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Heidi y el señor - Capítulo 96

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96: Capítulo 96 – Mascarada vampírica – Parte 3 96: Capítulo 96 – Mascarada vampírica – Parte 3 Editor: Nyoi-Bo Studio Warren se mantuvo ocupado, ya que era el hijo de una madre de sangre pura como Venetia, quien tenía una buena cantidad de conexiones con los vampiros de clase alta.

Cumpliendo con la petición de Warren, Heidi se comportó como la muñeca que se suponía debía ser, sonriendo y saludando a la gente.

Hubo momentos en que la gente la inquietaba, no sólo los hombres, sino también las mujeres.

Las mujeres tenían en baja estima a los humanos, y no lo ocultaban.

Los hombres, por otro lado, pasaban más tiempo presionando sus labios contra su mano, incluso con sus parejas a su lado.

Ya llegado un punto, afortunadamente, Warren había acudido a su rescate haciéndole sostener una copa de vino.

Desde donde ella estaba, podía ver a los esclavos que estaban alineados hacia la pared, a quienes tenían con la cabeza inclinada, y sus ojos clavados en el suelo.

Mirando a su alrededor, sus ojos alcanzaron a ver a Nicholas con un grupo de personas que lo habían rodeado, escuchando la historia que fuera que estuviera contando, con una dama a su lado.

—¿Le gustaría bailar, milady?

—preguntó uno de los hombres con la mano extendida.

Sin estar segura de qué hacer, miró a Warren, quien asintió con una sonrisa, diciendo que estaba bien.

Dándole al hombre una pequeña sonrisa, ella le puso su mano, y mientras caminaba, sus ojos se encontraron con los ojos de Nicholas, quien no tenía una sonrisa feliz, sino una mirada sombría.

El hombre era un humano como ella.

Un hombre educado, lo que era muy raro de encontrar en medio de la gente presente en el salón.

No había razón para que ella mostrara su desagrado hacia el hombre, y ella bailó con él, exactamente como Stanley le había enseñado, para que estuviera preparada para tales ocasiones.

Ella había estado tan absorta antes en sus pensamientos, que ni siquiera podía recordar el nombre del hombre.

Heidi bailó hasta que la canción se terminó, y antes de que pudiera volver al lado de Warren, vio Lettice indicándole que fuese a donde estaba.

—Te ves despampanante esta noche.

Espero que a Warren no se le olvidara halagarte.

Las palabras de Lettice la hicieron sonreír.

—Tú no pareces nada menos que la misma luna —sonrió Heidi.

—Eres buena con las palabras, pero gracias.

¿Cómo estás?

—preguntó, mirando a la gente en el salón.

—Bien, como siempre.

No sabía que la música se podía tocar tan tristemente —comentó.

—Ah, ¿no te gusta?

Te acostumbras a ella después de oírla varias veces —dijo Lettice, metiendo el mechón rubio de su cabello detrás de su oreja, el cual estaba obstaculizando uno de sus ojos.

Al recordar sobre la carta, Heidi preguntó: —¿Hubo alguna respuesta de parte de mi familia?

—Te llamé aquí para hablar sobre ello.

Hoy recibí la carta de mi criada —ellos no querían levantar sospechas y, por lo tanto, habían enviado la carta en nombre de la criada que trabajaba para los Meyers—.

La carta decía que ya no trabajaba allí, y que lo habían echado de la casa por su incapacidad para trabajar.

Pero hay un pequeño problema…

Al ver regresar a Rhys, dirigiéndose hacia Lettice, él abrazó a su esposa.

—¿Qué pasa?

—preguntó Heidi.

—Envié a un hombre a observar, y buscar a Howard en la residencia del Duque, pero aún no ha regresado.

No te preocupes, estoy segura de que estará bien —dijo Lettice, con una sonrisa alentadora en sus labios.

—Sí —contestó Heidi.

Después de que Lettice y Rhys se fueron, Heidi no pudo evitar preocuparse por el anciano, quien había arriesgado su vida por el bien de ella.

Si tan solo…

pensó para sí misma.

Si no hubiera intentado huir esa noche, Howard todavía estaría a salvo.

Si tan solo Nora no lo hubiera delatado, todo habría salido de acuerdo a su plan.

Pero lo que estaba hecho, estaba hecho, y no había nada que pudiera arreglarlo.

En el camino de regreso hacia donde estaba Warren, Heidi vio a alguien inesperado hablando con Warren, y sus pasos se detuvieron junto con su corazón.

¿Qué estaba haciendo el Duque allí?

Se preguntó a sí misma antes de girar sobre sus talones, y abrirse paso por entre la multitud, lejos del hombre que había amenazado con violarla.

Con rápidos movimientos, finalmente salió del salón y subió las escaleras donde no había nadie a la vista.

Frotando ambas manos contra sus brazos, continuó caminando hasta que la música se calmó, ahora con nada más que el silencio, y el viento soplando afuera.

Mientras caminaba, vio nieve caer desde arriba, donde faltaba un gran trozo de techo.

Se sentía como magia, pensó para sí misma, y se veía absolutamente hermosa.

—Hermosa.

Asustada, volvió la cabeza para ver que era Nicholas, subiendo por el tramo de escaleras hasta donde ella estaba.

Con Nicholas alrededor, se dio cuenta de que no había nada de qué preocuparse.

—Es hermosa, ¿no?

—comentó Heidi, mirando hacia el cielo desde donde estaba cayendo la nieve.

—No me refería a la nieve, Heidi.

Sus palabras hicieron que su corazón se elevara y sus mejillas ardieran.

—Te ves guapo —dijo ella, dando una pequeña mirada hacia él, y luego mirando de vuelta hacia la nieve.

—¿Es eso cierto?

Dime entonces, ¿por qué no soy capaz de mantener tu mirada —preguntó, viéndola sonrojarse en respuesta.

Él siempre tiene esa mirada, pensó para sí misma.

—¿Dónde está ese lugar?

Se siente como si estuviéramos en una tierra completamente diferente —preguntó Heidi con curiosidad.

—Esta es la mansión del segundo señor de Bonelake —contestó para ver cómo sus ojos se abrían de par en par, con ansias.

Sí que parecía una niña ingenua, la observó Nicholas.

Había estado hablando con uno de sus conocidos cuando la había visto salir corriendo del salón, como si hubiera visto un fantasma.

Se había excusado para tratar de encontrarla, lo que era fácil, ya que conocía la mansión como la palma de su mano.

—Guau, ¿en serio?

Pero, ¿por qué está abandonada?

—preguntó ella con curiosidad.

—Bueno, se podría decir que después de que el segundo Señor de Bonelake falleciera, el tercer señor tenía su propia mansión, y no quería usar algo que ya estaba usado.

El Consejo llegó a la decisión de tomarla bajo su propiedad, ya que el Señor no tenía familia.

—Ya veo —contestó en voz baja.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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