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Heidi y el señor - Capítulo 85

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85: Capítulo 85 – Robando la fruta prohibida – Parte 1 85: Capítulo 85 – Robando la fruta prohibida – Parte 1 Editor: Nyoi-Bo Studio El mayordomo principal estaba en el comedor, presionando la parte superior de su reloj de bolsillo cuando una de las doncellas llegó a buscarlo.

—La mesa ya fue colocada —informó la doncella.

—Muy bien —contestó, levantando la vista del reloj, mientras seguía haciéndole clic para ajustar la hora.

Poniendo el reloj en su bolsillo, fue a buscar a su amo para avisarle que la cena estaba lista.

Fue a la habitación del Señor Nicholas, y luego a la sala de estudio a ver si estaba allí, pero no estaba Preguntándose si su amo estaba en la torre del reloj, se dirigió camino ahí, y vio entonces al Señor Nicholas y, a la Señorita Heidi, parados uno al lado del otro.

A pesar de que estaba oscuro, sus ojos de vampiro vieron sus manos unidas entre sí.

La vista hubiera sorprendido a cualquier otra persona, pero no le sorprendió a él.

Había una razón por la que se le pidió que sirviera en la mansión Rune, y durante tanto tiempo.

Era sutil, pero se había dado cuenta de que, en ocasiones, su señor se parecía a un halcón cuando miraba a la dama que ahora estaba junto a él.

No era de una forma mala, pero había algo muy diferente al respecto.

Antes de que pudiera irse sin hacer ruido, su amo, quien estaba mirando en su dirección, lo vio, a lo que el mayordomo inclinó la cabeza.

Dándose la vuelta, salió del lugar, bajando las escaleras circulares de la torre del reloj.

Al salir por la entrada de la torre del reloj, se preguntó qué significaba.

La Señorita Heidi estaba comprometida con el Sr.

Lawson.

Luego, estaba la tregua, que debía ser mantenida a toda costa.

Mientras caminaba, Stanley vio a un sirviente acercarse con un cubo de agua y un paño en la parte de atrás de su bolsillo.

Era un nuevo empleado que se unió a los sirvientes domésticos de la mansión.

Stanley le preguntó: —¿Qué estás haciendo aquí?

—Usted me pidió que limpiara las escaleras —recordó el muchacho.

Stanley sí recordaba habérselo dicho, pero se lo había pedido por la mañana y ya era de noche.

—¿No vienes algo temprano?

—comentó sarcásticamente el mayordomo, para ver al muchacho rascarse la nuca—.

Déjalo por hoy.

Puedes hacerlo temprano mañana por la mañana.

En el reloj de la torre, Heidi estaba parada con Nicholas, con sus fríos dedos sosteniendo su cálida mano en la suya, mientras estaban allí en silencio.

Su mente repasó las palabras que él le dijo, y lo miró para ver, como de costumbre, que él ya la estaba mirando.

Tenía una suave sonrisa en sus labios, que era tan inofensiva como el rocío de lluvia que caía de las nubes.

En respuesta, su corazón se apretó en su pequeño pecho.

Ella quería escoger el camino fácil del que él hablaba, y era tentador.

Tan tentador, que lo habría escogido en un abrir y cerrar de ojos, si sus circunstancias fueran diferentes.

—No lo sé…

quedaré desamparada si elijo el camino más fácil.

Aunque el otro sea difícil, al menos sé adónde va —dijo ella mirándolo a los ojos.

—¿Eso es lo que te preocupa?

—la jaló de la mano para acercarla hacia él—.

¿Qué tal si te dijera que no quedarías desamparada?

¿Qué es lo que te preocupa?

Dímelo y me encargaré de que no tengas nada en qué pensar, más que en mí —dijo las últimas palabras en un susurro.

—¿Qué hay de Warren?

—preguntó preocupada.

No era una mujer soltera, sino una persona que se había comprometido a ser la esposa de Warren.

Era algo que se recordaba a sí misma cada vez que sus ojos se posaban en el Señor.

Incluso con su corazón que pertenecía a Nicholas, ella no tenía el coraje de dar un paso adelante hacia territorio desconocido.

