Imperio Valeriano - Capítulo 39
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39: Capítulo 39 – El Diseñador (Parte 3) 39: Capítulo 39 – El Diseñador (Parte 3) Editor: Nyoi-Bo Studio ―Usted debe ser el señor Weaver.
Nos gustaría ver que vestidos tiene ―declaró, mientras estudiaba al hombre con sus ojos resueltos.
―¿Y para quién sería?
―le preguntó a Elliot, quien giró hacia Cati―.
Por favor tome asiento y le mostraré artículos que le puedan interesar ―dijo, indicando con la mano hacia el banquillo de madera.
Elliot revisaba los vestidos apilados en una esquina mientras Cati se sentó en el banquillo.
En un comienzo, Cati era reservada al hablar con el señor Weaver, pero a medida que le explicaba los diseños y colores con tanta pasión, ella estimó que el hombre tenía un corazón bondadoso y era incomprendido por la gente de la ciudad.
Sus manos estaban arrugadas y ella se preguntó si era el único hombre que quedaba en su familia.
Eso la entristeció.
Elliot había escogido un vestido blanco para que ella se probara.
Parecía un vestido de novia y sabiendo que no podría tener otra oportunidad como esta otra vez, ella fue a probárselo.
Ella había visto como las tiendas de renombre trataban a la gente sin dinero.
Y mucho menos podría siquiera probarse un vestido.
Ver uno tan de cerca solo se podía en sueños.
El anciano era bastante amable al dejar que se probara el vestido, aunque su ropa indicaba que ella no era hija de un duque o conde.
Cuando salió vestida de novia, Cati miro a Elliot y apretó ambas manos con ansiedad.
El anciano sonrió y sus ojos opacos cobraron vida al verla.
―¿Cómo me veo?
―le preguntó a Elliot.
―Absolutamente despampanante.
Estoy tan orgulloso de ser tu guardián, incluso si Silvia dice otra cosa ―dijo con afecto, secándose las lágrimas inexistentes de los ojos.
―Gracias Elliot.―dijo Cati, y sonrió al girar para ver su reflejo en el espejo, una última vez antes de volver a su ropa habitual.
Mientras se cambiaba, ella podía escuchar que Elliot y el señor Weaver estaban conversando.
―Déjeme empaquetar este ―dijo el hombre, yendo a buscar el papel para envolver el vestido.
―¿Qué sucede?
―preguntó el señor Weaver, al ver a Cati tirar de la manga de Elliot y sacudiendo la cabeza.
―Lo lamento, pero solo estamos aquí viendo la colección que tiene.
Volveremos por el vestido en otra ocasión ―se disculpó Cati con sinceridad.
―Oh…―respondió el hombre―.
Si es el precio, podemos negociar ―ofreció.
―Esta bien, lo compraremos ―dijo Elliot, sacando una bolsa de monedas.
―Pero Elliot…―protestó Cati, solo para ser interrumpida por él.
―No es un exceso…―dijo y Cati lo interrumpió.
―¿Quién vas a usar el vestido?
―Tú.
―¿Para la boda de quién?
―Para tu futura boda ―respondió, en un tono que lo daba por hecho.
―¿Entonces quién va a pagar por él?
―Tú―contestó, e hizo sonreír a Cati antes de que se diera cuenta lo que dijo.
―Así es.
Tome ―dijo, tomando las monedas que ella llevaba y devolviendo a Elliot su bolsa de monedas.
Él las tomo de mala gana y refunfuñando un poco, haciéndola sonreír.
Él si que la malcriaba como una niña.
Al final terminó gastando dinero por el vestido.
Una vez que el señor Weaver empaquetó el vestido, Cati y Elliot dejaron la tienda a buscar algo para comer antes de volver a la ciudad.
Cuando llegó a su habitación, Cati guardo el vestido en armario.
Y ella tomó a Aereo en sus brazos, ya que el gato había estado sentado frente a su habitación.
Tocó la puerta de Alejandro sin obtener respuesta y entró en la habitación a llenar el agua y limpiar su dormitorio.
Su dormitorio era mucho más ordenado en comparación con la habitación de invitados, haciendo fácil su trabajo.
Luego de tomar una camisa del piso que debía ser limpiada, ella caminó hacia el baño a ver si había más por recoger.
Cuando empujó la puerta, se detuvo de golpe con la vista que la recibió de frente.
Ella percibió como se quedo sin aire en un instante.
El señor de Valeria estaba en su baño con su espalda desnuda frente a ella.
Como era el Señor, su baño era enorme, con dos estatuas de leones que vertían agua de sus bocas, y él estaba de pie bajo una de ellas.
Ella estaba asombrada al ver como se flexionaban sus músculos mientras se lavaba.
Era digno de verse.
El Señor tenia una gran cantidad de músculos en su cuerpo, hombros anchos y de cintura estrecha.
Ella quiso tocar con la punta de sus dedos los bordes de sus músculos la idea la hizo sonrojar.
Cuando él retrocedió, ella pudo ver el agua caer de su pelo.
Cati sintió como la parte baja de su abdomen se tensaba mientras sus ojos seguían los movimientos de él.
El vapor se movía sobre la superficie del agua, cubriendo la parte baja de su cuerpo.
Él la hacia sentir cosas que ella no había sentido en su vida, emociones nuevas que ella no sabía cómo controlar.
Su mano se agarro a la puerta cuando él se giró, con los ojos cerrados empujando su pelo hacia atrás con ambas manos.
Un suspiro dejo su boca y los ojos de él se abrieron de pronto enfocados en ella.
Ella sintió como le giraba la cabeza por el golpe de adrenalina al ser descubierta.
―¿Planeas tomar un baño?
―le escuchó preguntar a él.
―L-lo lamento.
Vine por…
―las palabras se le escapaban al tratar de hablar.
¡Di algo!
pensó, tratando de recordar por qué entro al baño.
—La ropa.
―¿La recogiste?
―dijo él, y ella asintió.
Vio que levantó una ceja, como si le estuviera preguntando en silencio qué seguía haciendo de pie allí.
―¡Oh!
¡D-discúlpeme!
―dijo al salir y cerrar la puerta.
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