Heidi y el señor - Capítulo 91
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91: Capítulo 91 – A quien ella pertenece – Parte 1 91: Capítulo 91 – A quien ella pertenece – Parte 1 Editor: Nyoi-Bo Studio Heidi se alegró de que Nicholas no cuestionara su decisión, y súplica, de no ir a ver a su familia.
No había tenido la intención decirlo, al menos no en voz alta, pero antes de que pudiera pensarlo claramente, sus palabras habían salido volando fuera de su mente nublada.
Ella quería contarle, compartir cosas que la habían estado molestando, pero estaba asustada por el resultado.
Sólo porque el Señor le había dicho que le gustaba es que ella no quería tomar ningún riesgo.
Al mismo tiempo, ella quería decírselo, tratando de juntar el valor dentro de ella para hablar al respecto.
Mordiéndose el labio inferior, se preparó para contarle el plan del Duque.
Con cada segundo que pasaba, se decía a sí misma que debía abrir la boca para hablar con él, pero no podía.
La tensión en su mente se acumuló tanto que podía sentir su cabeza palpitar de dolor.
Tal vez no hoy, y se calmó.
Lo haría mañana.
—Escribí otra pieza, ¿te gustaría unirte?
—preguntó Nicholas, quien ya había empezado a mover sus dedos sobre las teclas blancas y negras—.
Sígueme la corriente.
E, imitando sus dedos, ella sonrió.
¿Quién hubiera pensado que, un día, ella estaría tocando el piano con el hombre que había salvado aquella noche lluviosa en Woville?
Sus manos estaban temblando por la mezcla de emociones.
Estaba preocupada, pero relajada al mismo tiempo.
Se sentía avergonzada al tener a Nicholas sentado junto a ella, con su pierna tocando la suya.
Se sentía absolutamente segura con él, en el fondo, sabía que él la mantendría a salvo.
Se preguntó si se sentía así porque estaba enamorada.
Sus mejillas aún se sentían calientes, con su cuerpo como si estuviera prendido con gasolina después de la caricia que él le había dado.
Sus labios suaves y tersos deslizándose por su piel, antes de que él la presionara con ellos.
Al verlo tocar seriamente, ella siguió mirándolo fijamente.
Su largo y negro flequillo sobre su frente se veía sorprendentemente bien, con la parte de atrás de su cuello inclinada, a medida que la cantidad de cabello se reducía gradualmente desde la coronilla hacia abajo.
Si ella no estuviera sentada junto a él, hablando, lo habría tildado como un alma triste y misteriosa tocando el piano.
En la opinión de Heidi, él seguía siendo un hombre misterioso.
—Finalmente me estás mirando —dijo, con sus labios levantándose para formar una sonrisa—.
Estaba considerando si debía volver a mi antigua apariencia.
¿Fue demasiado abrumadora?
—preguntó.
—Me estaba ajustando a ella —murmuró Heidi, mirando hacia otro lado.
Ella no se había impactado.
Más bien, como él dijo, había sido abrumada por su repentino cambio de cabello, y la perforación en su oreja.
Todo esto mientras ella siempre había pensado que el señor del imperio de Bonelake era un hombre encantador, con una apariencia de príncipe.
Pero esa apariencia se sentía demasiado fuerte, intimidante y peligrosa, y algo provocativa.
Ella había notado como algunos sujetos reaccionaban, recientemente, ante su mera presencia.
—Escuché que tu cabello es naturalmente negro, y que lo cambiaste antes de asumir la posición de señor —dijo ella, viendo crecer su sonrisa.
—Parece que estás interesada en saber la razón del porqué.
—Sí, lo estoy.
—Eres una cosita muy curiosa, ¿verdad?
Como tú misma dijiste, me lo cambié justo antes de tomar el título de señor.
Aunque la cantidad de vampiros en Bonelake son la mayoría, también es un hogar para los humanos.
Los tiempos eran diferentes en aquel entonces.
El Consejo no tenía al actual consejero principal, debido a lo cual, no era fácil complacer a la gente para conseguir la posición del señor.
Los humanos eran hostiles, y no eran comprensivos cuando se trataba de los vampiros; no lo son ahora, pero antes era peor.
A veces es necesario ponerse en el lugar de la persona para saber cómo, y qué siente, y de esa forma, ganar su favor.
Sólo es eso, sin los anillos —se tocó la oreja—, y el pelo negro.
Malcolm dijo que sería mejor ir con una apariencia más reconfortante.
—¿Pero no eras tú el heredero directo?
¿No te convierte eso, automáticamente, en el siguiente en la línea para el título?
—preguntó Heidi, que había dejado de tocar.
—No si es que has cometido un crimen.
No importa quién seas, a veces las reglas son estrictas.
¿Te gustaría saber qué pasó?
Pero no creo que te guste.
—¿Tan grave es?
—Lo es…
—sus manos no dejaron de tocar las teclas—.
Maté al Señor anterior.
Heidi no sabía qué decir.
Lo miró fijamente, con los ojos muy abiertos.
Estaba más que conmocionada.
—¿Por…
por qué lo mataste?
—preguntó Heidi, sintiendo su piel ponerse como la una gallina.
—No nos llevábamos bien.
A veces, tu destino está escrito antes de que siquiera te des cuenta.
Es sólo que el suyo fue escrito la noche en que yo nací —su voz no se elevó, ni decayó, sino que estaba tan tranquila como nunca.
¿Por qué estaba tan tranquilo por matar a su propio padre?
—Te advertí que no te gustaría —dijo sonriendo.
Claro que lo había hecho, pero no esperaba escuchar algo así.
Según lo que había leído junto con Stanley, durante sus horas de estudio, no se había producido ningún acontecimiento como tal que pudiera ser escrito en los libros históricos; y el libro había dicho cómo el señor había muerto en su vejez, por el consumo de una poción que era fatal para los vampiros.
No había ningún registro que indicara que Nicholas fuera el que lo había matado.
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