Imperio Valeriano - Capítulo 100
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100: Capítulo 100 – Soledad (Parte 1) 100: Capítulo 100 – Soledad (Parte 1) Editor: Nyoi-Bo Studio Cati no estaba segura de si podría valerse de sus encantos para obtener la información de las brujas de parte de Silas después de la sugerencia de Malfo.
Aunque parecía que esa era su única alternativa, le incomodaba la idea, y mientras más lo pensaba, peor se sentía.
Era difícil digerir lo ocurrido en las últimas veinticuatro horas.
Había perdido a su último familiar, estaba presa en las celdas del Imperio del Sur, y Malfo era el hijo mayor del Señor.
No podía creer que las familias pudieran herir a sus seres queridos, aquellos con su misma sangre.
Miró algunas veces al hombre junto a ella.
Aunque tenía los ojos cerrados, dudaba que estuviera dormido.
El dolor y la angustia que experimentó durante el tiempo con su familia entristecía a Cati.
El dolor de perder a una madre, y que su padre fuera la causa, era algo que no lograba asimilar.
Era perturbador, tanto que le hacía preguntarse cómo podía un hombre hacerle algo semejante a la mujer que había prometido amar hasta la muerte.
Los hombres como él no merecían vivir, pero ahí estaba, viviendo una vida llena de lujos mientras causaba dolor a hombres y mujeres inocentes en su imperio.
El resto de la noche pasó en silencio, con su mano sujetando firmemente el pendiente de su cuello.
En la mañana, Cati y Malfo estaban cansados por la falta de sueño.
Malfo le había dado consejos acerca de cómo persuadir a Silas, pues conocía los hábitos y la naturaleza de su familia.
Después descubrió cómo aparecían los nombres en las tumbas cuando le preguntó a Malfo: —Tu tumba fue construida por orden del Señor Alejandro, pues moriste en la masacre junto con mi familia, pero ¿cómo aparecen los nombres de las víctimas cuando nadie los conoce?
Hacía tiempo que se planteaba esta pregunta.
—Creo que hay un poco de magia involucrada.
Inicialmente, cuando la existencia de las brujas acababa de ser revelada, las personas de diferentes imperios tomaron ciertos hechizos mágicos mediante negociaciones para beneficiar a sus territorios.
No creo que el nombre de la lápida aparezca en todos los imperios.
—¿Por qué no?
—Sólo el este y el sur no lo usan.
Déjame ponerlo así: considera que los imperios son cuatro personas diferentes con características diferentes.
Ahora recuerda que esto no es sobre todas las personas, sólo los Señores.
Años atrás, el Imperio del Oeste, guiado por el abuelo del Señor Alejandro, usó a las brujas para las bases de la mejora del imperio, como los nombres de las lápidas.
Al ver esto, el Señor del Norte, estando en alianza con él, hizo lo mismo.
El Señor del Este nunca se encargaba de la competencia, y se mantenía aislado, pero el Señor del Sur no, obviamente.
El orgulloso Señor del Sur no se atrevió a pedir ayuda a las brujas, y por eso nunca fueron asociados hasta ahora.
—¿Y qué sucede cuando ocurre algo como una masacre?
—Los entierran juntos en el bosque, como unos animales, y dejan que se pudran.
El Señor Norman entró con cuatro hombres.
Uno de ellos abrió la puerta y entró a la celda de Malfo.
El Señor Norman habló: —¿Dónde están los documentos, Malfo?
Mis hombres buscaron en la ubicación que dijiste, pero no encontraron nada.
—Tal vez no buscaron bien —dijo Malfo.
—¡Sé a qué juegas, y será mejor que me des los detalles correctos esta vez!
—Te dije que estaban ahí la última vez, antes de que enviaras a tus personas a perseguirme.
Es un documento viejo, así que no debería importar.
¿Por qué no nos dejas ir?
Ni ella ni yo somos útiles.
—Conoces bien la importancia del documento, así que di la verdad, pedazo de basura.
Tal vez deba acercarme a la mujer para obtener respuestas.
Malfo adquirió una expresión llena de odio.
—No te atrevas.
Ella no tiene nada que… —Vaya.
¿Te importa esta plebeya?
Al menos nos seráútil ahora —dijo el hombre.
Se volteó a uno de sus hombres y le dio una orden silenciosa.
Cati sintió que su cuerpo se ponía en alerta cuando el hombre entró en su celda.
Instintivamente se puso de pie e intentó alejarse, pero no podía ir lejos debido a la cadena.
—No sé dónde están los documentos.
Estuve muerto por años, maldición.
¿Esperas que sepa dónde están después de tantos años?
Malfo estaba frustrado y preocupado, pues el hombre había capturado a Cati, que no lograba liberarse.
—No me creas tonto, muchacho.
Estás tan vivo como cualquiera de nosotros.
Mis ojos no mienten.
Qué patético fingir tu muerte.
Ahora deja de mentir y devuélveme el documento —dijo.
El hombre comenzó a soltar las cadenas de Cati.
Catalina mordió la mano del hombre, enterrando con fuerza sus dientes en la carne y percibiendo un sabor metálico.
El hombre apretó con fuerza y golpeó el rostro de la chica con la mano.
Cati sintió que su mejilla se entumecía y su oído repicaba ante el impacto, sus músculos palpitaban y perdía los sentidos.
—¿No estás listo para hablar?
—preguntó el Señor en un tono aburrido—.
Viólala.
Cati sintió un nudo en el pecho.
Su mente se llenó de pánico y gritó con furia intentando alejar al hombre.
Antes de que el hombre pudiera desvestirla, Silas entró en la celda.
—Detente, Leroy.
Suficiente.
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