpeaban a otro esclavo hasta casi quitarle la vida.

Estaba profundamente disgustada y, horrorizada.

¿Era por eso que Warren le había pedido que no levantara la voz?

Warren era un medio vampiro, pero como pertenecía a una familia de sangre pura, él, junto con su madre y Heidi, fueron a conocer al Duque Wilford.

El Duque era un hombre de unos cincuenta años, quien llevaba un abrigo de pieles que parecía costoso, además, sus manos que estaban cubiertas con anillos hechos de oro.

—Buenas noches, Lady Venetia.

Ha pasado un tiempo desde la última vez que te vi.

Debo decir que estás preciosa.

Una belleza atemporal.

Venetia rio mientras él le besaba el dorso de su mano.

—Me siento honrada al oír eso viniendo de tu parte.

Espero que su esposa esté bien —dijo Venetia.

Heidi, por otro lado, pensó que la sonrisa de Venetia tenía una forma repulsiva.

—Warren, escuché que encontraste una prometida, ¿es ella?

—miró a Heidi con una mirada que subía y bajaba por su cuerpo, haciéndola sentir incómoda.

Sin embargo, mantuvo una sonrisa en su rostro, aunque no tuviera la intención de hacerlo.

Con el paso del tiempo, se dio cuenta de que se estaba convirtiendo en una de ellos; parte de una sociedad con la que no se sentía cómoda.

Cuando regresaron a la mansión Rune, Nicholas fue hacia adentro, dejando a la pareja de pie junto al carruaje.

Heidi estaba enfadada y molesta.

No esperaba que Warren hiciera la vista gorda ante lo que ocurrió en la fiesta.

No sólo no dijo nada, sino que tampoco la había dejado hablar a ella.

A punto de irse, se giró para oír hablar a Warren: —No pienses mucho sobre lo que pasó esta noche.

Es algo que forma parte de la sociedad.

Sin reprimirse, se dio la vuelta con el ceño fruncido para mirarlo a los ojos.

—¿Cómo no lo voy a hacer?

Cada ser humano es su propia persona, sea hombre o mujer.

¿Quieres que me comporte como si no hubiera pasado nada?

—preguntó incrédula.

—Sí, eso es lo que te pido que hagas.

Lo que sucedió fue simple disciplina siendo implementada, no sólo para ella, sino también para los otros esclavos, para que ninguno de ellos repita errores innecesarios.

—Lo que la gente como ustedes está haciendo es arrebatarles esa necesidad básica —respondió.

—La esclavitud ha existido desde hace mucho tiempo, y, por un lado, es una forma de que ellos vivan, dependiendo de sus amos después de haber sido vendidos, ninguno de nosotros aprecia que otros se metan en los negocios de alguien más —dijo Warren con frialdad, y con una expresión inmutable.

—Pero…

—Es suficiente, Heidi.

Por favor, abstente de hablar sobre ello.

¿Entiendes lo que significaría si te pusieras de su lado?

¿El entrometerse en los asuntos de otra persona?

No sólo se vería mal en ti, sino también en mí y en mi familia.

Un esclavo es un esclavo, nada más.

Así es como todos los imperios han sido dirigidos todos estos años, con un sistema jerárquico.

—¿Eso es lo que en realidad piensas?

—respondió ella.

—Sí.

Y espero que lo entiendas también, de lo contrario, será difícil para ti sobrevivir en este lugar.

Por favor, descansa bien.

Se inclinó, sin querer seguir discutiendo más con ella, y se metió en el carruaje.

Heidi se quedó ahí parada, viendo el carruaje alejarse dentro de la noche.

En vez de irse a su habitación, sus pies la llevaron a la torre del reloj de la mansión.

Apenas en la tarde había considerado lo bien que Warren había sido educado, pero ahora, ella podía ver los defectos que tenía.

Estaba decepcionada por sus palabras y su comportamiento.

Quizás esperaba demasiado de él, suspiró en voz alta.

Miró a las nubes moverse a través de la luna creciente, para luego quitarse los alfileres de la cabeza uno a uno, hasta que su cabello se soltó y abrió, moviéndose suavemente en la dirección del viento.

