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Heidi y el señor - Capítulo 98

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98: Capítulo 98 – Amor: El camino de un tonto – Parte 1 98: Capítulo 98 – Amor: El camino de un tonto – Parte 1 Editor: Nyoi-Bo Studio Nicholas caminó decisivamente por los largos pasillos del edificio del Consejo, sus pasos eran marcados y precisos mientras seguía al clérigo que lo llevaba a los aposentos del hombre a la cabeza del Consejo.

Cuando las puertas se abrieron, se podía ver a Reuben, el consejero principal, escribiendo algo en el pergamino de su escritorio.

Reuben miró a su clérigo antes de que sus ojos se posaran en el Señor Nicholas.

Era una hora intempestiva del día como para que el Señor hiciera su presencia tan temprano, en donde aún faltaban algunas horas para que el sol llegara —Buenos días, Señor Nicholas.

Llegas muy temprano para la reunión del Consejo.

El consejero principal vio a Nicholas tomar asiento enfrente de él.

—No he venido por eso.

¿Cómo van las cosas en Mythweald?

—preguntó casualmente el Señor de Bonelake, recostando su espalda contra la silla.

—Investigué lo que me sugeriste la última vez —puso el pergamino a un lado y apoyó ambas manos sobre el escritorio, en donde estaba el pergamino previamente, para decir luego—: Tu sospecha era correcta con respecto a la esposa de Norman.

—¿Así que sí?

—sonrió al saber lo que Reuben acababa de descubrir.

—Había enviado a dos de mis hombres a patrullar por las afueras de las ciudades de Mythweald.

Uno apenas regresó vivo, y el otro murió allí, según lo que la otra persona reportó.

Fueron atacados por brujas antes de que pudieran ir más lejos.

Y encontré esto —tomó un papel de la pila de papeles que descansaba a su lado derecho para entregárselo a Nicholas—.

Se dice que Norman no permite que nadie escriba nada sobre ella en los boletines de noticias, excepto por las cosas superficiales e irrelevantes.

No hay registros de su origen, ni fotos.

Esta fue adquirida recientemente.

—¿No es Silas Norman el hijo de ella?

Para ser una madre de alguien de veinte años, parece bastante joven —comentó Nicholas, devolviéndole el boceto al hombre sentado frente a él.

—Cierto.

El Señor Alexander ya está trabajando en el caso y, con el tiempo, necesitaríamos tu apoyo, Señor Nicholas.

—Por supuesto.

Estaría encantado de ayudar en cualquier momento —respondió, con su sonrisa comercial.

Era posible que Norman ya se hubiera aliado con las brujas.

No sólo le causaría problemas al Señor Alexander, sino también a él si es que dejaba que el hombre hiciera lo que quisiera, y Nicholas no quería que eso pasara.

Él creía que lo mejor era eliminar el problema de raíz antes de que pudiera propagarse por todos lados.

A él no le agradaba el señor de Mythweald.

El Señor Gyles Wastell, el señor de Woville, era tan bueno como un hombre inexistente que hacía su trabajo, y se limitaba a sí mismo, sin molestar a nadie más en los otros imperios.

Él era un hombre leal al Señor Alexander Delcrov, ya que fue él quien le consiguió el puesto.

Hace algunos años atrás, cuando el anterior Señor de Woville había dimitido, habían surgido conflictos de desintereses, e intereses por sobre quién tomaría el lugar.

El Señor Alexander, sin mucha dificultad, le había conseguido el puesto a un humano, que no era otro que el Señor Gyles, para así equilibrar a los líderes del imperio.

En realidad, no le agradaba ninguno de ellos, excepto el Señor de Occidente, porque era un vampiro fuerte y de sangre pura, al igual que él.

—¿Qué es lo que querías hablar?

—preguntó Reuben, quitándose los lentes que habían estado sobre su nariz todo ese tiempo.

La sonrisa en la cara de Nicholas fue desapareciendo, hasta que una expresión seria y tranquila se apoderó de su hermoso rostro.

—Con respecto a eso…

Estaba anocheciendo cuando Heidi recobró la conciencia después de regresar del Gran Baile que tuvo lugar en la mansión abandonada.

Al principio, no se dio cuenta de que ya estaba anocheciendo y creyó que apenas era mañana, hasta que vio desde su ventana el cielo azul tinta se volvía rojo y púrpura.

El sol se estaba poniendo, junto con el canto de los pájaros, el cual era reemplazado por los grillos.

Moviendo las sábanas de su cuerpo, se encontró con que tenía puesto el mismo vestido, y un suspiro de alivio salió por sus delicados labios.

Incluso con las horas de sueño que tuvo, su cuerpo se sentía exhausto y cansado.

Pero de todos modos se levantó de la cama, arrastrando los pies hacia el baño y haciendo correr el agua.

Mientras esperaba que el agua llenara, y volviendo a la habitación para recoger su ropa, Heidi se preguntó cuándo había regresado a la mansión Rune, ya que no recordaba haber viajado de vuelta.

Lo último que podía recordar era el quemante dolor que sintió en el cuello antes de caer inconsciente.

Se preguntaba si Nicholas la había traído a casa.

Yendo a pararse frente al espejo, se inclinó hacia adelante para poder mirarse el cuello, pero no encontró nada allí.

Su piel inmaculada estaba lisa, sin ningún indicio de los colmillos que le habían atravesado la piel la noche anterior.

Presionó sus dedos sobre su piel, mirando de nuevo el lugar en donde Nicholas la había mordido.

—No te encontrarás nada ahí —Heidi se dio la vuelta para ver a Nicholas parado en su puerta—.

¿Puedo?

Le pidió permiso para entrar, y al verla asentir con la cabeza, sus largas piernas atravesaron la habitación hasta donde estaba.

—Buenas noches —saludó Heidi.

Nicholas se inclinó hacia su costado para dejar un simple beso en su mejilla, y luego dijo: —Muy buenas noches para ti.

Dormiste más de lo que esperaba.

¿Te encuentras bien?

—preguntó, haciendo que el corazón de ella saltara dentro de su pequeño pecho.

La sonrisa que llevaba con él era radiante.

Se veía fresco, como el sol de la mañana que ella se había perdido.

Su atuendo era casual, y sus ojos la miraban perezosamente.

Parecían más oscuros de lo normal, sus ojos granates casi erab negros, incluso en presencia de la luz que pasaba por las ventanas.

—Sí…

—contestó ella.

Ella misma no recordaba cuándo fue la última vez que había dormido tanto, a excepción de los días en que cayó enferma de su salud.

Pensando en la noche anterior, preguntó—: ¿Tú me trajiste de vuelta a casa?

—Sí, lo hice.

El dolor debe haber sido demasiado para que lo manejaras —contestó, sentándose a un lado de su cama.

—Tú dijiste que dolería un poco Nicholas la miró con una mirada de disculpa.

—Mi error.

He oído que las uniones de almas son las más dolorosas, debido a los vínculos que tienen lugar.

Pareces conmocionada —comentó, viendo sus ojos muy abiertos y asombrados.

Ella abrió la boca y luego la cerró, sin saber qué decir.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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