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Heidi y el señor - Capítulo 86

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86: Capítulo 86 – Robando la fruta prohibida – Parte 2 86: Capítulo 86 – Robando la fruta prohibida – Parte 2 Editor: Nyoi-Bo Studio —Yo estoy…

yo…

—sintió un nudo formarse en su garganta.

¡No estaba siendo justo!

Sus emociones estaban en conflicto entre sí y no sabía qué hacer.

No, no era eso.

Sabía lo que quería, pero estaba asustada.

El señor suspiró antes de darse la vuelta para estar frente a ella.

Cuando la miró, decidió no presionarla más.

La pobre parecía perdida.

Levantando su mano, esperó a que ella la sostuviera, lo cual hizo, colocando su pequeña mano sobre la de él.

La tiró con cuidado, como si cualquier movimiento brusco la hiciera escabullirse lejos de él, cosa que no quería.

La abrazó, manteniéndola así durante mucho tiempo, sintiendo sus manos agarrarse dócilmente a la capa que llevaba puesta.

Eso era una mejora, notó él.

Heidi no sabía por cuánto tiempo permanecieron ahí parados de esa forma, con sus brazos alrededor de ella.

Para su sorpresa, su pecho se sentía cálido y acogedor.

Olía a almizcle, dulce, como donde estaba el hogar.

Ella no negaba sus sentimientos por él, y él lo sabía bien.

—Sería un tabú, una aventura —murmuró Heidi en voz baja.

—Cariño —llamó cariñosamente cuando se separaron.

Alejó su cabello de su cara, y metiéndolo detrás de su oreja, le dijo—: Lo siento…

dije que esperaría, pero me puse impaciente.

Puedo parecer un hombre paciente, pero no lo soy.

Me gustas, mucho más de lo que le gustas a Warren, o a cualquier hombre —dio una sonrisa de disculpa.

—¿Qué pasa si digo que sí?

—preguntó suavemente.

—Las cosas funcionarán como han estado funcionando, y te comportarás como la adecuada prometida que eres con Warren.

No quisiéramos que se produzcan sospechas.

Pero recuerda esto, sólo porque te quiera, no significa que no pueda alimentarme de otras mujeres.

No quiero arriesgarme a tomar tu sangre porque eso podría no ser lo único que te quite.

Una vez que la tregua se disuelva, pondré toda mi atención en ti.

¿De acuerdo?

—preguntó con voz alegre.

¿Esa era su forma de decir que no tocaría a otra mujer?

Sus mejillas se calentaron al pensar en el futuro.

—Está bien…

—respondió de acuerdo.

—Ves, ¿fue tan difícil de decidir?

—Es muy difícil saber lo que estás pensando —confesó, y al verlo sonreír, se preguntó si estaba tramando algo—.

Se siente como si aún estuvieras planeando algo.

—Planeo arrebatarte de mi primo —respondió espontáneamente—.

¿Sabes cuánto he estado deseando enredar mis manos a través de tu hermoso cabello?

Enredar mis dedos mientras beso esos labios tuyos.

No la había besado aún, pero su aliento se había vuelto poco profundo con las meras palabras que le dijo.

Ella lo sintió rozar su pulgar sobre su labio inferior.

Ni siquiera tuvo que robar la fruta prohibida del huerto.

La manzana había caído justo en la palma de su mano, y no tenía ninguna intención de dejarla, él veía que ella lo miraba ansiosamente.

—¿Puedo preguntarte algo?

—dijo Heidi.

—Lo que sea.

La llevó hacia un lado para que pudieran sentarse.

—Leí que los vampiros tienen la piel fría y el corazón congelado.

Pero la tuya, tú tienes una temperatura más cálida, y tu corazón también late.

No era que siempre estuviera caliente, pero la temperatura de su piel se sentía como la de cualquier ser humano.

—Lo que tú dices es cierto para los vampiros comunes.

Es diferente para los vampiros de sangre pura —afirmó, inclinando su espalda contra la pared—.

Hay una razón por la que la gente teme a los de sangre pura.

Aparte de vivir el mayor tiempo de entre todas las razas, junto al hecho de que se necesitaría más que una estaca para matarnos, algunos de nosotros somos dotados.

—¿Dotados?

—Podrías considerarlo como una habilidad que difiere de un sangre pura a otro.

A veces…

incluso el que es dotado lo podría confundir con otra cosa.

No se ha hecho mucha investigación al respecto, o, mejor dicho, se podría decir que la gente no es consciente de ello.

Es un secreto que no todos comparten.

—Entonces, ¿tú eres uno de ellos?

—preguntó.

—Eres una pequeña cosa curiosa, ¿no es así?

Si te dijera, ya no sería más un secreto, ¿verdad?

—dijo riendo.

Había pasado una semana cuando Heidi se enteró por Stanley, de que ya se había puesto un nuevo edicto en los cuatro imperios, durante un mes.

¿Había aumentado el número de muertes hasta el punto de tener que tomar medidas drásticas para implementar un nuevo edicto?

Cuando ella le preguntó a Stanley, el mayordomo había llamado al señor del sur un imbécil estúpido, y que sería el único que implementaría un recurso que dividiría a los humanos, y a los vampiros.

Ahora que estaba oficialmente comprometida con Warren, Venetia, la madre de Warren, esperaba que ella pasara más tiempo en su mansión, desde la mañana hasta entrada la tarde, junto con ella y sus familiares.

Eso la llevó a pasar menos tiempo en la mansión Rune, así como alrededor de Nicholas.

No estaba segura de si debía estar triste, o agradecida por ello.

Solo porque el señor llevara una cara plácida por todo el imperio de Bonelake, no significaba que fuera lo mismo cuando sólo estaban él y ella.

Era tan burlón como siempre, en ocasiones incluso la ponía a prueba, usando a una mujer para coquetear cuando ella estaba cerca.

Era un sádico, y si ella no estaba segura de ello antes, definitivamente lo estaba ahora.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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