Imperio Valeriano - Capítulo 106
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- Capítulo 106 - 106 Capítulo 106 – Secreto sin compartir Parte 1
106: Capítulo 106 – Secreto sin compartir (Parte 1) 106: Capítulo 106 – Secreto sin compartir (Parte 1) Editor: Nyoi-Bo Studio Cati sentía que nada existía en brazos de Alejandro.
Cerró los ojos sintiendo paz después de un largo tiempo.
Al alejarse, notaron que la lluvia no tenía intención de detenerse.
El silencio resultaba tranquilizador y las gotas sonaban al golpear el terreno y las paredes.
—Recibí la nota de Elliot.
¿También está aquí?
—Elliot no vino conmigo, pero está en la aldea con Sylvia.
Llegaron a Mythweald hace dos días.
—¿Sí?
No vinieron por asuntos oficiales, ¿o sí?
Alejandro asintió.
El Señor notó que la joven descubría los detalles sin necesidad de muchas explicaciones.
Aún quedaba una semana del periodo de prueba, por lo que los vampiros y humanos en otros territorios se mantenían alerta.
Cati se preguntaba cuánto tiempo había pasado desde que Silas abrió el pasadizo.
Le pidió que regresara en una hora, lo que significaba que permanecería en la mansión.
Si el Señor Alejandro se la llevaba, esto traería conflictos entre los vampiros, los humanos y el Concejo.
Cati recordó que tenía algo que decir: —¿Recuerdas cuando fui a la casa del Señor Weaver, y hablé de una muñeca que se movía?
Creo que es la Señora Ester.
Creo que es una bruja.
Alejandro sonrió.
—¿Lo sabías?
—Tenía sospechas —confirmó el Señor llevando su mano a su bolsillo—.
Le pedí al Señor Tanner que lo investigara cuando fuimos al teatro.
Trabaja para el sur y el norte como colector de impuestos.
Tener a alguien que conozca las tierras y a los Señores hizo que fuera más fácil entender la situación y los escenarios.
La esposa del Señor Norman jamás ha asistido a eventos o a las reuniones del Concejo.
Nunca ha habido fotos de ella en el periódico de nuestras tierras, ni siquiera en el de Mythweald.
—Pero se presentó esta noche.
Estaba ahí cuando fui al salón.
—¿Estaba en el salón hablando con los invitados?
—preguntó el Señor.
Cati se dio cuenta de que no había encontrado a la Señora Ester en el salón: apareció tras ella.
Entonces lo miró y negó con la cabeza.
—¿Y si está aquí?
¿No… Alejandro la interrumpió con un dedo.
—Mientras esté aquí, no tienes que preocuparte por nadie ni nada.
Silas se asegurará de que sus padres se mantengan ocupados, aunque no sé por cuánto tiempo —dijo retirando el dedo de la boca de Cati—.
Sé que tienes muchas preguntas, pero tenemos poco tiempo.
Por ahora, puedes confiar en Silas.
¿Pero qué recibía Silas?
Según había visto, el hijo más joven del Señor Norman era igual a sus padres.
Cati se estremeció con su ropa mojada.
—Vamos de vuelta —dijo el Señor notando que tenía frío.
Había perdido peso, pensó.
—¿Cuándo te volveré a ver?
—preguntó Cati ansiosa de vuelta en el pasadizo.
—Más pronto de lo que esperas —respondió Alejandro—.
Lamento lo que le sucedió a Rafa.
Si pudiera, lo habría ayudado.
Lo llevé a Valeria.
—Gracias.
Cati estaba triste.
Sintió que Alejandro tomaba su mano cuando llegaron frente a la torre.
—Hay algunas cosas que no podemos predecir, pero podemos tomar medidas en cuanto a otras.
Lo que ha sido posible, lo has hecho bien, Catalina.
No creas lo contrario —dijo apretando su mano—.
Buenas noches, querida.
Se despidió con un suave beso en su mejilla.
Los ladrillos desaparecieron para abrir el camino de vuelta al interior.
Con las gotas aún cayendo del cielo, Cati entró antes de girar a ver a Alejandro, que ya había desaparecido.
Cuando el baile terminó, algunos invitados se quedaron, mientras otros abandonaron el imperio.
Cati no se molestó en cerrar la ventana mientras llovía, por lo que las pequeñas gotas de agua caían en el suelo.
Se sentía segura sabiendo que el Señor Alejandro estaba en Mythweald.
Quería hablar con Silas; realmente, tenía preguntas para las que quería respuestas.
En lugar de pedirle a una de las mucamas que llamara al joven Señor, Cati decidió salir a buscarlo.
No creía en las mucamas, pues eran demasiado leales a los Norman, y no sabía por qué, pero algunas veces, Judith parecía darle información a la Señora Ester acerca de lo que ella hacía, aunque había sido asignada por Silas, y tener cuidado no podía ser malo.
Las velas estaban apagadas, los corredores oscuros.
Se aseguró de que o hubiera nadie alrededor y tocó la puerta del dormitorio de Silas.
Cuando abrió la puerta, a diferencia de otras ocasiones, no parecía molesto o irritado.
Como si la hubiera estado esperando, abrió la puerta para dejarla entrar y luego la cerró con llave.
Lista para hacer preguntas, Cati intentó hablar, para verse interrumpida por un fuerte halón de Silas.
—¡¿Qué haces?!
Silas le indicó que guardara silencio mientras veía la puerta.
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