Heidi y el señor - Capítulo 90
Tamaño de Fuente
Tipo de Fuente
Color de Fondo
90: Capítulo 90 – Quédate – Parte 3 90: Capítulo 90 – Quédate – Parte 3 Editor: Nyoi-Bo Studio Caminando de vuelta hacia la mansión, ella vio a Nicholas hablando con el consejero principal sobre algo de gran importancia, ya que su discusión iba y venía.
Era sobre el reciente edicto que había tenido lugar.
—Ya hemos dado la excepción de la Señorita, porque hay una tregua, pero no puedes retener a otras personas que se han mudado.
Tú sabes…
Nicholas lo interrumpió: —Y yo ya te lo he dicho, no creo en la división que el Consejo ha puesto.
¿No es sospechoso tenerla en un momento como éste, cuando podría haberlo hecho hace unos años, cuando estaban ocurriendo asesinatos en masa en Mythweald?
Sin olvidar que ha escogido un momento preciso.
Está planeando algo grande.
—Estoy consciente de ello, Nicholas.
Estamos buscando a los que alzaron la mayoría durante la votación, porque cuando hablé con los miembros del Consejo, no estaban a favor.
¿Por qué no hiciste otra votación?
—Sabes que no es así como funciona.
Una vez hecho, está hecho —el viejo se frotó la nuca cansadamente—.
Es bueno que él no te haya vigilado demasiado, y en vez de eso, sólo haya vigilado a Alexander.
Sólo añadiría trabajo extra para mí.
Hablé con Alexander y parece que ya ha trazado un plan para lo que va a ocurrir.
—¿Qué hay de su esposa?
—preguntó el Señor Nicholas.
—He escuchado que siempre está enferma debido a su mala salud.
—¿Estás seguro de ello?
—¿Por qué lo dudas?
—preguntó Reuben arrugando las cejas.
—Bueno —dijo lánguidamente Nicholas—.
La última vez que escuché algo es que estaba en Valeria, dando un paseo por el bosque y la ciudad.
Si no me equivoco, debió ser durante el tiempo del Hallow.
No era como si Heidi estuviera escuchando a escondidas mientras los dos hombres estaban parados al otro lado de la entrada principal, hablando entre ellos.
Al encontrarse con los ojos del consejero principal, ella inclinó su cabeza tanto ante él, como ante el señor.
Al día siguiente, Heidi acompañó a Warren a la ciudad vecina.
Como dijo, la visita fue corta.
La había llevado a una nueva tienda de repostería recién abierta en la ciudad.
Después de que Warren la había intentado besar la noche anterior, se sentía un poco incómoda con él.
Sin embargo, ella fue educada.
Llegando de vuelta a casa antes de la hora del almuerzo, Heidi le entregó las pequeñas cajas de pastel a Stanley.
El mayordomo le dio las gracias con una mirada estrellada en sus ojos, mientras miraba las cajas.
Ella estaba contenta de habérselo dado.
En la sala de piano, Heidi se sentó, abriendo la tapa de las teclas.
Sacó la partitura, la cual no había visto antes.
Sólo había dos líneas escritas en ella.
Luego de hacer sonar sus nudillos, empezó a tocar la melodía.
Era extraña, pero hermosa.
Se preguntaba si Nicholas había usado la sala del piano cuando ella no estaba cerca, ya que nunca lo había visto tocando.
Ella siguió tocándolo continuamente, cuando de repente, aparecieron de la nada dos manos, con dedos largos que presionaban las teclas.
—Continúa tocando —impulsó Nicholas, y ella lo hizo, trabajando su mano en intervalos de tiempo constantes.
Ambos tocaron juntos, a medida que él le agregaba música, armonizándola con la melodía que ya había escrito anteriormente.
En la atmósfera tranquila y serena, Heidi pudo sentir su corazón elevarse con cada nota de las teclas, las cuales llenaban la habitación vacía.
Viéndolo alejar una mano de las teclas, ella usó su mano libre para tocar la música, imitando a su otra mano, que todavía estaba tocando.
Mientras tocaban, Heidi sintió cómo Nicholas empujaba suavemente su pelo abierto de un lado de su hombro al otro.
