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Heidi y el señor - Capítulo 95

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95: Capítulo 95 – Mascarada vampírica – Parte 2 95: Capítulo 95 – Mascarada vampírica – Parte 2 Editor: Nyoi-Bo Studio —La vida está llena de sorpresas, ¿no lo crees?

Listo, está hecho.

El mayordomo miró satisfecho a su obra.

—Es muy bonito.

Gracias, Stanley.

Se dio la vuelta en su asiento para darle las gracias de corazón.

—De nada, milady.

¿Quisieras que traiga algo más?

Tienes unos veinticinco minutos antes de partir —preguntó el mayordomo.

—No, creo que eso es todo.

Por cierto, Stanley… Heidi se detuvo mientras se levanaba del asiento.

—¿Sí, Srta.?

El mayordomo la esperó, pero luego ella negó con su cabeza.

—No, nada.

Gracias por ayudarme —dio las gracias de nuevo, y ambos intercambiaron reverencias antes de que el mayordomo saliera de la habitación.

Quería preguntar dónde estaba el señor, pero no queriendo que fuera demasiado sospechoso, había decidido no preguntar, aunque tenía la sospecha de que el mayordomo ya sabía lo que estaba pasando.

Pensando si es que estaba bien, Heidi decidió salir de su habitación en busca de Nicholas.

Al no encontrarlo en su recámara, caminó por los pasillos, los cuales, en uno de sus lados eran las paredes, y en el otro, grandes ventanales de cristal transparente por donde pasaba la luz de la luna.

Sus pasos eran suaves mientras caminaba contra el suelo alfombrado, con los pasillos desiertos hasta que se quedó parada no muy lejos de donde estaba el señor.

En algún lugar de su ser, Heidi sabía que lo encontraría allí, parado frente al retrato de su madre, mirándolo fijamente sin expresión alguna mostrándose en sus facciones.

Llevaba un traje gris, una camisa blanca y una bufanda azul, la que se estrechaba alrededor de su cuello, y se hinchaba para ser contenida por el chaleco.

Aún no se había puesto su abrigo, y Heidi se preguntó por cuánto tiempo había estado allí parado.

No pareció notar su presencia, ya que parecía perdido en sus pensamientos mientras sus ojos estaban clavados en el retrato.

Ella se dio la vuelta para alejarse, dándole el espacio que creía que él necesitaba.

Tanto el carruaje de Nicholas, como el de Warren, llegaron a la mansión como todos los demás, en donde se celebraba el Gran Baile.

La mansión estaba situada en la cima de una colina, sin otras casas ni edificios por más de quince millas.

Con la niebla que estaba en la atmósfera, no se podía ver nada a la distancia lejana.

Los árboles alrededor de la mansión estaban sin hojas, y secos.

A pesar de que no era invierno, y en Bonelake siempre estaba lloviendo, allí estaba nevando.

Los copos de nieve caían del cielo, con la luna entrando y saliendo a través de las nubes que pasaban por el cielo.

Debido a la nieve, la mansión se veía más vieja y oscura, con una luz que brillaba escasamente desde el interior.

El agua junto a los árboles se había congelado.

Cuando Heidi entró en la gran mansión, lo primero que notó fue lo aburrida y triste que era la música que se escuchaba en el salón.

Lo segundo que notó fue lo espectacular que se veía el salón.

La habitación estaba iluminada brillantemente, lo que le daba un luminoso toque dorado.

Después de algunos minutos, se dio cuenta de que el dueño de esclavos, y también el guardia, habían sido invitados al Gran Baile.

Lettice había llegado antes que ellos, y estaban en la pista de baile.

Tanto su amiga, como su esposo, Rhys, estaban bailando al compás de la música con una sonrisa en la cara de cada uno.

Warren y Heidi estaban hablando con una pareja cuando un hombre vino de la multitud a saludar a Warren: —Buenas noches, Warren.

No te he visto desde el último baile.

—Buenas noches, Albert.

No se le puede hacer nada cuando resultas ser un hombre extraño que nos visita —dijo Warren con una sonrisa—.

—Veo que has traído a una dama contigo.

Podría ser que es la que se rumorea.

Milady —cogió su mano, dándole un beso en el dorso de ella.

—Ella es Heidi Curtis —presentó Warren.

—Albert Heinest —dijo presentándose a sí mismo—.

Qué hermosa prometida.

Si no supiera que ya estás tomada, te habría pedido para mí mismo.

Y todos se rieron.

—Buenas noches, Sr.

Heinest —saludó amablemente.

—Albert, aquí presente, se ocupa de los asuntos de un pueblo de Valeria para el Señor Delcrov.

Es un hombre excelente cuando se trata de manejar los asuntos entre humanos y vampiros —explicó Warren.

—Entonces estás trabajando en el imperio equivocado —dijo ella, haciendo que el hombre inclinara la cabeza con duda.

—¿Y por qué sería eso?

—preguntó el vampiro intrigado.

—Según lo que he oído, Valeria no tiene ninguna resistencia, y hay menos conflictos, lo que podría ser gracias a ti, pero creo que hay otros imperios que necesitan tu ayuda.

—Es cierto lo que dice, Señorita Heidi, pero afortunada, o desafortunadamente, estoy obligado a continuar mi trabajo durante las próximas tres décadas, hasta que mi mandato termine con el señor —dijo Albert, y sonrió, levantando su copa de vino en su mano y diciendo—: Y ahora, si me disculpan —se inclinó para abandonar el grupo.

—Parece que tu prometida es inteligente en lo que respecta a los asuntos actuales del Imperio —dijo el hombre, elogiando a Warren, pero su esposa pensó otra cosa mientras lo decía—: Deberías tener cuidado con lo que habla tu futura esposa, podría no sólo meterla a ella, sino también a ti, en problemas.

Antes de que Heidi tuviese la oportunidad de responderle, Warren los había excusado, llevándola a un pasillo vacío para que pudieran hablar en privado.

—Sé que estás enfadada, pero tienes que fijarte en lo que dices delante de los demás —dijo él.

—¿Y lo que ella dijo estuvo bien?

—dijo, levantando las dos cejas.

—Sí.

Su respuesta fue rápida y sin dudarlo.

—¿Me estás diciendo que está bien que ella hable, pero yo no?

—confirmó.

Warren suspiró y habló: —Es una vieja vampiresa.

Tienen ideales diferentes, y entiendo que no te sientas cómoda con eso, pero sólo tienes que soportarlo por esta noche.

Pero si quieres, puedes ser sutil con tus opiniones.

Ellos son de orígenes antiguos, e incluso Nicholas se aparta de su camino porque son gente entrometida.

Por favor…

—pidió, y volvieron a entrar.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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