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Imperio Valeriano - Capítulo 108

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  3. Capítulo 108 - 108 Capítulo 108 – Secreto Sin Compartir Parte 3
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108: Capítulo 108 – Secreto Sin Compartir (Parte 3) 108: Capítulo 108 – Secreto Sin Compartir (Parte 3) Editor: Nyoi-Bo Studio —Malfo ya conocía su destino cuando entró a Mythweald.

El día que entraste a la biblioteca, Malfo me contactó de nuevo.

Cati recordó que Malfo la había dejado abruptamente en la iglesia cuando ella mencionó aSilas.

—Me pidió que lo asesinara —reveló.

Cati sintió un nudo en el pecho.

—¿Qué?

Pero…¿por qué?

¿Por qué alguien pediría la muerte?

—Ya perdía la fuerza y la compostura.

Ester, siendo bruja, había lanzado hechizos en el imperio para asegurarse de que nadie entrara sin ser visto.

Incluso si no era asesinado, su cuerpo no sería más que cenizas en una semana.

—Rafa no tenía nada que ver —dijo Cati—.

¿Decidieron que él también fuera un sacrificio?

—No mentiré cuando digo que sí usé a Rafa para intentar asesinar al Señor de Valeria, pero no hice nada con respecto a su muerte.

Lamento tu pérdida —explicó Silas.

Cati no dijo nada.

Desde que Silas era joven, creyó en Malfo y lo siguió sin dudar.

Cuando su hermano desaparecía en la noche, sin decir palabra, y lo dejaba solo, se sentía triste y abandonado.

Con el tiempo, esta soledad se transformó en ira hacia el que pensó que lo había abandonado.

No ayudó que, durante este tiempo sin su hermano, sus padres lo enseñaron a ver las cosas desde su perspectiva.

Fue sólo tras la muerte de su hermano que se dio cuenta de lo inútil que era aferrarse a su ira y obstinación.

Después de primero, nunca quiso involucrar a su hermano, pero el incidente fue lamentable.

Los aldeanos y otros que habían viajado eran simples personas con vidas insignificantes para la clase alta y los Señores.

Él sabía que no le sentaría bien a la joven escuchar que, para lograr el cambio, era necesario hacer algunos sacrificios que incluían la vida de algunas personas, incluyendo a su hermano.

Era una mujer interesante, pero él no era la clase de persona que roba la mujer de otro.

No cuando se trata de un Señor.

Las amenazas que le hizo caían en saco roto, sólo servían para fingir frente a otros.

El pasadizo era como un túnel interminable.

Voltearon y comenzaron a caminar de regreso.

Cati bostezó, jugando inconscientemente con el collar.

Así que la Señora Ester era una bruja y el Señor Norman no lo sabía, pues la amaba demasiado.

Malfo le había pedido a Silas que lo asesinara, pensó.

¿Se había cansado de su vida?

¿O sus recuerdos del tiempo en el sur le resultaban tan abrumadores que decidió acabar con su tiempo?

—¿Dónde encontraste eso?

—preguntó Silas mirando el pendiente que Cati sostenía.

—¿La piedra?

Fue un regalo.

—¿El Señor Alejandro?

—Sí.

Silas murmuró.

Antes de llegar al final del pasadizo, Cati detuvo a Silas.

—Espera —dijo sacando las cadenas de su bolsillo—.

¿Sabes qué es?

Con la emoción de ver a Alejandro, olvidó mencionar su descubrimiento.

—Los símbolos de la masacre —respondió Silas con firmeza.

Vio que movía los dijes antes de mostrarle la nueva figura.

—Los cinco lados de la masacre —dijo.

Parecía que había visto un fantasma.

—Eres rápida —murmuró.

—Gracias, pero has leído sobre pentagramas, ¿cierto?

—preguntó Cati.

Silas asintió.

—Leí todo lo que pude acceder.

Aunque no fui muy atento.

—El libro decía algo acerca de los cinco lados, que eran sangre de la luz, sangre de la oscuridad, sangre del inocente, y sangre de la bruja —dijo Cati contando con los dedos.

—Y la luna.

Ese es el quinto lado del pentagrama —concluyó Silas.

Al mismo tiempo, Cati escuchó una campana en la salida.

Su corazón dio un vuelco.

—¿Qué es eso?

—Hay alguien en la puerta —dijo Silas seriamente antes de abrir y cerrar la entrada—.

En lugar de sogas, la campana está conectada a una tela de araña.

Cuando se rompe, la campana suena y la araña la teje de nuevo.

Duerme aquí esta noche.

Esa noche, Cati no durmió mucho.

Se despertaba cada tanto y encontraba a Silas sentado frente a la chimenea.

No se había movido mucho y parecía perdido en un pensamiento.

Al otro lado de la tierra de Mythweald, Elliot y Sylvia estaban en una tienda abierta a media noche que servía comida y bebidas a los viajeros.

Se habían vestido como plebeyos y, para acentuar el disfraz, Sylvia rompió la manga de la camisa de Elliot.

Fingían ser marido y mujer frente a las personas mientras conversaban.

Elliot, siento tan encantador, había reunido a una multitud.

—Hermosa, ¿no?

—exclamó un hombre dando una palmada a Elliot, tan fuerte que hizo que derramara su bebida.

—Mi hermosa esposa —dijo Elliot con una sonrisa y un brillo travieso en los ojos, plantando un beso en la mejilla de Sylvia.

—¿No estás muy metido en el papel?

—susurró Sylvia.

—¿Te parece?

¿Sabías que quise ser actor cuando niño?

Siendo hijo único, mi padre quiso que hiciera algo útil —comentó Elliot—.

Quiero decir, ¿por qué no dejar que un niño haga lo que quiere?

—¡Tiene toda la razón, señor!

—dijo otro hombre posando su copa en la mesa—.

Sólo si… El hombre murmuró por un rato antes de aclarar su mente.

—¿A qué se dedica?

—Construyo casas —respondió Elliot.

Pronto, todos comenzaron a hablar de sus labores.

Cuando salieron de la taberna hacia su posada, escucharon un ruido entre las ramas de un árbol y vieron que caía un pergamino.

—¿Qué sucede?

—preguntó Sylvia.

—Por fin llegó el momento.

Elliot miró la luna, que había pasado de ser blanca a naranja.

—Mañana comenzamos nuestro trabajo —declaró Sylvia.

—Correcto.

En la noche —confirmó Elliot.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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