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Heidi y el señor - Capítulo 97

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97: Capítulo 97 – Mascarada vampírica – Parte 4 97: Capítulo 97 – Mascarada vampírica – Parte 4 Editor: Nyoi-Bo Studio Nicholas miró por el rabillo de sus ojos mientras Heidi se ocupaba en mirar la nevada, como si nunca hubiera visto una antes.

Sus ojos eran tiernos y curiosos, y sus labios ligeramente abiertos.

Se veía hermosa esa noche, como un ángel que había caído del cielo durante la nevada, y que desaparecería una vez que el sol saliera.

Stanley había hecho un buen trabajo ayudándola a prepararse para el baile, y no sabía si debía aumentar su salario, o si debía reducirlo por hacerla tan atractiva.

No sólo había llamado la atención de él, sino también la de mayoría de los que se habían cruzado con ella.

Cuando él le alcanzó su mano, ella no la retiró, y dejó que él la tomara en la suya.

—Vamos a un lugar seguro —dijo Nicholas, tirando suavemente de su mano, a lo que ella lo siguió sin ninguna pregunta, dejándole que se la llevara a donde él quería.

Después de tomar unas cuantas vueltas más, Nicholas la llevó a una habitación, cerrándola después de entrar.

Nicholas fue rápido en cerrar el espacio que compartían el uno con el otro, y sin más demora, sus labios estaban instantáneamente sobre los de ella.

Al ser Heidi la menos experimentada, y como era la segunda vez que la besaban, le dejó tomar la iniciativa, lo que el hombre cumplió felizmente.

Succionando sus labios, los mordió, sacando una gota de sangre que lamió con su lengua, sin dejar rastro.

El regusto de su sangre era como una ráfaga de adrenalina en su cabeza, y él quería probar más, pero contuvo sus instintos.

Deslizando su lengua en su cálida boca, continuó besándola, mientras sus dos manos se asentaban debajo de sus glúteos, empujándola más cerca de él.

Los labios de Nicholas viajaron hacia su cuello para encontrar su punto ideal, el cual comenzó a chupar para escuchar a Heidi gemir, para vergüenza de ella.

Se mordió el labio inferior para evitar hacer algún ruido dentro del silencio por el que estaban rodeados.

—No hay nada de qué avergonzarse, cariño —persuadió gentilmente, liberando sus labios que habían quedado atrapados entre ellos.

Inclinándose de nuevo, volvió a besarla en los labios—: Me alegro de que hoy lleves guantes en las manos —comentó entre los besos.

Si fuera posible, él quemaría con un carbón ardiente los labios de todos, y cada uno de los hombres, por besarle la mano durante más tiempo del necesario.

Con un último beso casto, dejó que sus manos descansaran sobre su cintura, bajando su cabeza para apoyarla sobre su hombro, mientras daba un suspiro.

Después de unos segundos, habló: —Heidi —dijo su nombre antes de levantar su cara para mirarla—.

Eres mía, ¿verdad?

Heidi miró dentro de sus oscuros ojos rojos, los que ahora mismo estaban mirando directamente a los suyos, haciendo que su corazón se detuviera por un segundo.

Ella no estaba mintiendo cuando le dijo que se veía guapo.

Como muchas otras veces, su presencia era fuerte y sus rasgos osados, los que podían intimidar a cualquiera.

Después de todo, Heidi era una mera mortal que había sido afectada por ellos.

Pero esa noche, y ahora mismo, parecía diferente.

—Heidi —su nombre salía de su boca como un dulce caramelo.

Cuando ella asintió con la cabeza, sus cejas se contonearon—.

Palabras, cariño.

Quiero oírlo de esos labios.

—Soy tuya —dejó salir las palabras.

La sonrisa con la que la recompensó hizo que su corazón se apretara, hasta llegar a un estado de vértigo.

Ella nunca lo había visto sonreír así antes, y era algo que quería capturar en su mente y en sus recuerdos.

