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Imperio Valeriano - Capítulo 37

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37: Capítulo 37 – El Diseñador (Parte 1) 37: Capítulo 37 – El Diseñador (Parte 1) Editor: Nyoi-Bo Studio Alejandro estaba sentado en su estudio revisando las cartas que el Concejo había enviado con respecto a su propuesta de adquirir la tierra donde Cati vivió alguna vez con sus parientes.

Rubén, el director del Concejo, quería que firmara unos documentos y una vez hecho aquello, podría agregar las tierras a su Imperio.

Tras la mascarada de las Brujas Oscuras, el área entera bajo la autoridad del Concejo para su inspección y el resto de los ciudadanos no se atrevían a acercarse, asustados de que un mal augurio afecte sus vidas.

Cuando una masacre ocurre, las Brujas Oscuras por lo general marcan un circulo y un triangulo alrededor de la villa.

Brujas Oscuras.

Oliver, su segundo al mando, estaba en el grupo de exploración, dándoles caza.

Si las Brujas quedaran extintas seria excelente.

Tenerlas en los alrededores era trabajo extra, pero él conocía a uno o dos Brujas le eran bastante útiles cuando lo necesitaba.

El primo de Catalina seguía desaparecido pero el tenía la corazonada que el muchacho estaba vivo o había escapado.

Después, estaba el asunto de los cuerpos desaparecidos del cementerio en Valeria.

Alejandro se pregunto si tenia algo que ver con las Brujas Oscuras.

Un familiar de uno de los cuerpos desaparecidos había buscado su ayuda.

Alguien llamo a la puerta interrumpiendo los pensamientos de Alejandro, ―Entra, Martín ―dijo, al ver a su mayordoma de pie frente a la puerta.

El anciano coloco un vaso de sangre en su escritorio antes de estarse quieto con la bandeja en mano.

―¿Se ha calmado todo?

―preguntó, mientras firmaba el documento frente a él.

―Si, mi Señor.

El salón ha sido limpiado y esta de nuevo en orden excepto por las calabazas que serán retiradas mañana.

―¿Y los invitados?

―Todos se han retirado excepto por los Tanner, los Boland y la señorita Carolina.

Ellos se han hospedado en las habitaciones de huéspedes abajo como usted lo pidió―respondió el anciano y agregó de inmediato―, tuvimos a dos intrusos, pero escaparon.

―Una lástima, pudimos haberlos usado para Los Santos del próximo año.

―dijo Alejandro al tomar los documentos, abrir un cajón y guardarlos antes de cerrar el cajón con llave.

Luego tomo la copa y la llevo a sus labios antes beberla, disfrutando del líquido en sus papilas gustativas.

Una vez que termino, el mayordomo tomo la copa vacía y se dirigió a la puerta.

―¿Qué sucede, Martín?

―preguntó Alejandro cuando vio al hombre detenerse.

―La señorita Welcher y sus amigas no han regresado aún ―informó el viejo a su Señor, pensando que le interesaría saber a su Señor.

―Gracias, Martín.

Puedes excusarte por el resto de la noche ―asintió y vio a Martín inclinar su cabeza antes de abandonar el estudio.

Luego de ir a su habitación, Alejandro se cambió a un atuendo más cómodo para la noche.

Una vez que tomó a su gato Aereo, él se dirigió a su pórtico a mirar el paisaje de su imperio, apoyando su espalda en la pared.

El Imperio de Valeria que Vlad Delcrov, su abuelo, había construido.

Frondosos bosques verdes cubrían la entrada a su mansión.

Nicolás y Alejandro eran los únicos sucesores del Imperio de los Señores originales, mientras que el Sur y el Norte tenían diferentes linajes de Señores.

La noche era más fría que ayer, y él vio a un grupo de seis personas cruzar el final del bosque hacia la entrada de la mansión.

Alejando se inclinó y soltó a su gato Aereo que hacía sonar su colar oscura.

Él vio a Cati refregar sus brazos y escuchando a otra de las chicas hablando casualmente.

Sus ojos se enfocaron en el atuendo que ella vestía, una camisa suelta y pantalones de hombre.

¿Acaso el hombre estaba con ellas ahora?

No podía ser.

La camisa era de una talla más grande que la del hombre que caminaba a su lado.

Aunque ella se veía adorable, a Alejandro no le gustaba que ella usara ropas de un hombre desconocido.

Un suspiro escapo de su boca cuando peino su cabello hacia atrás con sus manos, dejando que la mitad de pelo callera sobre su frente y el resto peinado hacia atrás.

El suceso que ocurrió antes esa noche era algo que no había contemplado.

Cati se veía absolutamente hermosa y él estuvo atento a ella todo el tiempo que bailo con la hija del Duque Hamilton.

Sus ojos castaños lo evitaron cada vez que sus miradas se encontraban.

Él había notado como su lengua pasaba por su labio inferior con nerviosismo, y él seguía ese movimiento con sus ojos.

Alejandro la vio sonreír a algo que dijo el Señor Nicolás y al segundo siguiente él hombre la besa como si fuera lo más normal del mundo.

No sin antes agregar sal a la herida con esa sonrisa de satisfacción en su cara cuando vio a Alejandro, como si el bastardo supiera algo que él no.

