Imperio Valeriano - Capítulo 103
103: Capítulo 103 – Eventualmente (Parte 1) 103: Capítulo 103 – Eventualmente (Parte 1) Editor: Nyoi-Bo Studio Cati dejó sus manos en su regazo mientras las mucamas servían la comida.
Su piel se cubría de escalofríos y hacía puños firmes para evitar que alguien lo notara.
—Catalina, permíteme presentarte a mi madre, Ester —escuchó que Silas anunciaba.
Sin mostrar su sorpresa, Cati sonrió amablemente al saludar a la Señora.
—He escuchado mucho sobre ti.
Es un placer conocerte finalmente —habló Ester con voz amable.
Cati se preguntaba si Silas había hablado de ella, pero su duda fue despejada rápidamente.
—Mi esposo me dijo que el Señor de Valeria sentía interés en una humana, y me causó gran curiosidad, en especial debido a los rumores que circulan en la élite.
Durante mi regreso escuché cosas realmente interesantes.
—¿Y qué cosas son esas, Señora Norman?
La Señora, que sostenía sus utensilios, miró a Cati con una sonrisa.
—Paciencia.
Pronto te alegrará que las criaturas nocturnas se hayan alejado de nosotros —dijo la mujer antes de tomar un bocado.
—Nunca se debió confiar en él —dijo el Señor Norman riendo—.
Era, y es, un cínico, siempre lo ha sido.
Dirigiéndose a Cati, continuó: —¿Crees que tiene emociones?
Las criaturas nocturnas son seres sin corazón ni sentimientos.
Un ser muerto, egoísta.
—Por supuesto, cariño.
No son como nosotros, los humanos.
No deberíamos asociarnos con ellos —agregó la Señora posando su mano en el brazo de su esposo.
Cati sentía que le picaba la lengua.
Quería replicar, pero al abrir la boca, sintió que Silas sujetaba con fuerza su brazo.
Hizo que la soltara.
Confrontarlos no sería beneficioso, y lo único que podía hacer era aprovechar el tiempo para descubrir la verdad y las mentiras en este lugar.
Mientras cenaba, no pudo evitar sentir repulsión ante la conversación de los Norman.
Había notado que la Señora afirmaba ser humana, por lo que dudó acerca de la muñeca de la casa del Señor Weaver.
Cierto, su sonrisa aterrizaba a Cati, pues le recordaba la horrible experiencia que vivió en esa casa, pero además de eso, la forma en la que se comportaba parecía bastante normal.
Tal vez se había equivocado, pensó.
La muñeca parecía mucho más joven.
¿Tal vez una bruja había imitado sus rasgos?
Después de todo, era una mujer hermosa, a pesar de ser mayor.
Silas la acompañó a su habitación y, al llegar, le deseó buenas noches antes de continuar su camino.
Cati sentía que su mente iba a toda velocidad analizando las posibles acciones.
Ahora que estaba en la mansión, tenía que comenzar a buscar las pistas que llevarían a conseguir respuestas, pero si la Señora Norman era una bruja y no humana, como todos pensaban, averiguar algo en su presencia sería difícil.
Un día, toda la familia salió, dejando a Catalina sola en la mansión bajo la mirada atenta de Leroy.
No todos conocían su pasado, cómo y cuándo había llegado a la mansión, a excepción del Señor Silas, que se había interesado en ella.
Aprovechando la oportunidad abierta por la ausencia de los Norman, se quejó ante Judith, la mucama de la que se había hecho amiga, acerca de lo aburrida que estaba en su habitación, y sugirió un recorrido guiado de la mansión al que la mucama accedió de inmediato.
—¿Qué son estos?
—preguntó Cati mirando los tallos con flores rojas al recorrer el jardín de la mansión.
La mucama le explicó: —Es una planta muy inusual, Señorita Catalina.
Tiene propiedades curativas.
La Señora Ester se encarga del jardín de la mansión, y ha estado cultivando estas para los aldeanos —dijo con una expresión triste—.
Debe haber escuchado de las muertes que han estado ocurriendo en el imperio… Hace años que las enfermedades se han ido difundiendo por el territorio.
