Heidi y el señor - Capítulo 88
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88: Capítulo 88 – Quédate – Parte 1 88: Capítulo 88 – Quédate – Parte 1 Editor: Nyoi-Bo Studio Heidi había salido al bosque con los Lawson, con la prima de Warren, Agnes, el Sr.
Rufus y Nicholas, en una tarde soleada y con un cielo despejado sobre ellos.
Generalmente era así: salir a cazar cuando no había indicios de lluvia.
Era la cuarta vez que Heidi se unía a ellos en su actividad de caza, y la diferencia de ese día, con el resto de los días, era que tenía un arco y una flecha en la mano.
No lo disfrutaba, pero sabía muy bien que esa era una de las cosas comunes que hacía la élite; matar animales para matar su propio tiempo.
—¿Cuál era la apuesta que dijimos?
—preguntó Venetia, ya lista y apuntando a algo que Heidi no podía ver.
—El que cace el venado bura más grande, en menos de una hora, se le dará tierra de cada uno de los participantes —dijo el Señor Nicholas mirando alrededor del bosque.
—Creo que la Señorita Heidi, y la Señorita Frances, no participarán —dijo Timothy mirando a las damas.
Fue entonces cuando Heidi se dio cuenta de que la Señorita Frances también los había acompañado.
No le gustaba la mujer, especialmente después del descaro que tuvo al hablar de cómo había ‘embolsado’ a Warren, ya que era una simple dama común.
Pero aun así, esa no era la única razón.
—Oh, me encantaría, pero mi puntería aún no ha mejorado.
La última vez que fui a cazar con papá, tuvieron que sacar la flecha de un sirviente.
Ja, ja, ja, ja —rio, cubriéndose la boca con el dorso de la mano.
—Deberíamos mantener tus manos lejos de las flechas —contestó Timothy juguetonamente.
Al igual que Heidi, Frances llevaba un arco y flechas.
—Estoy segura de qué al rodearme de cazadores tan hábiles, seré capaz de mejorar muy rápido.
El Señor Nicholas también dijo que me enseñaría, ¿no es cierto, milord?
—dijo Frances, Heidi le dio un vistazo a través de sus pestañas, mientras miraba a Nicholas que sonreía de acuerdo.
—Por supuesto, querida —respondió el señor.
«Esa es la razón.» Pensó Heidi para sí misma.
El señor estaba siendo su encantador yo al pasar su tiempo al lado de la mujer, a quien ella había sorprendido esa noche besándose con él, en el pasillo.
Internamente, suspiraba.
Ella nunca habría pensado que podría estar celosa, pero no había nada que hacer.
Si esa era la manera de molestarla del Señor Nicholas, lo mejor sería evitar tanto a Nicholas como a Lady Frances por lo que quedaba del día.
¿Tanto disfrutaba él de sus reacciones?
Él le había dicho que le gustaba, no que la amaba, y sabía que esperar demasiado sólo le haría daño.
Pero también había ocasiones en que quería tomar represalias y darle una probada de lo que estaba tratando de lograr.
—Heidi —escuchó a Warren llamándola, quien estaba algunos pies detrás de ella—.
¿Quisieras que te ayudara a aprender?
—preguntó.
Heidi asintió con la cabeza: —Estaría muy agradecida.
—Tal vez deberíamos ir juntas.
Sería agradable que aprendiéramos juntas, ¿no lo crees, Heidi?
—sugirió Frances, la emoción irradiando a través de sus ojos.
—Bien —dijo Venetia, caminando para pararse al lado de Agnes—.
Vamos a seguir adelante.
El tiempo empieza ahora.
—Nos vemos más tarde entonces.
Timothy se despidió con una sonrisa antes de desaparecer detrás de la espesura de árboles, dejando solos al Señor Nicholas, Warren, Heidi y Frances.
Al oír un cuervo cerca de un árbol, Heidi se preguntó si era el cuervo del Señor Nicholas, Toby.
¿Tenía alguien la oportunidad de ganar mientras el Señor Nicholas tuviera a su mascota para decirle en qué dirección se encontraba el venado bura más grande?
—Por favor, ten cuidado mientras caminas.
Hay piedras y espinas por aquí.
Su prometido le advirtió que tuviera cuidado después que vio a Frances casi tropezarse por una piedra, siendo salvada por el Señor, debido a que la señorita estaba ocupada mirando hacia los árboles.
En momentos como estos, Heidi sentía un dolor por la culpa que se acumulaba en su pecho cuando Warren la cuidaba.
Caminaron durante unos minutos antes de ver, finalmente, a tres venados buras bebiendo agua del arroyo que fluía sobre el suelo ligeramente inclinado.
Ninguno de ellos hizo ruido, mirándolos en silenciosamente.
Warren fue el primero en empujar su flecha con su arco, y soltarla con los dedos.
