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Imperio Valeriano - Capítulo 104

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104: Capítulo 104 – Eventualmente (Parte 2) 104: Capítulo 104 – Eventualmente (Parte 2) Editor: Nyoi-Bo Studio No sabía qué le sucedió a Silas, pero le alegraba haber regresado a su habitación.

Tras cerrar la puerta, Cati sacó la cadena con el pendiente y los observó en la luz, preguntándose qué hacían ahí.

Malfo no lo supo hasta hacía pocos días.

Se mordía el labio, perdida en el pensamiento, cuando escuchó que la llamaban a conocer a la familia del Señor Norman.

—Es una joven hermosa.

Felicidades, Silas —escuchó que decía un hombre.

Cati permanecía en silencio junto a Silas.

Cuando intentó hablar, Silas le dio un fuerte pellizco para indicarle que se mantuviera callada.

La amenaza del Señor Norman en la celda permanecía presente y retumbaba en sus oídos.

El miedo se sentía como una bestia que recorría su piel.

—Y yo estaba preocupada de que el Señor no la aceptara, pues pertenecía a una sociedad diferente —señaló una mujer, haciendo que la Señora Ester sonriera.

—Mi esposo nunca tomaría en cuenta la posición de otra persona.

Siendo Señor y Señora, debemos ofrecer un ejemplo a nuestra gente.

Este comentario hizo que Cati arqueara las cejas de forma exagerada, por lo que pronto sintió otro fuerte pellizco.

Le miró con desprecio, y Silas le devolvió una mirada de advertencia.

—¡Tus padres no son más que un fraude!

¡Deberían servir como ejemplo de falsedad!

—estalló cuando los Norman salieron a despedir a sus familiares.

—Baja la voz, mujer —espetó Silas.

—¡No lo haré!

¡No soy tu prometida!

¿No accedí!

—Olvidas que hay cargos en tu contra.

En cualquier lugar del imperio, las brujas son tratadas con amabilidad, lo que ya debes saber.

En especial las personas del sur, que no son nada indulgentes —dijo Silas con una sonrisa arrogante.

—No soy bruja, y sabes muy bien quién sí lo es.

Silas la miró con desdén.

—¿Qué quieres decir?

—preguntó escéptico.

—¡Quiero ir a casa!

De inmediato —concluyó Cati con firmeza.

—¿Casa?

—dijo el Señor Norman, acercándose—.

Escuché que tu familia falleció hace meses.

Creo que este es tu hogar.

—Quiero irme al Imperio del Norte.

Es una tierra humana como Mythweald, así que no debería hacer problemas.

La Señora Ester se burló.

—Querida, ¿planeas escapar al Señor de Valeria?

—preguntó sonriente.

—¿Y qué si ese es el caso?

—replicó Cati con tono desafiante.

—Las niñas como tú son tontas.

Desperdician la vida en algo tan inútil y actúan de forma apresurada, sin escuchar la opinión de los mayores.

Las élites siempre eligen a parejas potenciales del mismo círculo.

¿No sabes cuán considerados hemos sido al abrir nuestro hogar para ti?

—¿Cuál es el punto?

—preguntó Cati.

La Señora llamó al mayordomo y le pidió que trajera el periódico.

—Léelo en tu tiempo libre —dijo entregando a Cati el diario antes de marcharse con su esposo.

Cati observó el papel en sus manos.

Al leer el titular, sintió un golpe en el pecho: El Señor de Valeria se ha comprometido con la Señorita Barton.

El Señor Alejandro finalmente se ha comprometido con la Señorita Carolina, la hija del empresario Barton.

La pareja decidió casarse el mes próximo, una vez concluido el periodo de prueba.

Esta también será una tregua entre los humanos y los vampiros… Cati dejó de leer y miró la foto del Señor Alejandro con la Señorita Carolina.

Se abrazaban íntimamente, y ella tenía un anillo en el dedo.

Cati respiró cuidadosamente.

Sentía ardor en sus ojos.