Ha tenido la amabilidad hacia la gente del imperio de proveer estas para su rápida recuperación.
—¿Pero eso no es lo que cualquier Señor y Señora haría por su gente?
—comentó Cati de vuelta en la mansión.
—Tiene razón, señorita, pero la Señora Ester ha sido muy generosa todos estos años.
Va a la aldea a ver cómo están todos en lugar de enviar a alguien, les da comida y refugio.
Cati murmuró a modo de respuesta.
Al fijarse, notó que el guardia, Leroy, ya no estaba con ellas.
—¿Sabe de música?
Déjeme mostrarle el cuarto de composición del joven maestro —dijo Judith guiando a Cati por las escaleras—.
Esta área de la mansión corresponde al Señor Silas, y es muy particular acerca de sus invitados, pero sabiendo que usted le gusta, no debería haber problema.
¿Quién sabe?
Tal vez me agradezca por mostrarle sus intereses —comenzó la joven.
Cati sonreía de forma tan tensa que sentía dolor en las mejillas.
Según había escuchado, la mucama no tenía más que alabanzas para los Norman, incluyendo al Señor.
Cuando preguntó acerca del hijo mayor de los Norman, la mucama no parecía conocerlo.
En cambio, dijo: —El Señor Silas es el único hijo de los Norman.
Esto no tenía sentido, pues Judith mencionó que su familia había trabajado para los Norman por cuatro generaciones.
Cuando llegaron a la habitación, el mayordomo llamó a la mucama, que tenía trabajo pendiente.
Judith se marchó, no sin antes decir que volvería pronto.
Era un espacio grande y vacío en su mayoría, a excepción de un gran piano ubicado en el centro, con algunas partituras.
Cati salió del cuarto de composición y se dirigió a otra puerta.
Al ver que no había nadie alrededor, giró la perilla y entró, sintiendo que su visión disminuía momentáneamente.
A diferencia de la habitación anterior, esta tenía una decoración rústica de madera y parecía no haber sido usada en años.
Notó que había una cama en el extremo opuesto, y un espejo roto junto a ella.
Las ventanas estaban cubiertas de telarañas.
No le tomó demasiado tiempo entender que esta habitación había pertenecido al hijo mayor, Malfo.
Había un portarretratos en el escritorio y Cati lo levantó, lo limpió con su vestido y vio a una mujer sonriente que abrazaba a un niño.
Su madre era hermosa.
Cati se preguntó cómo el Señor Norman haría algo tan horrible a su adorable esposa.
Se casó con la Señora Ester tras la muerte de su primera esposa.
¿Habría Ester tenido algo que ver con esto?
Le resultó sospechoso: la sucesión de eventos no podía ser coincidencia.
Tal vez la Señora Ester era una bruja que manipuló al Señor Norman y se aprovechó de él.
Parecía que les habían lavado el cerebro a las mucamas, y no pensaban nada negativo acerca de la familia.
Ni la más minúscula queja o defecto.
¿No era extraño?
Y la mujer era demasiado buena para ser verdad.
Su expresión no concordaba con sus palabras.
Era una teoría posible.
Su primo le había hablado de posibles respuestas, pero ¿y si quería decir que la Señora Ester era la respuesta a todo?
Suspirando, miró a su alrededor y encontró un piano en la esquina que casi había logrado pasar desapercibido.
Las teclas estaban ennegrecidas, y al presionar una de las blancas, un tono resonó.
—Malfo Crook y sus misterios —pensó Cati mirando los objetos en su habitación.
Frunció el ceño al notar dos cadenas de patrones similares con un círculo que tenía un triángulo en su interior.
Escuchando voces en el corredor, Cati tomó las cadenas y las escondió en su vestido antes de salir.
Esperando que esta vez no fuera como cuando entró en la biblioteca, regresó al cuarto de composición donde la mucama la había dejado.
Cuando Silas entró, sus ojos parecieron a punto de salirse de las órbitas, y pronto la ira cubrió su rostro.
—Judith dijo que podía venir… —¡Sal de aquí!
—interrumpió Silas.
La furia brillaba en sus ojos grises.
—Lo siento —dijo Cati con una reverencia antes de dirigirse a su habitación.
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