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Imperio Valeriano - Capítulo 102

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102: Capítulo 102 – Soledad (Parte 3) 102: Capítulo 102 – Soledad (Parte 3) Editor: Nyoi-Bo Studio La mansión de los Norman era tan grande como la del Señor Alejandro, pero tenía unos enormes muros que le hacían parecer una fortaleza.

Había guardias en todo el camino, y a Cati no le tomó demasiado tiempo entender que una persona sólo tendría tanta vigilancia si ocultaba algo precioso, o si era incapaz de defenderse por sí sola.

Las paredes eran grises y blancas, había estatuas de mármol en el jardín, y al entrar sintió que estaba en un enorme castillo.

Había escaleras a cada lado del salón principal que subían al siguiente piso, en el que había muchas puertas.

Un enorme candelabro guindaba del techo y producía luz brillante.

Malfo le había pedido que escapara, pero no pudo hacerlo, pues estaba rodeada de guardias, y ese hombre, Leroy, era enorme y musculoso.

Si quería escapar, debería esperar el momento oportuno.

Tres semanas habían pasado y aún quedaban dos antes del final del periodo de prueba.

—Catalina —escuchó a Silas, que se acercaba con una sonrisa—.

Puedes irte, Leroy.

Creo que no he sido un buen anfitrión, por lo que decidí traerte a un lugar más cómodo.

Sígueme.

Cati le siguió tímidamente.

Al detenerse ante una habitación específica, Cati notó que una mucama pelirroja se acercaba a toda prisa a abrir la puerta.

—Este será tu dormitorio.

Y ella te asistirá en la mansión —explicó Silas señalando a la mucama, que miraba al suelo—.

Espero que te guste la habitación, aunque no importa, porque pronto compartiremos mi cama.

Si no te gusta, puedo hacer que la cambien —dijo.

Cati no había pronunciado palabra.

Al notar su renuencia, Silas le indicó a la mucama que los dejara solos.

Cuando la mucama se marchó, Cati retrocedió ante el hombre, que había avanzado hacia ella.

—¿Sabes cuánto tiempo esperé para tenerte aquí?

Tantas noches sin dormir intentando encontrarte, pero aquí estás.

Te daré todo lo que pidas y te haré feliz aquí—dijo cerrando la distancia entre ellos y llevando su mano hacia la cintura de Cati con intención de besarla, pero Catalina se alejó y le dio una palmada en el rostro.

Silas sujetó su muñeca y le torció el brazo.

Entonces sujetó su rostro con fuerza, haciendo que le dolieran las mejillas.

—¡No me toque!

—Sabía que eras tremenda y necesitarías algo de entrenamiento.

No te preocupes.

Cuando termine mi trabajo, convertiré tu desobediencia en disciplina.

Pronto te tendré a mis pies —advirtió con una sonrisa tensa—.

Sé buena y sigue las reglas.

De esa forma, no tendrás nada de qué preocuparte.

No olvides que no tienes escapatoria, Cati.

Con eso, salió de la habitación.

Al quedarse sola, Cati sintió que sus piernas fallaban y cayó al suelo.

Cerró los ojos y respiró profundo para calmarse.

Tenía que ser fuerte.

Fuerte para las personas que había perdido, y para ella misma.

La noche anterior, Malfo le había aconsejado usar sus encantos femeninos, pero sentir las manos de cualquier hombre que no fuera Alejandro le hacía temblar, y no en el buen sentido.

No había escuchado a la mucama, que entró a informarle que cenaría en el comedor con los Norman.

En este momento, lo que más necesitaba era espacio a solas.

—No me siento bien hoy.

¿Sería posible que cene aquí?

—preguntó.

—Lo siento, señorita, pero el Señor Norman me dio órdenes estrictas de que baje a cenar esta noche.

Si no lo hace, estaré en problemas —dijo claramente preocupada.

—Está bien —accedió Cati al notar su preocupación—.

¿Cuál es tu nombre?

—Es Judith, señorita.

Cuando Cati notó su tensión, añadió: —No debes temerme, Judith.

Puedes hablar libremente.

Intentó ser amigable con la mucama, que se sintió más relajada y sonrió.

Como le habían pedido, Cati fue a cenar con el Señor Norman y Silas.

Aparentemente, la madre de Silas estaba de viaje y llegaría al día siguiente.

Por ende, ellos eran los únicos en la mesa.

Cenar de esta forma, después de tanto tiempo, le recordó a Cati su estadía en Valeria.

Sylvia y Elliot siempre hablaban de algo en la mesa, mientras el Señor Alejandro los ignoraba como a niños.

Incluso extrañaba al mayordomo.

El sueño le resultaba escurridizo pues los pensamientos acerca de Malfo y Rafa aparecían en su mente de forma constante.

La escena se repetía una y otra vez cuando cerraba los ojos.

Al día siguiente, no había hecho nada más que permanecer en “su” habitación.

Durante la noche, cuando Judith la ayudaba con su vestido, le preguntó: —¿Puedo hacerle una pregunta, señorita?

—Sí—confirmó Cati, sujetando el poste de la cama.

—Disculpe mi intrusión, pero ¿por qué rechazaría una señorita como usted a un hombre de clase alta cómo el Señor Silas, cuando la mayoría de las mujeres de Mythweald intentan ganar su atención?

—No es de mi tipo —replicó Cati, intentando contener la conversación.

No sabía si el Señor Silas le había instruido espiar.

—Ya veo.

Pero no es menos que un príncipe azul —insistió la mucama—.

Listo.

—Gracias, Judith.

Nunca había esperado a un príncipe azul.

Esperaba a su rey.

Antes de la cena, Cati fue informada de que la esposa del Señor Norman los acompañaría.

Cuando preguntó por la mujer, la mucama le sugirió que fuera cuidadosa e intentara mantener un buen comportamiento, pues la Señora del imperio no era indulgente, y resultaba aterradora.

Cati entró al comedor cuando el hombre de guardia abrió la puerta, y notó que el Señor Norman, Silas, y la Señora ya estaban sentados.

La mujer estaba sentada de espaldas hacia ella, y sólo pudo ver su cabello dorado, que caía como una cascada sobre su espalda.

Al ver que el mayordomo ya había seleccionado su asiento justo frente a la Señora, Cati fue a sentarse.

Cuando miró a la Señora del Sur, sintió que se le escapaba el aire.

No podía creer lo que veía.

Su corazón golpeaba con fuerza su pecho.

Debe ser coincidencia, pensó, intentando mantener la calma.

La mujer tenía los ojos más azules que jamás hubiera visto, y al verla sonreír, sintió que se le iba la sangre del rostro.

Era la muñeca de la casa del Señor Weaver.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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