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Imperio Valeriano - Capítulo 111

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111: Capítulo 111 – Bruja Oscura (Parte 1) 111: Capítulo 111 – Bruja Oscura (Parte 1) Editor: Nyoi-Bo Studio Leroy empujó a una renuente Cati al costado junto con otro guardia, sujetándola a la silla con una soga.

Sintió que la soga que enterraba en su piel, dejando marcas incómodas.

Sintió que abría la boca, sus ojos ansiosos posados en Alejandro mientras su mirada se dirigía a la pared que tenía al frente.

Cuando los miembros del Concejo se fueron, diciendo que vendrían al día siguiente, la Señora habló: —¿No te alegra, cariño, estar finalmente con tu amado?

Su tono llevaba una ligera burla.

Cati y Alejandro permanecieron en silencio.

Escucharon pasos que se acercaban y pronto apareció el Señor Norman.

—Señor Alejandro —saludó, alegre—, espero que nuestros servicios resulten de su agrado.

Le he pedido a mi gente que cuide de usted con esmero.

Una sonrisa apareció en el rostro de Alejandro.

—Gracias, Señor Norman.

Aprecio su hospitalidad, pero no tiene que preocuparse.

Estaré bien sin ella.

—Siento que finalmente puedo dormir en paz al verte en este estado.

Pareces de buen humor, extraño para alguien que irá a juicio y ejecución —comentó el Señor Norman.

—Debe haberlo heredado de su madre.

Ella también era extraña.

Sonreír mientras ardía.

Al escuchar a la Señora Ester hablar de su madre, los ojos de Alejandro ardieron pro un instante.

—Tu madre era egoísta y mojigata, pensando que era mejor que nosotras, y mira en qué se metió.

Tal vez, si nos hubiera escuchado, seguiría viva, pero mira lo que sucedió.

Y aquí estás tú, siguiendo su camino —dijo Ester con un tono decepcionado —.

Listo para la ejecución… El Señor Norman llamó a Leroy, que vino al frente.

Elevó su mano y golpeó a Cati, nublando su visión antes de que el dolor se esparciera por tu mejilla y mandíbula.

Al ver que Alejandro no reaccionó, el Señor Norman habló: —¿Sabes qué es lo especial de los castigos de Mythweald?

Tomó un martillo del suelo y lo entregó al guardia.

—No creo que me interese —dijo Alejandro manteniendo la compostura, como si la pregunta se hubiera referido a su té favorito.

—Insisto.

Cuando Cati vio que el guardia se dirigía a Alejandro, comenzó a sudar ante la expectativa.

El Señor del Sur tomó clavos que habían estado en la mesa.

—Te encantará.

El guardia apoyó la punta de un clavo contra el brazo de Alejandro, amarrado a la silla, y lo golpeó con el martillo, haciendo que Alejandro gruñera de dolor cuando el clavo perforó su piel.

Uno tras otro, desde su antebrazo hasta la palma de su mano, el guardia enterró los clavos.

Luego se arrodilló y usó otros dos clavos en los pies de Alejandro.

—¿Cómo se siente?

Estos son especiales para vampiros.

Sumergidos, y hechos con, agua bendita.

Tienen propiedades especiales que les permitirán desintegrarse y fundirse en tu piel.

Pronto, el dolor y la agonía te sobrecogerán, apagando tus poderes vampíricos.

Es una sensación que jamás olvidarás.

—¿Por qué?

¿También los tuviste en tu piel?

—se burló Alejandro.

El Señor Norman lo amenazó: —Sigue hablando así y… —Suficiente, querido —interrumpió Ester sujetando los hombros de su esposo—.

Ser acusado por asesinar a un miembro del Concejo, sí que eres valiente y hablador.

Me aseguraré de que tu muerte sea terriblemente lenta, pero antes de eso, ella morirá frente a ti —concluyó señalando a Cati.

—Tienes que dejar de involucrar a las personas que no tienen nada que ver con tus asuntos —dijo Alejandro.

La bruja soltó una carcajada.

—¿Te refieres a tu compromiso con la Señorita?

¿O la farsa?

Al escuchar esto, Cati dio un salto.

—Debes haber olvidado que Silas es mi hijo.

¿Pensaste que me traicionaría?

Siquiera considerarlo posible es una tontería.

La madre que le dio amor y atención.

No subestimes el lazo de una madre y el hijo que cuidó.

Siendo mi hijo, podría ignorar lo que hizo, pero no a los demás.

Eres muy valiente al intentar arruinar algo en lo que he estado trabajando por años.

No creo que entiendas por qué murió tu madre.

Pronto, nuestra meta centenaria será cumplida y no habrá nadie para detenernos.

—Señora Ester.

Judith había venido, y sus ojos se veían muy diferentes a lo normal.

A Cati no le tomó mucho tiempo notar que la chica era una de ellas.

Se preguntaba cuántas brujas vivían en la mansión.

—¿Qué sucede?

—Las hermanas llegaron y esperan su presencia para discutir la ceremonia.

—Diles que voy en camino.

Antes de salir con su esposo, dirigió una última mirada a los prisioneros.

El Señor Alejandro y Cati estaban en la misma celda, con guardias en el exterior.

Las medidas de seguridad habían sido extremadas con guardias en cada pasillo y en todos los pisos, pues en su interior se encontraba nada menos que el Señor Valeriano.

Cati miró a Alejandro, que tenia los ojos cerrados y el ceño fruncido en un gesto de dolor.

La sangre caía por sus dedos cayendo de los múltiples agujeros generados por los clavos, y hacía charcos en el suelo.

—Ale —Cati lo llamó en su mente, incapaz de producir sonidos ante la escena que presenciaba.

A juzgar por lo que dijo la Señora Ester, Silas cambió de bando.

Deseaba poder salir de ahí con Alejandro.

Sus manos y piernas estaban atadas, igual que las de Alejandro, pero estaba en mejores condiciones.

—¿Estás bien?

—preguntó Alejandro preocupado, su mirada posada en ella.

—Estoy bien.

¿Tú?

—preguntó Cati, también preocupada.

Ahora que había hablado, sentía el sabor metálico de la sangre en su boca.

—Nunca he estado mejor —contestó con una sonrisa tranquilizadora, aún en las terribles condiciones actuales.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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