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34: Capítulo 34 – Los Santos (Parte 3) 34: Capítulo 34 – Los Santos (Parte 3) Editor: Nyoi-Bo Studio Dorothy y Matilda al ver que Cati se estaba tomando su tiempo, se adelantaron a llevar las cajas ellas mismas.
―Mmm.
―¿Qué sucede?
―preguntó Matilda mientras caminaban.
―Cati está embelesada por el Señor ―dijo Dorothy, dándose la vuelta pensativamente.
―De eso sin duda pero la mayoría de ellas lo está―respondió la mujer crespa.
―No se ven mal juntos.
Mucho mejor que con Carolina ―dijo y sonrió Dorothy.
―Estoy de acuerdo pero déjame recordarte que el Señor no ha tenido nunca una relación seria, Dorothy.
―Tiene una debilidad por ella.
Digo, es nuestro Señor del que hablamos, ―concluía Dorothy mientras levantaba una caja para llevarla―.
Estoy segura que no has pasado por alto como los ojos de él la seguían hace dos días cuando estaban en la misma habitación.
Es insólito.
―Y yo estoy segura nos pasado por alto el rebaño de mujeres buscando su atención, como la señorita Carolina.
Él solo la está cuidando.
Tú sabes que los rumores y chismes entre las criadas llegan a los oídos del Señor.
Pero yo también a veces me pregunto si hay algo más desarrollándose.
―Supongo.
¿Qué hay en estas cajas?
―dijo Dorothy, cansada por el esfuerzo.
―Piedras.
―¡¿Qué?!
―Es broma.
No tengo idea, están selladas, ¿ves?
―dijo Matilda, llevando las cajas sin esfuerzo al contrario de ella.
En ese momento escucharon al Señor Alejandro preguntar a Cati, ―¿Tienes una máscara para la tarde?
―¿Máscara?
―preguntó Cati.
―Para el baile de la noche, claro ―dijo Elliot con voz aguda.
Cati no sabía si iba a asistir ya que ella había hecho planes para ir a la ciudad con sus amigas.
―La verdad, yo… ―Tenemos una máscara extra que ella puede usar —interrumpió Matilda a Cati, haciendo una reverencia.
―Bien ―aprobó Alejandro.
Una vez el Señor y sus otros dos acompañantes salieron, Dorothy miro a Matilda de forma acusadora.
―¡Estás jugando a Cupido!
―dijo Dorothy, entre murmurando y gritando.
Cuando Cati se acercaba a ellas y vio como Matilda la apartaba con su hombro.
―¿Acaso no íbamos a ir a la ciudad?
―preguntó Cati confundida.
Al ver a Dorothy cansada, tomo la caja que llevaba ella.
―Gracias, Cati ―suspiró Dorothy con alegría.
―Dorothy quería ver el baile antes de salir a la ciudad.
Podemos estar una hora o dos.
¿Quieres asistir al baile?
Si no, podemos irnos.
―Si quiero, si quiero ―respondió Cati con apuro, haciendo reír a las otras.
Su amiga es una bella y amable persona, pensó Dorothy.
Incluso si no nació para ser una sirvienta, ella siempre ayudaba a la gente.
Un poco ingenua a veces, pero eso estaba bien por ahora.
Ver a Cati ahora la hizo sonreír.
Era obvio que la chica estaba más que embelesada por el Señor.
En la tarde, cuando Cati entro un poco tarde al salón de la mansión, ella se dio cuenta que el salón se había convertido en una pista de baile embrujada, con telarañas y esqueletos adornando cada esquina.
Ella se preguntó si los esqueletos serían devueltos en la mañana.
Calabazas con velas encantadas brillando dentro de ellas en el aire.
Una sencilla e inquietante música tocaba en el fondo como una canción triste.
A Cati le hacía pensar en el llanto de una mujer desesperada y sintió escalofríos en su piel.
La mayoría de los hombres vestía un conjunto de trajes negros y blancos mientras que las mujeres usaban vestidos oscuros.
No había un solo vestido de color claro y se alegró de no vestir uno.
Ella había optado por un vestido negro con rojo.
Como Matilda era la experta, le había arreglado el cabello de forma elegante.
Además, ella aplico polvos de colores en sus mejillas con una ligera pizca de líquido color durazno en sus labios y, gracias a la máscara en su rostro, Cati se sentía menos nerviosa.