Ella se había sonrojado, con los ojos dilatados de sorpresa.

Cuando él dio paso adelante, ella dio uno hacía atrás antes de salir del salón.

Cual depredador, él la persiguió antes de ser detenido por uno de sus invitados, y luego reanudo su búsqueda.

No debería haberlo molestado, pero lo hizo.

Él no tenía ningún derecho para decidir lo que la chica podía hacer o no.

Después de todo, como ella misma había declarado, ella no era suya.

La verdad era, que si ellos se hubieran conocido por primera vez esa noche, sin preocupaciones ni limitaciones, donde ella fuera alguien sin importancia, él la hubiera llevado a sus aposentos a pasar una noche agradable.

Él era protector con ella pero había días que él se sorprendía pensando cosas que no debería.

Ella estaba prohibida.

Él mismo había decidido no tocar un solo cabello de su cabeza, y aun así, él había bailado con ella y bromeado hasta que sus pálidas mejillas se ruborizaran con hermoso color rosa.

Al contrario de otras mujeres que trataban de llamar su atención bañándolo en elogios, él en verdad disfrutaba la presencia de Catalina.

Su mano con la suya mientras hablaban.

Era mejor no asociarse con la chica, se decía a sí mismo.

Alejandro sabía que la estancia de Cati era hasta que supiera del paradero de su primo.

Era obvio que una vez que lo supiera, ella dejaría la mansión.

Alejandro coloco una mano en la barandilla antes de saltar de su pórtico en el frio suelo de su Imperio.

Cuando entraron a la mansión, Cati fue invitada a la habitación de Dorothy a pasar la noche ya que aún no terminaban de celebrar Los Santos.

Cada habitación fue distribuida con dos camas y dos personas, Matilda y Dorothy compartieron una habitación mientras que Cintia y Fay compartieron otra, dos piezas más lejos.

Corey tenía trabajo en la mañana y se había retirado por la noche.

Las cinco mujeres se sentaron en la habitación de Dorothy y Matilda a cotillear sobre Los Santos y las personas que asistieron al baile.

―No podía quitar la vista de los hombres hoy ―dijo Fay, posando su mentón sobre sus manos, parecía una marioneta cuando hablaba.

―Estoy de acuerdo.

Era un festín muy generoso para nosotras las mujeres.

―asintió Dorothy.

―La mayoría eran vampiros de clase alta o la elite de los humanos ―comentó Matilda limpiando una espada con un paño café―.

El Señor Alejandro fue bastante complaciente al dejarnos asistir a los criados a las fiestas.

―¿Cómo puedes saber si alguien era atractivo con una máscara puesta?

―pregunto suspicaz Cati a Dorothy.

―Tienes que ver rasgos como los ojos o las quijadas.

La quijada es una bien importante al fijarse ―contestó su amigo, frotándose la quijada para enfatizar su punto.

―¿De verdad?

―murmuró Cati pensando en la quijada de Alejandro.

―El Señor Nicolás estuvo aquí, ¿saben?

―preguntó Cintia.

Mientras las otras hablaban, Cati se mantuvo callada pero parecía que ninguna estaba al tanto de lo ocurrido.

Ella estaba agradecida que nadie había visto cuando el Señor Nicolás la besó.

―¿Cómo estuvo el baile con el Señor Alejandro?

―preguntó Dorothy, curiosa.

―Estuvo bien ―respondió y vio a su amiga levantar su ceja.

―¿Solo bien?

Y Cati asintió con la cabeza.

Cintia que había estado observando a Cati, hablo, ―El Señor Alejandro puede parecer que tenga un poco de interés por ti pero recuerda que una vez que tiene una buena cogida, no te necesitara más ―dijo mirando directamente a Cati.

―¡Cintia!

―exclamó Fay.

―¿Qué?

Yo solo digo la verdad.

No quiero que Cati salga lastimada ―dijo Cintia con voz preocupada.

― No trates de igualar tu experiencia a la suya.

El Señor no ha tomado mujeres contra su voluntad y todas sabemos que a los vampiros ansían el placer.

―dijo Dorothy defendiendo a su Señor.

―Oh, por favor ―exclamó Cintia―.

Te rompería como a un juguete y no creo que puedas satisfacerlo ―dijo de forma arrogante.

Cati sintió una punzada de dolor cuando la mujer hablaba de su experiencia.

―Habla por ti sola ―dijo Matilda con sus opacos ojos verdes fijos en Cintia, ―No pudiste despertar su interés y ahora te estas quejando.

Al escuchar esto, las cejas de Cati fruncieron.

Eso quiere decir que Cintia durmió con el Señor, pensó.

―Cómo quieran, solo estaba dando un concejo.

Me voy a dormir ―dijo Cintia parándose y saliendo de la habitación, mientras Fay hizo un gesto de disculpa y se retiró.

―No le hagas caso.

Ella solo esta celosa ―dijo Matilda a Cati retirando las sabanas mientras se preparaba para dormir.

―No es que él esté interesado en mí―murmuró Cati.

Matilda y Dorothy compartieron una mirada juntas antes de juntar amabas camas para que pudieran dormir las tres dentro.

Cati tomó la frazada que Dorothy le dio y se tapó con ella antes descansar por el resto de la noche.

Fuente: Webnovel.com, actualizado en Leernovelas.com

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