Imperio Valeriano - Capítulo 116
116: Capítulo 116 – Jaque Mate (Parte 3) 116: Capítulo 116 – Jaque Mate (Parte 3) Editor: Nyoi-Bo Studio —No es necesario asesinar a la bruja blanca.
La sangre debe ser suficiente —dijo el Señor Alejandro.
Al girar, lo encontraron junto a un árbol.
—Escuché que escapaste y me preguntaba cuándo llegarías aquí.
¿Ya decidiste, chico?
Si quieres unirte a nosotras —preguntó Ester mirándolo con curiosidad—.
Únete a nosotras y verás lo que es gobernar los cuatro imperios.
—Me intriga la idea, pero me rehúso.
Prefiero trabajar solo que con socios.
Nunca sabes quién te traicionará—dijo Alejandro con calma.
—¿Es así?
—dijo Ester con una sonrisa.
En un instante, arrancó el corazón de la bruja blanca y lo lanzó al fuego.
—Entonces no creo que tengamos tiempo para conversaciones.
Mis hermanas brujas, tomen la sangre del brujo mestizo —ordenó.
Todas las brujas giraron hacia él.
La más cercana intentó atacarlo, pero de inmediato fue arrojada al suelo.
Escucharon disparos y otra bruja cayó.
Al volver la mirada, encontraron a un hombre junto al cadáver de la bruja blanca.
—Buenas noches, Señora Ester —dijo el Señor Nicolás con una sonrisa.
Las brujas entraron en pánico y comenzaron a correr por el lugar; algunas incluso intentaban escapar pues seguían escuchando disparos, y otras cuantas intentaron atacarlos.
—Malfo, hay otros —dijo Cati, pero al girar no lo encontró.
—¿Malfo?
Suspiró.
Había desaparecido sin decir palabra.
Las brujas comenzaron a lanzar hechizos a todo el lugar, el aire se llenó de chispas y Cati logró arrojarse al suelo antes de que un hechizo la golpeara.
De pronto, alguien lanzó un arma a donde ella estaba.
Al mirar, encontró a Sylvia.
—Pensé que podrías estar aburrida.
Usa esto —dijo antes de unirse a la lucha con las brujas.
Nunca había usado un arma.
Mientras lo pensaba, una bruja llegó frente a ella; Cati cerró los ojos aterrada y haló el gatillo, haciendo caer a la bruja.
Desafortunadamente, no sabía que las balas eran limitadas y, cuando logró escapar de la bruja, ya las había gastado todas.
Otra bruja la haló, y era más fuerte que la anterior.
Intentó usar una rama para luchar con ella, pero la bruja la rompió como si fuera una vara.
Cuando intentaba escapar, la bruja sujetó su pierna y la mordió dos veces, haciendo que Cati aullara de dolor.
Se sentía como si sus músculos estuvieran siendo arrancados.
Cati tomó una piedra de bordes afilados y la golpeó contra la cabeza de la bruja, dejándola adolorida en el suelo.
Consumida por la angustia y el dolor, golpeó a la bruja una y otra vez con la piedra.
De no ser por ellas, Cati tendría a sus padres, a sus tíos, a su primo.
Habían asesinado a su familia, cada uno de ellos.
Después de unos segundos, se dio cuenta de que la bruja estaba inconsciente.
Regresando a la realidad, soltó la piedra y se dio cuenta de lo que había hecho.
Cuando intentó levantarse, sintió un terrible dolor: una hemorragia profusa en su pierna, casi como la mordida de un animal.
A pesar del dolor, se levantó y caminó hacia donde estaban los demás.
Encontró a Alejandro, el Señor Nicolás, Sylvia y algunos otros, como Felipe, luchando contra las brujas.
No encontraba a Ester en la multitud, y mirando alrededor, la vio detrás de Alejandro.
—¡Ale!
—Cati gritó.
Pero era demasiado tarde: Ester lo apuñaló por la espalda.
Cati lo vio caer al suelo.Ester se dirigió a la hoguera y arrojó el cuchillo ensangrentado; intentaba continuar el ritual incompleto ante la luna, que brillaba con fuerza.
Escucharon una explosión que surgió en la aldea, que estaba en llamas.
—No…—murmuró Cati incrédula.
Percibía las llamas y los gritos que venían de la zona.
—¿Realmente pensaste que podrías escapar de mí?
—Ester se regocijaba al ver a Alejandro adolorido —.
Llevo más tiempo en el juego, y lo juego a mi manera.
Prometí darte una muerte dulce, ¿no es así?
El veneno pronto circulará por tus venas y tu sangre se convertirá en polvo.
Los viejos trucos no pierden vigencia.
Como ves, el pentagrama fue logrado y los sacrificios fueron entregados.
Nadie, nadie podrá detener nuestra dominación —sentenció elevando sus manos y dirigiendo la vista al cielo.
—Me alegra que sepas que eres vieja.
También estás sacrificando a tu esposo —dijo Alejandro sujetando la herida abierta en su costado.
—Atrevido incluso al borde de la muerte —comentó Ester con una sonrisa—.
No era más que una herramienta, un escalón para lograr mi objetivo.
Ahora que la masacre fue llevada a cabo, no lo necesito.
Bien podría estar muerto.
—Qué despiadada —replicó Alejandro.
—Todos lo somos.
Es una lástima que debas morir.
Habrías sido un excelente brujo oscuro.
¿Por qué no han cambiado nuestros poderes?
—murmuró.
Alejandro ahora reía.
—¿Te afecta el miedo a la muerte?
—Ester, Ester —dijo Alejandro poniéndose de pie—, es cierto que envejeces.
¿Se te olvida que los vampiros de sangre pura no pueden ser asesinados tan fácilmente?
Aunque sea tu propio veneno.
Lo siento, pero tus trucos no funcionan conmigo.
¿Qué tan ignorante eres?
—¿Y qué importa si no estás muerto ya?
Pronto lo estarás —dijo intentando golpear a Alejandro con una rama, pero una mano le bastó para detenerla.
—¿Realmente pensaste que la masacre había sido exitosa cuando la aldea está a salvo?
—¿Qué quieres decir?
—preguntó Ester escéptica, con una expresión de odio.
—Has estado jugando el juego en mis términos.
Permíteme explicar.
Para que ocurra la masacre, has estado ingeniosamente ofreciendo casas a los pobres, y estas forman el patrón de un pentagrama.
Para los aldeanos, eres una diosa, pero ¿cómo podrían saber que su propia diosa los ha condenado a muerte?
Cuando me capturaste, envié a mis hombres a destruir los vínculos, a demoler las casas.
Algo en lo que has trabajado por meses, y me tomó dos días acabarlo —concluyó Alejandro.
—Eres un tonto si piensas que creeremos lo que dices.
¡Mira el incendio y los gritos!
—exclamó una bruja.