Reprimía las lágrimas con todas sus fuerzas.

Sin otra palabra, regresó a su habitación y se encerró.

Estaban comprometidos.

El Señor Alejandro.

Todo este tiempo, mientras Cati estaba en el Imperio del Sur, no intentó ni una vez enviarle un mensaje.

Le prometió que vendría a visitarla, pero habían pasado tres semanas y no mostró señales.

—Ale…—murmuró.

Una lágrima traicionera rodó por su mejilla.

Podía sentir que se quebraba.

Estaba sola, y la soledad la consumía en su batalla.

Se iban a casar.

Recordó algo que había dicho Dorothy: —Escuché que el Señor Alejandro se comprometerá con la Señorita Carolina.

No, no lo creería hasta verlo por sí misma.

No a menos que las palabras vinieran de la boca de Alejandro.

De pronto, Cati recordó que, antes de irse al Imperio del Sur, Alejandro le había pedido un favor.

No, no un favor.

Algo que tenía que hacer si las cosas empeoraban.

—Si las cosas empeoran, quiero que uses esto —indicó tomando el colgante del cuello de Cati, que miró hacia abajo y vio la piedra azul.

—No era sólo un pendiente, ¿cierto?

—preguntó.

Alejandro, con una sonrisa, respondió: —Me alegra que descubras mis pensamientos.

Abrió el medallón y encontró un pétalo de rosa.

—Esto… Cati miró el pétalo azul, de las rosas favoritas de Alejandro.

—Quémalo por mí—dijo el Señor alejando el cabello del rostro de la chica—.

¿Puedes hacerlo?

—Sí.

Ahora intentaba abrir el medallón con sus dedos, pero no podía.

Intentó con más fuerza y recorrió el borde con sus uñas.

Salió de la cama y buscó algún objeto afilado en las gavetas, pero no encontró más que horquillas de cabello.

¿Cómo podría quemar el pétalo si no lograba sacarlo?

Exclamó exasperada y volvió a intentarlo.

De pronto se le ocurrió una idea y sacó la cadena que tomó de la habitación de Malfo, que había ocultado bajo la cama.

El dije era liso y afilado, y le sirvió para abrir el medallón.

Tomó el pétalo con cuidado y lo arrojó a la chimenea, viendo cómo ardía hasta convertirse en polvo.

Regresó a la cama y vio las dos cadenas, una sobre la otra.

Sintió que algo encajaba cuando vio cómo se entrelazaban.

Nunca fue un triángulo, y no tenía nada que ver con un triángulo: siempre fue un pentagrama.

El libro hablaba de cinco lados, los necesarios para formar un pentagrama.

—Uno de la oscuridad, uno de la luz, uno del inocente, y uno de la bruja.

¿Cuál es el otro?

—se preguntó—.

Y si oscuridad y luz se refiere a las brujas, ¿por qué menciona bruja otra vez?

Fue junto a la ventana e intentó mirar la aldea, pero sólo lograba ver una parte.

Durante todo este tiempo, las brujas habían estado llevando a cabo masacres, pero esta vez parecía que planeaban algo grande y destructor.

Mientras pensaba, escuchó un aleteo fuera de su ventana que la sorprendió.

Intentó encontrar al ave responsable, pero un murciélago voló hacia ella, se detuvo en la ventana, y soltó un pequeño pergamino antes de desaparecer entre los árboles.

Se apresuró a levantar el pergamino y lo abrió para ver el mensaje en su interior: Te veo pronto.

EI.

Escuchó que llamaban a la puerta y lanzó el pergamino a la chimenea antes de ocultar de nuevo las cadenas.

—¿Señorita Catalina?

—escuchó que llamaba la mucama.

Finalmente abrió la puerta con una sonrisa.

—¿Qué sucede?

—preguntó como si nada.

—El joven maestro dijo que no había cenado, y me pidió que le trajera la comida —dijo empujando el carrito.

Leroy también había venido.

—Qué considerado.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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