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30: Capítulo 30 – Invitado Indeseable (Parte 2) 30: Capítulo 30 – Invitado Indeseable (Parte 2) Editor: Nyoi-Bo Studio Podría ser considerado un mal hábito, pero Cati a menudo se hallaba buscando al Señor de Valeria mientras conversaba.
Sólo una vez cruzaron miradas y los intensos ojos del Señor hicieron saltar su corazón.
De inmediato rompió el contacto.
—Hay una fiesta de té en dos semanas en la casa de los Capel.
¿Puedo contar con tu presencia?
—preguntó Lancelot esperanzado, pues llegó el momento de irse.
Cati no sabía qué decir, y al notar su resistencia, Lancelot agregó: —Por favor.
Al mismo tiempo, Cati notó que el Señor besaba suavemente la mano de una mujer.
Sin importar qué sucediera, Cati no era de clase alta, por lo que él nunca le vería potencial.
—Está bien —respondió, causando una sonrisa en el rostro de Lancelot.
En la próxima fiesta, al bajar del carruaje, Alejandro caminaba junto a Cati mientras Elliot y Sylvia caminaban al frente.
Cati casi cayó con una piedra, pero Alejandro la sostuvo.
—Cuidado —dijo al detenerse—.
Necesitas relajarte.
—¿Qué?
—Tus hombros están tensos y caminas con rigidez.
Tendrás un dolor de espalda esta noche.
Es sólo la hora del té.
Ven —dijo caminando de nuevo—.
Tengo noticias sobre tu primo.
Al escuchar esto, Cati se alegró.
—¿Lograron encontrar su paradero?
—indagó.
—No tenemos el rastro, pero los buscadores reportaron que logró escapar de la masacre.
En algunos días podremos encontrarlo —le informó—.
Ya que el Concejo se involucró, no debería ser muy difícil.
—Gracias por decirme —concluyó Cati.
Se quedaría hasta encontrar a su primo, y después podrían ir al imperio del sur.
Alejandro la observaba de reojo mientras atravesaban la casa de los Capel.
Su ceño estaba ligeramente fruncido y parecía que pensaba en su primo.
Alejandro había estado ocupado gracias a las brujas oscuras que causaban problemas, y no sólo en su imperio.
Se requería su presencia en el concejo y viajar le llevaba mucho tiempo.
—¿Alguien te llamó la atención la vez anterior?
Escuché que Sylvia ahora juega a casamentera —comentó.
Cati lo miró a los ojos y luego volteó, negando con la cabeza, pensando que no podía decirle que era él quien tenía su atención.
Cuando fueron a la casa de los Boland, Alejandro la mantuvo vigilada.
La chica no tenía experiencia con hombres, ¿en qué pensaba Sylvia presionándola así?
Estas cosas tomaban tiempo.
Al ser el Señor de Valeria, conocía a los hombres de su clase.
Eran hombres que querían jugar con las mujeres, y muy pocos buscaban a una esposa.
Con Elliot, se había asegurado de mantener las plagas alejadas de Cati, y sólo dejaba que los dos o tres decentes se le acercaban.
La verdad era que nadie le parecía suficiente para ella.
Había permanecido callada hasta que un hombre desconocido le habló.
Alejandro logró averiguar que era un hombre del imperio del norte, Lancelot Milford.
Por alguna extraña razón, sintió que este sujeto ocultaba algo bajo su encantadora sonrisa.
—No tienes que elegir a un pretendiente si no quieres venir a eventos como este.
Puedes tomarte tu tiempo —dijo el Señor.
Cati se preguntaba si le ofrecía alternativas.
Lo cierto era que se había sentido presionada, pues sería difícil conseguir un pretendiente siendo mucama.
Aunque sentía esperanza, le daba miedo que su primo hubiera muerto, pues en su tiempo en la mansión había escuchado lo horribles que eran las brujas oscuras.
—Y, Catalina.
—¿Sí?
—Si algo sale mal —dijo seriamente—.
Llámame.
Cati sintió que esas palabras calentaban su alma.
Sabía que el Señor no era muy dado a proteger a otros.
Su reputación era mala con las personas, y Cati se preguntaba cómo podía un hombre como él tener tan mala fama.
Lancelot notó a Cati y sonrió dulcemente cuando vio que entraba al jardín, y al ver que Alejandro estaba junto a ella, su sonrisa desapareció por un instante.
—Buenas noches, Señor Milford —saludó.
—Buenas noches, Señorita Welcher.
¿Cómo has estado?
—preguntó, notando que el Señor Valeriano ya había ido a saludar a los presentes.
—Bien, ¿y tú?
—Maravilloso, gracias.
¿Le gustaría un té?
—ofreció.
Se volteó a servir una taza y la colocó frente a ella.
—Gracias —murmuró Cati recibiendo la taza.
—No sabía que conoce personalmente al Señor —dijo bajando la voz —.
Escuché que es cruel y tiene una personalidad desagradable, lo que es malo, considerando que es un señor.
Las personas como él deberían entregar sus títulos en lugar de darles mala fama.
—Creo que no debería escuchar rumores, Señor Milford —dijo Cati, reacia a escuchar comentarios negativos de Alejandro—.
Los rumores son comentarios sin sentido que deberían ser ignorados.
—Lo siento, esa no fue mi intención.
Lamento haberte ofendido —dijo con el ceño fruncido.
Cati notó que había hablado de forma impulsiva.
—Lo siento, no pensé que fuera adecuado para ti —dijo con una ligera inclinación, intentando arreglar el error.
—Tienes razón.
Eres una dama encantadora, Catalina —dijo con una sonrisa—.
Escuche que los Capel trajeron una pintura valorada en mil monedas de oro.
¿Te gustaría verla?
—Sí, por favor —dijo regresando a la casa.
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