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31: Capítulo 31 – Invitado indeseable (Parte 3) 31: Capítulo 31 – Invitado indeseable (Parte 3) Editor: Nyoi-Bo Studio Era una casa extravagante con muchas pinturas colgadas en las paredes por toda la casa.

Ella descubrió que la Señora Capel le gustaba coleccionar pinturas y su esposo las compraba para ella.

Ambos miraron la pintura que buscaban y era una pieza bastante singular.

Los colores usados eran de una gran calidad y las pinceladas sobre el lienzo muy precisas.

Mientras caminaban, Cati había notado la forma en que él la miraba.

Ella lo sorprendió mirando su cuello más de tres veces.

Al comienzo, ella pensó que lo había mal interpretado, pero ocurrió otra vez.

Ahora se sentía incomoda, y ambos llevaban bastante tiempo dentro.

―Creo que debiéramos volver ahora ―propuso ella.

―¿Cuál es el apuro?

―ella le escuchó decir a él―.

La fiesta ni siquiera ha empezado.

―¿Qué?

―preguntó mientras fruncía el ceño, confundida.

En un instante, él la empujó dentro de una habitación vacía y sintió como su espalda golpeaba la pared dolorosamente.

Ella se retorció en agonía.

Él le cubrió la boca con una mano y con la otra agarraba sus manos mientras forzaba su cuerpo sobre el de ella.

Los ojos de Cati se llenaron de terror cuando él empezó a tocarla de forma inapropiada.

―No he hecho nada aún, ¿y tú quieres volver?

―susurró en el oído de ella, mientras sus manos bruscas tocaban sus caderas―.

Apenas estamos empezando.

Ella luchaba y trataba de apartarlo, pero él era demasiado fuerte para ella.

Ella sentía asco mientras él besaba su cuello.

Él arrancó la tela superior de su vestido, dejando al descubierto sus hombros y continúo besándola.

Cuando aflojo su agarre, ella araño su cara y él soltó un rosario de maldiciones.

Tres líneas rojas arruinaban ahora su cara.

―A la gatita le gusta jugar ―dijo, y sonrió de una forma macabra.

Ella ya no pudo reconocer a Lancelot.

Él la empujó contra el suelo y rompió el vestido a lo largo de sus piernas.

―¡Ya basta!

¡Alejandro!

―gritaba ella cuando las manos de él subían por sus piernas.

―¿Estás llamando a ese Señor tuyo?

Debe disfrutar de ti para que tú grites su nombre.

Déjame saborearte también ―dijo él, encima de ella.

Antes de que pudiera hacer otra cosa, él fue arrancado lejos de Cati y estrangulado por alguien que sostenía su cuello en el aire.

―¡Alejandro, detente!

¡Vas a matarlo!

―dijo Elliot, tratando de forzar la mano de Alejandro lejos del hombre.

Matarlo levantaría sospechas innecesarias.

―Puedes tratar con él después.

Cati te necesita ahora ―susurró, y sintió a Alejandro soltar su cuello.

Cuando él la vio, sintió como la ira le volvía a poseer.

Él dejo al hombre inconsciente antes ir donde ella estaba sentada.

Ella estaba sentada en el suelo, pálida como un fantasma.

Su vestido estaba destrozado y su manga colgaba de su brazo en lugar de su hombro.

Su pelo se había estropeado y sus manos temblaban de miedo.

―¿Cati?―dijo Alejandro con suavidad y ella alzo la mirada lentamente hasta encontrar la de él.

Lágrimas llenaron sus ojos.

Primero sobre sus mejillas y luego sollozos acompañaron al llanto.

―Shh, se acabó―dijo él, y la sostuvo con cuidado en sus brazos.

Ella se aferró desesperadamente a él, asustada de estar tan cerca der violada.

―Está bien, amor.

Él no ya va a lastimarte ―prometió con suavidad, mientras ella lloraba en sus brazos.

―Aquí―dijo Elliot, que había salido y volvía con el abrigo de Alejandro.