Ella había tenido la esperanza de que Warren lo entendiera si le contaba sobre su pasado, pero resultó que no era muy abierto cuando se trataba de pensar sobre los esclavos.

No sabía cuánto tiempo estuvo allí parada hasta que oyó los pasos viniendo de atrás.

Se volvió, y vio que era Nicholas.

—El clima está frío.

¿Qué estás haciendo aquí arriba tú sola?

—preguntó, parándose al lado de ella.

—Pensando…

—respondió.

—¿Es sobre la fiesta?

—dijo Nicholas, dándose vuelta para apoyar su espalda contra la pared.

—¿Importa lo que yo piense?

—preguntó de vuelta con una pequeña sonrisa.

—¿Acaso no importa?

—luego el señor dijo—: Es bueno compadecerse, pero nunca empatizar, Heidi.

Te digo esto porque pareces estar herida, y molesta desde que el hombre levantó la mano contra la esclava.

—¿También me estás pidiendo que ignore lo que sucedió?

—Nunca lo hice.

Al final del día, es tu elección sobre lo que quieras hacer.

Puede que me pidas que clausure el establecimiento, ya que reside en la frontera de Bonelake, pero necesitas recordar que algunas cosas están, o estarán, siempre fuera de nuestras manos.

Es por eso que el Consejo no ha tomado una medida para cerrar el establecimiento.

Hay gente que se opondrá, y otra que lo apoyará, porque así es como la vida ha ido prosperando —eligió sabiamente sus palabras—.

Nosotros, particularmente las familias de sangre pura, siempre hemos estado en la cúspide.

A la mayoría de nuestras familias se les ha enseñado que los esclavos siempre están por debajo de nosotros, para escuchar todas las ofertas y órdenes.

Considera el caballo que tiraba del carruaje, por ejemplo.

Conocemos al caballo como un animal que nos ayudaría a tirar del carruaje o a montarlos para nuestro propio propósito.

Reflexionar sobre ello no ayudaría a nadie.

—Pero lo que hizo no estuvo bien.

Y nadie lo detuvo —dijo, agarrándose con las manos al borde de la barandilla.

—No, no estuvo bien, pero los vampiros tienen su propia manera de disciplinar a sus esclavos.

Cuando los niños, sean hombres o mujeres, son enviados al establecimiento de esclavos, y traídos de la subasta con el dinero de un vampiro, se vuelve en un asunto en el que nadie puede intervenir en la forma en que lo tratan.

El asunto se encuentra únicamente entre el dueño y el esclavo.

—¿Y si yo fuera una esclava?

—se sorprendió a sí misma al preguntarle—: ¿Me tratarías igual?

Nicholas la miró fijamente, con los segundos pasando en silencio, junto con la torre tranquila y silenciosa.

—¿Qué diferencia haría?

Seguirías siendo la misma persona que sé que eres —dijo con una sonrisa.

Tomando su mano de la barandilla, Nicholas pasó su pulgar suavemente sobre su muñeca: —¿Te duele?

Parecía confundida, y luego se dio cuenta de la marca que Warren había dejado sobre ella mientras estaban en la mansión del Duque Wilford.

Warren había olvidado que ella era humana, a diferencia de él, y había usado su fuerza para mantenerla quieta.

Era un misterio cómo Nicholas lo había descubierto.

Él levantó su mano, y dejó caer un prolongado beso sobre la piel que había sido magullada.

—Me estás haciendo las cosas difíciles —susurró Heidi, mirándole a los ojos cuando dejó caer su mano, pero sin soltarla.

—Eso es porque estás eligiendo el camino difícil.

Elige el que es fácil, cariño —respondió, entrelazando sus dedos con los de ella.

Heidi cerró los ojos, sintiendo sus dedos sobre los de ella mientras estaban en la torre del reloj.

No era correcto, y ella lo sabía, pero se sentía bien.

Tan bien, que le dio su corazón al hombre que sostenía su mano en ese momento, en vez de al que le había puesto un anillo en el dedo.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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