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Imperio Valeriano - Capítulo 115

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115: Capítulo 115 – Jaque Mate (Parte 2) 115: Capítulo 115 – Jaque Mate (Parte 2) Editor: Nyoi-Bo Studio La llevó al jardín de la mansión y, moviendo las hojas caídas, reveló dos puertas.

Cati miró asombrada.

Parecía que toda la mansión estaba compuesta de pasadizos secretos, ocultos de la vista de las autoridades, pues ni siquiera la Señora y el Señor los conocían, sólo los hermanos.

Entró y Malfo la siguió, habiendo cerrado las puertas.

Escuchó el choque de dos piedras y pronto se iluminó el espacio, pues Malfo había encendido una antorcha.

—La antorcha no será suficiente para llegar al final del túnel, y no sabemos si alguien notará por qué pasadizo venimos, así que debemos ser rápidos —dijo Malfo tomando la delantera.

—Escuché que las brujas llevarán a cabo su ritual en el bosque —informó Cati.

—Eso hace más importante que nos apresuremos para no ser atrapados a mitad de camino.

Un error nos costará la vida esta noche —murmuró—.

¿Sabes que todo este tiempo me estuve preguntando cómo pudiste traerme de vuelta a la vida?

Cati también se lo había preguntado inicialmente, pero nunca se le ocurrió una respuesta.

En algún momento consideró que podía tener sangre de las brujas.

—Ya debes haber sabido que el Señor Alejandro es hijo de una bruja blanca.

Pero cuando un vampiro se casa con una bruja, el descendiente tendrá un poder más grande, inimaginable.

Se podría decir que son inusuales.

El pendiente que llevas al cuello fue hecho por él con intención de protegerte.

Al escuchar esto, Cati frunció el ceño.

¿Alejandro lo había hecho para ella?

Lo miró en la oscuridad y la roca azul brillaba.

—Ha estado enamorado de ti por algún tiempo.

Cati escuchaba su felicidad cuando volteó a verla con una sonrisa.

—No creo que lo esperara, pero cuando dedicaste tiempo a limpiar mi tumba, la roca debe haber derramado algo de magia, suficiente para traerme de vuelta —explicó.

—¿Es cierto que no se puede matar a alguien revivido?

—preguntó Cati.

—No lo es.

La naturaleza tiene una teoría que establece que aquellos que viven en algún momento deberán regresar a donde pertenecen.

Todos moriremos en el momento preciso.

La luz comenzaba a fallar.

—El Señor Alejandro debe haber sabido y tomó precauciones sabiendo que las brujas cortarían cualquier comunicación posible entre esta aldea y cualquier otra.

Aunque no me dieron detalles ni razones.

Cuando conocí a Silas, lo persuadí y le pedí que orquestara mi muerte cuando tú estuvieras junto a mí, y que fuera el quien sacara mi cuerpo del lugar, sin guardias.Por favor, perdóname por besarte —concluyó.

—Está bien —respondió Cati incómoda.

Se le había olvidado que Malfo la besó antes de morir.

—Aunque no eres bruja, tienes suficientes poderes mágicos que te protegen, y estos vinieron del Señor Alejandro.

Como fuiste quien me trajo de la muerte, era necesario tomar de la misma fuente de magia antes de morir, pues esto me permitiría volver como fantasma a Valeria.

No era una idea garantizada, pero afortunadamente funcionó.

Sabiendo cuán posesivo es, y en lugar de decirlo directamente, sólo sugirió la posibilidad.

Por suerte, logré descifrarlo cuando estábamos en la celda.

—Me alegra que estés vivo —dijo Cati haciendo reír a Malfo.

—Yo también, señorita.

La luz falló de nuevo, esta vez llegando a su fin.

La llama se reducía gradualmente.

—Es una fortuna que no hayas pasado mucho tiempo en la casa del hombre de las muñecas.

¿Imaginas que te persigan un montón de fantasmas perdidos?

—¿Y Silas?

—preguntó Cati de pronto.

—¿Qué pasa con él?

¿Hizo algo?

—Ester dijo que él le contó la verdad.

Acerca de su ayuda al Señor Alejandro, y realmente estaba de su lado —continuó Cati preocupada.

—Debe haber cambiado los planes.

Ese idiota —murmuró Malfo.

La antorcha se apagó tras unos segundos, y quedaron rodeados de oscuridad.

—Siento que vamos directo al suicidio.

—¿Por qué dices eso?

La vida no es tan mala, ¿sabes?

—Sabes que la masacre viene a la aldea.

En toda el área.

—Eso no es suicidio, es sacrificio —corrigió Malfo.

Finalmente vieron la luz al final del túnel.

—Creo que tienes razón —escuchó Cati cuando Malfo salió.

Ahora se preguntaba de qué hablaba el hombre.

Cuando miró al exterior, al borde del precipicio, no encontró nada hasta que miró en la misma dirección que Malfo.

Dio un paso al frente ante la sorpresa, mirando el territorio a sus pies, donde ardía un fuego intenso rodeado de más de cien brujas, y una de ellas era Ester.

—¿Deberíamos regresar?

—sugirió Malfo.

Cati lo detuvo.

—Mira allá—señaló hacia una mujer atada al otro lado del fuego—.

Es una bruja blanca, ¿cierto?

—Pero no podemos ir a rescatar a la mujer ante quién sabe cuántas brujas.

Incluso para un fantasma como yo, es imposible.

—Pero no podemos dejarla ahí.

Malfo miró a Cati con absoluta seriedad.

—Vale, creo que tienes razón.

Malfo silenció a Cati pues las brujas habían guardado silencio.

—Están iniciando la ceremonia —dijo al escucharlas susurrando hechizos.

Ester tomó el cordero que había estado sujetado junto a la bruja blanca y, con un cuchillo, cortó su cuello; la sangre salía a chorros.

Las brujas retomaron los hechizos hasta que una del grupo salió al frente y su cabeza se separó de su cuerpo, causando una celebración colectiva.

Cati percibía la escena como un acto barbárico.

Las brujas no tenían almas, ningún tipo de piedad siquiera por los de su propia especia.

Se dio cuenta de que, aunque habían comenzado la ceremonia, necesitarían la sangre de Alejandro para completarla.

Justo cuando Ester llevó su cuchillo al corazón de la bruja blanca, fue interrumpida.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Novelasya.com

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