Al tomarlo, Alejandro lo coloco sobre la espalda de Cati―.

Le he pedido a Silvia que traiga el carruaje detrás de la casa para evitar preguntas de los invitados.

Debería estar aquí pronto.

De camino a casa, Cati acabo cayendo dormida lo que hizo más fácil hablar para ellos.

―¿Quién es este tipo?―pregunto Elliot al hombre inconsciente que tenía sus piernas y manos atadas.

―Trate de preguntarle a Lady Leticia y dijo que el hombre era del Imperio del Norte pero que no había sido invitado a tomar té.

Él es el segundo hijo de la familia Milford, ―contestó Silvia preocupada cuando miro la forma de dormir de Cati―.

¿Cómo pudo hacer eso?―murmuró con tristeza.

Alejandro no había soltado a Cati desde la casa Capel.

El carruaje era solo para cuatro personas y como tenían una persona más, Alejandro había hecho que Cati se sentara en su regazo, ya que parecía conveniente.

Las manos de ella aún estaban aferradas a su camisa con firmeza.

No se quejó.

Él había encontrado sospechoso cuando no pudo escuchar la voz de ella.

Al ser de un antiguo linaje de una familia pura sangre, su audición era mucho mejor que la de otros vampiros.

Él le había pedido a Elliot que viera dónde estaba ella, pero cuando la escuchó gritar fue cuando se dio cuenta que ella no estaba a salvo.

Él se apresuró donde ella estaba y lo que vio le hirvió la sangre en furia.

La ropa de ella estaba destrozada, no solo de los hombros, su falda también.

Él la sostuvo más cerca.

Y cuando él la tomo en sus brazos, sintió como el alivio lo inundaba.

Al llegar a la mansión, Alejandro la llevó a su cuarto y la tendió en su cama antes de colocar la frazada para acostarla.

Él tomó una silla junto a la cama y se sentó, sin querer dejar su lado.

Cuando Cati despertó, le tomo unos momentos antes que todo lo ocurrido pasara como un torrente de vuelta por su memoria.

Ella se sentía sucia y su hombro le dolía cada vez que se movía.

¿Por qué le pasó a ella?

¿Había dado la impresión equivocada para que ese hombre hiciera eso?

Si no había hecho nada, entonces ¿por qué?

―Bebe esto ―escuchó decir a Alejandro a su lado, quien se acercó a tocar su frente.

Pero ella se apartó por la conmoción.

―Lo lamento ―dijo, disculpándose.

Ella tomo el vaso de él―.

Debí haber cuidado de ti.

Nada hubiese pasado si nosotros hubiésemos tenido cuidado.

Cati sacudió su cabeza y habló, sosegada: ―Nosotros no sabíamos que algo así podía pasar ―dijo sin mirar su cara.

Él se acercó a retirar el vaso vacío y esta vez ella volvió moverse a un lado.

―¿Me tienes miedo?

―No ―respondió y luego continuó―.

Ahora mismo me siento avergonzada y sucia.

Por favor no me toques ―confesó con voz temblorosa.

―Mírame, Cati ―dijo con ternura.

Él levanto la cabeza de ella al empujar su mentón y cuando sus ojos llorosos encontraron los ojos rojos y oscuros de él, dijo: ―No eres sucia.

Nadie puede o volverá a ensuciarte jamás.

Desearía que no hubieses tenido que experimentar una cosa así y me da gusto que nada horrible pasara.

No quiero imaginar qué pudo haber pasado.

Estas a salvo y eso es todo lo que importa ahora.

Ella asintió de forma sumisa mientras secaba sus ojos.

―Nadie sabe lo que pasó aparte de Elliot Silvia y nosotros ―dijo, y acarició delicadamente su cabeza―.

Toma un baño.

Puedes descansar tanto como quieras.

Te daré espacio.

Luego salió de la habitación.

Ella estaba segura, como lo dijo Alejandro.

Si seguía pensando qué pudo haber pasado solo la traumatizaría más.

―Un mal sueño ―murmuró para sí misma.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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