Justo cuando sus ojos se cerraban, se abrieron precipitadamente con sus siguientes palabras.

—Entonces, no sería un problema si te marcara, ¿verdad?

—¿Marca?

—preguntó en un susurro.

—Sí.

¿Me dejarías marcarte?

—pidió su permiso, con sus manos jugando con la parte delantera de su flequillo, el que yacía sobre su frente.

Heidi no había anticipado que él le diera una marca.

Incluso si se trataba de una marca temporal; ya que ella era parte de la tregua, ni siquiera había pensado en ello.

Debería haber estado saltando de alegría, pero la preocupación volvió a llenar su mente—: De esa manera, no tengo mantener una vigilancia sobre los hombres que pudieran pulular a tu alrededor.

Hmm, ¿no quieres?

—preguntó.

—No, no así —apartó la mirada de la suya.

Él puso su dedo debajo del mentón de Heidi, y le volteó la cara para que lo mirara: —¿Qué es lo que te preocupa?

¿No te dije que no hay nada de lo que tengas que preocuparte?

¿Tienes tan poca confianza en mí?

—pregunto, para verla agitar su cabeza vigorosamente.

Tal vez ese era el momento de decir la verdad.

—Necesito decirte algo —susurró Heidi, con su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

—¿Qué pasa?

—preguntó Nicholas, pasando su dedo por su mejilla y luego deslizándolo por su cuello.

—Yo…

en realidad…

—no podía decirlo con él tratando de distraerla a propósito—.

Nicholas…

—No tienes que contarlo ahora mismo.

Estoy seguro de que puedo esperar para escucharlo después —dijo él, con sus expresiones volviéndose, lentamente, serias y graves—: Sólo quiero un sí, o un no a mi pregunta, querida.

Entre más tiempo se tomaba en responder, más podía Heidi ver la duda formándose en sus ojos.

—Sí —respiró.

Y eso fue todo lo que Nicholas necesitaba como confirmación antes de inclinarse para besar su cuello con ternura, la cual se había tensado: —Esto dolerá un poco —informó, mientras le crecían los colmillos.

Ni siquiera un segundo después, Heidi sintió un dolor punzante entre sus hombros y su cuello.

Era insoportablemente doloroso, y ella, a su vez, mordió la chaqueta que él llevaba para así evitar los gritos que amenazaban con salir de su boca.

Una corrida de lágrimas había salido de sus ojos para cuando terminó.

Él lamió la herida que se había formado mientras ella caía inconsciente en sus brazos.

—Nick…

—llegó una voz desde la puerta que había sido abierta.

Timothy Rufus, quien asistía al Gran Baile, había ido a buscar a Nicholas, encontrando al Señor en una habitación, con la prometida de Warren en sus brazos.

—¡¿Bebiste su sangre?!

—preguntó Timothy preocupado por la mujer, ya que estaba inconsciente.

Acercándose, se dio cuenta de que no era la sangre—.

Tú la marcaste…

El hombre lo miró con una expresión atónita.

No era cualquier unión, sino una unión de almas.

¡Era un vínculo irreversible!

—Necesito que me hagas un favor —dijo Nicholas, tomando a Heidi con ambos brazos y comenzando a caminar mientras la llevaba.

—¿Qué cosa es?

—dijo Timothy, sin saber lo que estaba pasando.

—Dile a Warren que encontré a Heidi inconsciente afuera, lo que podría deberse a que estuvo mucho tiempo parada en el clima frío.

Además, infórmale que me la llevaré a casa.

—¿Algo más, aparte de ser discreto?

—preguntó.

—Eso es todo.

Nicholas caminó en la dirección opuesta de donde él, y Heidi, habían venido, tomando la puerta trasera de la mansión, para así evitar los ojos indeseados de la gente, desapareciendo en su carruaje dentro de la fría noche.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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