Intentó concentrarse con todas sus fuerzas, pero cuando la respiración de Nicholas llegó a su nuca, no pudo concentrarse.
El latido de su corazón se elevó constantemente, la punta de su nariz se deslizaba ligeramente sobre su suave piel, haciéndola temblar, para el deleite de Nicholas.
Ella no se dio cuenta en qué momento los labios reemplazaron a la nariz, pero cuando lo hizo, sus manos se detuvieron, solo para ser atrapadas por las manos de él.
—Nicholas —susurró.
—Hmm —murmulló en respuesta—.
Tienes un cuello muy suave.
Más suave de lo que esperaba.
Su voz resonaba contra su cuello.
Sus manos estaban encima de las de ella, apretándolas junto con su corazón, haciéndola tragar saliva.
—He estado esperando para atraparte, pero parece que has estado un poco más ocupada de lo normal.
¿Estabas, por casualidad, tratando de evitarme?
Especialmente después de regresar del bosque.
Los dedos de Nicholas se entrelazaron entre los dedos de ella, en una combinación de dedos pequeños y largos.
—¿Por qué lo haría?
No tengo ninguna razón para evitarte —respondió ella.
—¿En serio?
Hmm, bueno, podría enumerar muchas.
Tengo que decir, no esperaba que dieras vuelta las cosas.
Como el hipócrita que soy, no me gusta que nadie te toque.
O que lo intente.
Heidi sintió cómo sonreía ante sus palabras.
Parecía que no le gustaba el sabor de su propia medicina.
—Me siento culpable, y mal por Warren —confesó ella.
—No te preocupes por él.
Como dijo él mismo, se pasó de la raya al tratar de hacer algo que no se suponía que debiera hacer.
¿Estaba escuchando su conversación mientras hablaba con el consejero principal?
Fueron interrumpidos cuando Stanley llamó a la puerta, la cual Nicholas había cerrado.
Heidi intentó apartar su mano, pero Nicholas tenía otra cosa en mente, ya que sus manos sostenían la de ella, no dejándola ir, ni alejándose de ella.
—¿Qué pasa, Stanley?
—preguntó Nicholas.
—Ah, amo, me pidió que preparara el carruaje.
—Cambié de opinión —dijo besando el cuello de Heidi—.
Envíale una carta a Wallace diciendo que la reunión será organizara para la semana que viene.
—Sí, amo —escuchó a los pasos desvanecerse y, al mismo tiempo, algo afilado le rozó el cuello.
—Shh, no te muevas.
No te morderé —dijo riéndose entre dientes—.
Pero no puedo negar…
que la idea de hundir mis colmillos en tu piel es muy tentadora.
Le dio otro beso en el cuello, y se echó para atrás.
Moviéndose por alrededor, se sentó junto a ella.
—Tu familia debe estar extrañándote inmensamente —dijo él, con las manos de nuevo sobre las teclas.
Él sabía sobre la carta.
Por supuesto que lo sabía.
Ella lo recordó diciendo que todas las cartas pasaban por él, antes de que le fueran entregadas a ella.
A pesar de que el mayordomo se la había dado, la carta había quedado sin abrir, aun descansando en el costado de su cama.
Fue una estupidez de su parte el pensar que, si no abría la carta, podría creer que la carta nunca había llegado a sus manos.
—¿Estarás yéndote mañana?
—preguntó éñ.
—¿Mañana?
—Sí.
Vi que era el cumpleaños de tu hermana Nora.
Debes querer irte a casa —Heidi empezó a preocuparse de nuevo.
Ella sabía que no era su familia, sino el Duque, quien quería hablar con ella.
Tenía miedo de volver allí—.
No debería ser un gran problema, después de todo, gracias al decreto que fue aprobado, puedes visitar libremente…
—Por favor, no me hagas ir —dijo ella, haciendo que él dejara de tocar las teclas, ladeando su cabeza hacia un lado.
Nicholas notó la ansiedad y el miedo detrás de esos ojos color avellana.
No cuestionó sus palabras.
—No tienes que ir si no quieres.
Quédate aquí conmigo en su lugar.
Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com