—En cuestión de algunas semanas, estaré casada con Warren por la tregua.

¿No es eso lo que tú y el Consejo decidieron?

—La tregua puede ser anulada.

Lo haría, pero ahora mismo, es importante que el proceso de la tregua siga adelante —comenzó a explicar Nicholas—.

Hay gente a la que necesito desplazar de mi imperio a través de ella.

Cuando visité Woville, me enteré de que había hombres y mujeres que intentaban provocar al Consejo para que erradicara a los medios vampiros, ya que algunos de ellos no se convierten bien, como ya sabes.

Nosotros, los señores que estamos a cargo, hemos estado manteniendo un seguimiento regular, y un conteo de los vampiros que fueron convertidos.

Pero hay alguien que está corrompiendo a los medios vampiros ya convertidos, para matar gente.

—¿Encontraron quién es?

—preguntó Heidi.

—No lo hemos hecho.

Gracias al aumento en las actividades de las brujas negras, es más fácil culparlas para cubrir las huellas de los vampiros, antes de ser asesinados.

No quisiéramos causar ningún daño y que la desconfianza surgiera en el imperio.

—Ya veo —dijo ella, preguntándose quién podría ser.

Su primer pensamiento fue hacia el Duque Scathlok, pero dudaba que pudiera ser él.

Era un humano a quien no le gustaban los vampiros.

Para convertir humanos en medios vampiros, tendría que tener la ayuda de un vampiro dispuesto a hacerlo.

Los mitad vampiro no eran un problema, a menos que no fueran convertidos apropiadamente.

Los humanos que no podían manejar la transición y, la infusión del veneno de los vampiros, generalmente perdían su equilibrio mental y físico.

Debido a eso, a pesar de que pocos seres humanos anhelaban una vida más larga, retrocedían ante la idea de perder su vida para siempre mientras pasaban por la fase de transición.

Era la primera vez que había escuchado sobre un vampiro ya convertido que se volviera corrupto.

—¿Stanley y los otros estarán a salvo?

—preguntó preocupada.

—Estarán bien.

Ya he hablado con Reuben sobre ello.

Stanley es un hombre inteligente como para caer en la trampa.

Más bien, sería al revés.

Creo que la mayoría de las cartas con ordenes ya han sido enviadas a los cuatro imperios para vigilar cualquier actividad sospechosa —respondió Nicholas, viéndola asentir con la cabeza—.

Yo me encargaré de todo, cariño.

¿No te lo dije?

No tienes nada de qué preocuparte mientras yo esté aquí —le aseguró—, o, ¿es tan difícil elegir entre Warren y yo.

Sonaba un poco disgustado cuando se lo preguntó, pero su cara seguía mostrando paciencia.

Sus ojos la miraban directamente mientras esperaba que ella respondiera.

—Sabes que no es eso —incapaz de manejar la intensidad albergaban sus ojos, bajó la mirada—.

Entiendo la situación, pero lo que estás pidiendo no está bien.

El señor le estaba dando una esperanza que ella no había imaginado desde que su madre murió.

Ella quería romper las barreras, para ir a donde él estaba.

¿Pero estaba bien elegir?

Cuando él se inclinó hacia adelante, ella cerró los ojos instintivamente, pero él no hizo nada y, en cambio, dejó su mano libre.

Abriendo los ojos, se dio cuenta de que su cara estaba vacía de cualquier emoción.

—Supongo que tienes razón.

No eres más que una mujer que fue traída para la tregua, para casarse con mi primo.

Quizás, deberías casarte con Warren.

Eso es lo correcto, después de todo, y nos separaremos como si nada hubiera pasado.

Volveré a mis aposentos —dio un paso atrás, alejándose de ella.

Al ver al Señor Nicholas darle la espalda, Heidi no estaba segura de qué hacer.

Estaba agotada con el día que había tenido, y su mente, y su corazón, apenas funcionaban.

—Nicholas…

—habló ella.

—¿Qué?

—cortó él bruscamente, tratándola con indiferencia.

Heidi ya podía sentir la brecha que se había empezado a formar entre ellos.

Era como si su pecho estuviera siendo vaciado por su comportamiento.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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