Inconscientemente, toco su cuello y con la punta de los dedos bajo hasta su corsé negro.
Ella había sacado la piedra amuleto para esa noche y la amarró a su tobillo que, por sorpresa, combinaba a la perfección.
―Ten cuidado con los tragos que elijas ―susurró Corey detrás de las chicas―.
Hay agua corriente, luego alcohol y un alcohol más fuerte para los vampiros.
Ah…veo algo más también.
Tengo hambre.
Luego las dejo para buscar comida.
―No sabía que los vampiros podían embriagarse ―dijo Cati, mirando la bandeja que pasaba frente a ellas.
―Sí lo hacen ―aseguró Dorothy.
Apenas un hombre pidió bailar con ella, Dorothy se fue.
Matilda se excusó por un trago y dejo a Cati sola.
Cuando se acercó la pista de baile, ella vio a Alejandro bailando con una mujer morena en sus brazos.
Con la máscara oscura cubriendo sus ojos y la capa negra que vestía él era difícil ignorarlo.
Por coincidencia, ella vestía la misma combinación de colores que él.
Camisa roja sobre un traje negro con los dos botones más altos sueltos.
En un momento la mirada de Alejandro cayó sobre Cati y sus ojos se encontraron como imanes.
Ella comenzó a sentirse mareada e inhalaba y exhalaba tratando de mantener una compostura calmada.
―Te ves bien ―escuchó decir a alguien cerca de ella.
Era el Señor Nicolás con un par de cuernos falsos en la cabeza.
―Señor Nicolás ―dijo Cati sorprendida, inclinando la cabeza―.
Gracias.
Usted también se ve bien.
Alejandro que estaba bailando con la mujer, seguía mirando donde ella estaba de pie.
Él estaba completamente absorto en ella e incapaz de mirar a otra parte.
Le tomo un segundo darse cuenta de que era Catalina cuando la vio por primera vez en su vestido negro y rojo.
Qué irónico, pensó, que ambos usaran los mismos colores.
¿Cómo pudo la pequeña e inocente criatura que conoció unos años atrás convertirse en una belleza?
Y ella estaba completamente ajena a las miradas que recibía en el salón.
Cuando sus ojos se encontraron, él sintió que el tiempo se detuvo, pero ella aparto la mirada con rapidez.
Al contrario de su atuendo habitual, parecía que ella iba con a por todas esta noche.
¿Estaba buscándose a un hombre?
La molestia de Alejandro se reflejó en su rostro con esa pregunta en mente.
Nicolás estaba aquí, hablando con ella y vio cómo se ruborizaba sobre algo que él dijo, lo que hizo irritar un poco a Alejandro.
―Debe haber alguien.
¿Acaso él está en el salón?
―preguntó el Señor Nicolás.
Cati no sabía por qué el Señor Nicolás la estaba provocando.
¿Acaso estaba aburrido?
¿Cómo es que terminaron en el tema de su vida amorosa cuando hablaban de calabazas?
―¡No, no!
―exclamó Cati.
―Entonces aún no le has dicho ―murmuró Nicolás, tomando un vaso de vino―.
Si no te gustara nadie, yo te lo habría pedido.
―Te estas sonrojando, qué linda ―bromeó Nicolás con Cati y continuó―.
No lo sabrás hasta que lo intentes ―dijo animándola, y bebió su vino.
―No creo que sirva de nada ―murmuró, pero él la escuchó.
Nicolás se dio cuenta que ella miraba de vez en cuando al Señor de Valeria solo para bajar la vista nuevamente.
Qué problemático, pensóél.
Luego de mirar su reloj dijo: ―Me voy a ir ahora.
Feliz Los Santos ―dijo y sonrió, inclinándose para darle un beso en la mejilla―.
Buenas noches.
Cati se quedó de pie, asombrada por lo que paso.
Un Señor acababa de besarla.
Al rato, se dio cuenta que Alejandro la observaba con una expresión plana pero fría.
Como si él ocultara su molestia.
El momento fue desafortunado al mismo tiempo que la canción terminaba.
Luego de intercambiar unas palabras con la mujer morena, Alejandro comenzó a caminar a través del salón en dirección a Cati, pero ella retrocedió y él se dio cuenta.
Sus ojos se entrecerraron ante esa reacción.
Asustada, sin entender por qué, ella corrió fuera del salón.
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