La flecha fue a una velocidad tal, que el venado al que apuntaba no tuvo tiempo de correr, y la flecha atravesó su cara, haciéndolo caer al suelo, mientras los otros dos corrían.
Avanzando hacia el lugar donde yacía el animal muerto, Warren lo arrastró por una de las patas traseras.
Cuando estaba poniendo el animal en el costado de la montura del caballo, Heidi vio que Nicholas había desaparecido, volviendo a aparecer después de dos, o tres minutos, con un venado en la mano.
El venado era grande, más grande que el que Warren había matado, y con eso, continuaron cazando para ver si podían conseguir uno más grande que el que habían matado previamente.
Después de atrapar dos más, la Señorita Frances alabó al Señor Nicholas: —Ese fue un blanco magnífico, milord.
—Gracias, Señorita Frances.
¿Te gustaría intentar apuntarle a uno?
—preguntó el Señor Nicholas—.
Quizás no a los venados, sino a algo más pequeño.
La Señorita le complació sin dudarlo, yendo a ponerse al lado del Señor.
El señor se paró detrás de Frances, quien actuaba tímidamente mientras ponía sus brazos sobre ella para asegurarse de la dirección en la que estaba apuntando.
El pecho de Nicholas presionaba su espalda, y su cabeza estaba junto a la de ella mientras le hablaba sobre cómo apuntar.
Mientras el señor ajustaba su postura, miró a Heidi, dándole una astuta sonrisa, a lo que ella agitó su cabeza, antes de dar vuelta a su cabeza en forma de respuesta.
Warren estaba agregando el tercer ciervo que había atrapado en el caballo, tratando de equilibrar el peso, y debido a eso, no captó a Heidi mirando al Señor desde donde él estaba.
Unos días atrás, cuando él le dijo que le gustaba, ella no sabía lo que en realidad significaba en su vocabulario.
Un señor tenía diferentes significados para las mismas palabras.
Cuando Warren terminó de ensillar al ciervo, se volvió hacia ella y le dijo: —Dame un minuto —ella lo vio coger una piedra y caminar hacia un árbol, marcándolo con un círculo grande y pequeño.
Al volver, le dijo—: Puede que no te sientas cómoda con un animal.
Comenzaremos con la corteza de un árbol, ya que eres un principiante.
Su prometido estaba siendo considerado con sus sentimientos.
Aunque Warren no lo dijera claramente, ella sabía que se preocupaba, aun cuando fuera un poco.
¿Qué haría si estuvieran en su lugar?
Se preguntó a sí misma.
Ella le había dado su corazón, y su palabra de que sería suya, pero allí estaba él, coqueteando con una mujer en frente de ella.
Se preguntó si había confundido la irritación de Nicholas, con celos, cuando lo comparó con Warren por su afecto hacia ella.
No, no podía ser.
El Señor Nicholas no era el tipo de persona que mostrara sus emociones libremente, ni siquiera a ella, pero la máscara se había caído durante unos segundos antes de ser colocada de nuevo.
Arriesgándose, decidió darle una probada de su propia medicina.
Sin pedírselo, Warren la ayudó a posicionar la flecha contra su arco, diciéndole cómo sostener la flecha.
Deliberadamente, Heidi se paró de una manera diferente a como estaba Frances.
—Necesitas cambiar tu postura.
Por favor, relájate, tus hombros están demasiado rígidos —dijo él, yendo a pararse detrás de ella—.
Levanta tus brazos.
Deslizó su mano desde el hombro hasta el codo.
No se había dado cuenta de lo peligrosa que había resultado su situación.
Tal vez era una buena idea, pensó para sí misma.
No le repugnaba, pero tampoco estaba contenta con que Warren se parara tan cerca.
—¡Oh!
—escuchó a Frances exclamar decepcionada—.
Perdimos a la ardilla.
—Tendremos que buscar a otra entonces —afirmó el señor.
Heidi estaba demasiado consciente de Warren, quien tenía las manos apoyadas en los costados de su cintura.
—No sólo mires al objetivo.
Concéntrate en él, de tal manera que no veas nada más —aconsejó—.
Tu mano tiene que quedarse quieta.
Suelta la flecha cuando estés lista.
Como Warren le aconsejó, mantuvo uno de sus ojos cerrado, mientras el otro se enfocaba en el círculo interno.
Tomando un profundo respiro, soltó la flecha, la que silbó a través del viento y aterrizó justo dentro del círculo.
—Eso está bien.
Warren la felicitó y ella sonrió, con la piel alrededor de sus ojos arrugándose de felicidad.
—Debe haber sido pura suerte —comentó Frances, caminando hacia ellos sosteniendo el arco en la mano—.
A mí también me pasó la primera vez que apunté al blanco.
¿Por qué no lo intentas de nuevo?
—sugirió.
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