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Heidi y el señor - Capítulo 92

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92: Capítulo 92 – A quien ella pertenece – Parte 2 92: Capítulo 92 – A quien ella pertenece – Parte 2 Editor: Nyoi-Bo Studio No parecía arrepentido al respecto, en vez de eso, tenía una expresión tranquila, como si hubiera estado destinado a ocurrir.

—El padre de Timothy, Sir Malcolm Rufus, era parte del Consejo.

Se jubiló hace una década.

A pesar de que era un hecho obvio que un heredero fuera elegido como el señor, algunos sujetos eran sospechosos, y no queríamos problemas acechándonos.

Verás, Heidi, las personas son criaturas ingenuas que perciben lo que ven a través de sus ojos.

Puede que se trate de cambios sencillos, pero tienen un impacto mayor —dijo él, mientras la música se ahogaba en un estado de quietud, dejando que el silencio de la sala se apoderara de ella.

Había cambiado su apariencia para complacer a la gente, para que se ajustara a los súbditos de su tierra.

Ella no podía negar que su apariencia anterior le daba una sensación de gentileza, y comodidad, y no es que ahora hubiera cambiado.

Ella quería saber más sobre él.

Saber y entender por qué había matado a su propio padre, pero sintió que no era el momento adecuado.

La curiosidad era parte de su naturaleza, pero nunca era intrusa.

Sabía bien cuándo dejar de hacer preguntas.

Su mente estaba en proceso de digerir con lo le había contado, y decidió cambiar el tema a uno más ligero: —Por cierto, la tía Guilene estaba preguntando por el collar que rompiste.

—¿En serio lo hizo?

Debió haber sido una conversación muy interesante —sonrió sinuosamente—.

¿Y qué le dijiste?

—Que lo tenía en mi habitación.

—Ahmm —dijo levantando las cejas—.

Me aseguraré de recordárselo la próxima vez que nos visite.

—Disfrutas de mi difícil situación —frunció el ceño, suspirando y mirando hacia otro lado.

—Estaba bromeando, cariño.

Haré algo al respecto.

Teniendo un poco de temor de que le preguntara la razón por la que no quería volver a Woville, se excusó después de un tiempo y abandonó la habitación.

A medianoche, el Señor Nicholas estaba sentado frente a la chimenea de su habitación, limando sus uñas con un pequeño trozo de metal en una de sus manos.

La noche era fría y oscura, al igual que él.

Susurros de viento llegaban a la habitación, silenciándose en la atmósfera.

Nicholas no pensaba mucho sobre su pasado, y aunque lo hiciera, no le molestaba.

Lo que se suponía que debía pasar, pasó.

Limándose el último pulgar, puso el metal en la mesa lateral, para luego escuchar un golpe en la puerta.

No era otro que el mayordomo, quien sostenía una vela encendida en su mano.

—Amo, ¿preguntó por mí?

—consultó educadamente a su señor después de cerrar la puerta.

—Sí, creo que hay algo que se te olvidó mencionar cuando la Srta.

Curtis llegó aquí por primera vez —le recordó Nicholas a su mayordomo—.

¿Por qué dijiste ese día que la Srta.

Curtis estaba incómoda, e inquieta?

¿Qué reveló?

—preguntó al mayordomo.

El mayordomo debió haber sabido que ese pequeño detalle volvería a salir a la luz en el futuro.

—Eso.

El día que fui a recoger a la señorita, hicimos una pequeña parada en una posada, porque la señorita quería entrar al baño.

Se tardó más de lo que esperaba, y por eso, entré a buscarla —hizo una pausa—.

Pero en el camino, me encontré con el dueño de la posada, y me dijo que el baño no tenía agua, y que sólo había un lavabo allí y nada más.

—¿Había una puerta trasera en la posada?

—preguntó el Señor Nicholas —No creo que haya habido una, milord —contestó el mayordomo, escuchando luego un largo suspiro de su señor antes de que hablara.

Cuando la había llevado a la obra musical, él se había dado cuenta de la forma en que su ritmo cardíaco había aumentado después de que mencionó la posibilidad de que huyera.

En ese momento, sólo había sido una corazonada.

—¿Por qué crees que la señorita pasó tanto tiempo en una sala, cuando pidió específicamente un baño, antes de venir a la mansión?

—inclinó su espalda, y usó su mano para sostener el costado de su cabeza, mirando el fuego crepitante.

Stanley se dio cuenta de que no era una pregunta, ya que parecía que ambos entendieron el propósito, y su señor no esperó por una respuesta—: ¿Hay algo más que se te haya olvidado decirme?

—tragó saliva al ver la mirada que le dio su señor.

No era que lo estuviera escondiendo, sino que no sabía que pudiera tener alguna significancia.

—Sí, amo.

—Habla.

—Esta tarde, cuando fui con la doncella a la habitación de la Señorita Heidi para reemplazar las sábanas, me di cuenta de que la carta que le había dado estaba sin abrir —dijo Stanley, recordando el sello que aún estaba pegado a ella—.

Uhm, y amo, el día del compromiso del Señor Warren y la Señorita Heidi, había un hombre hablando con la dama.

No creo que fuera un miembro de la familia.

—¿Qué hay con él?

—preguntó Nicholas.

—Parecía enfadado con la señorita por algo, y la Señorita Heidi parecía un poco disgustada.

No pude verlo bien, a excepción de su espalda —informó.

¿Un hombre?

Nicholas pensó sobre ello.

Anteriormente, había dibujado algo en una hoja de papel, la que se encontraba actualmente sobre la mesa.

Recogiéndola, dijo: —Quiero que encuentres a este hombre y lo traigas aquí.

Amablemente, por supuesto, trátalo como a un huésped y no lo asustes —miró al apuesto hombre, a quien nunca antes había visto—.

Además, envía a alguien al pueblo a buscar información sobre la familia Curtis.

Encontrarás al hombre en Woville.

—¿Qué va a hacer, amo?

—preguntó el mayordomo con curiosidad.

Tal vez era alguien que la Señorita conocía.

—Solo tener una pequeña charla —dijo el Señor Nicholas antes de ordenarle algo más—.

Quiero que una doncella vigile a Heidi.

—Sí, amo —dijo el mayordomo inclinando la cabeza.

—Ya puedes irte —despidió al mayordomo haciendo un gesto con la mano.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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